lunes, 31 de mayo de 2010

Elecciones. Durán, Rajoy y la política. Por Agapito Maestre

¿Y Rajoy qué hizo políticamente sensato? ¿Qué sacó Rajoy de su no a Zapatero? Excepto desgastar un poco más a los socialistas, nada que pudiera hacerle a Zapatero adelantar las elecciones, que debería ser la principal prioridad de Rajoy.

Zapatero está acorralado. Parte de su electorado le perdió el respeto hace tiempo. Su propio partido está disgustado con él por las medidas adoptadas contra la crisis. Los sindicatos han roto el idilio con el presidente. Y, por supuesto, los pensionistas y funcionarios juran en arameo contra el Gobierno de Zapatero. El panorama social que está dejando este Gobierno es oscuro: los ricos van a la ruina, las clases medias se proletarizan y millones de parados, entre 45 y 55 años, jamás se incorporarán al sistema laboral, e incluso se corre el riesgo de quiebra de algún gran banco.

A pesar de todo, nadie se engañe, Zapatero tiene mucho margen para maniobrar y mantenerse en el poder un tiempo considerable. No sufran. Hay todavía mucho partido para jugar. Desconfíen de quienes tiran las campanas al vuelo sobre una caída inmediata de Zapatero. Esas personas confunden sus deseos con la realidad, o sea, se ven ya como directores generales del Ente Público o luciendo cualquier carguito. Zapatero es rocoso. Duro. Rajoy tendrá que ganárselo. En todo caso, será muy difícil que Rajoy pierda las próximas elecciones.

Seguramente, el PP vencerá, pero, no lo olviden, se enfrentará a lo más duro de la crisis y, naturalmente, tendrá que recurrir al PSOE. Por eso, precisamente, haría bien Rajoy si hiciese ya un poco de política para el futuro. Haría bien, por ejemplo, imitando a Durán y Lleida. Ya sé, ya sé que las formas políticas de este tipo tienen algo de repulsivo, pero su actuación, aunque hipócrita desde el punto de vista moral, ante las medidas del Gobierno para reducir el déficit es políticamente ejemplar: por un lado, salva al Gobierno de una crisis dura, pero, por otro lado, consigue que Zapatero no haga coincidir las elecciones catalanas con un adelanto de las generales. La jugada es perfecta para CiU.

¿Y Rajoy qué hizo políticamente sensato? ¿Qué sacó Rajoy de su no a Zapatero? Excepto desgastar un poco más a los socialistas, nada que pudiera hacerle a Zapatero adelantar las elecciones, que debería ser la principal prioridad de Rajoy. En fin, Durán tiene motivos para sentirse satisfecho, porque ha conseguido lo que quería: celebrar las elecciones catalanas separadas y bien distantes de las generales, entre otras razones, para que el PP no supere el 5% que le dan las encuestas. Terrible. ¿O no es un horror que el PP pueda gobernar España siendo la quinta fuerza política en Cataluña?


Libertad Digital - Opinión

Mañana, la guerra social. Por César Alonso de los Ríos

La izquierda, que por definición ama la intervención, va a ser desalojada del poder central… para que lo ocupe la derecha, que tiene por oficio la exaltación de los mercados. En esta práctica habitual de las contradicciones políticas que tienen que vivir los partidos ¿acaso podría haber habido alguna más fuerte simbólicamente que la que acaba de perpetrar Zapatero al congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios?

Confiados en esta marcha imparable hacia el Gobierno central, con anticipación electoral o no, los conservadores esperan que Zapatero les haga el favor de hacer la reforma laboral. Confían en que éste les deje resuelto el problema en los próximos meses. Existen, incluso, grupos de economistas y sociólogos liberales que están elaborando informes para que desde el poder actual (Corbacho, Salgado y Sebastián) se lleve a cabo la reforma que permita el acceso tranquilo de Rajoy a la Moncloa. ¿Cabe mayor ingenuidad? ¿Acaso creen que Zapatero puede ser tan angelical como para enfrentarse con los sindicatos sabiéndose condenado políticamente?


No creo que el PSOE vaya a quemarse con un problema que Aznar debería haber abordado frente a Fidalgo. Quizá por todas estas obviedades los sindicatos no se han lanzado ya a la huelga general. Estos, cuya misión es defender a las gentes que tienen trabajo, tratarán de mantener la situación actual, esto es, los términos del actual contrato laboral y los convenios colectivos.

Así como creo que Zapatero intentará reducir el déficit en los términos exigidos por la UE, no creo que vaya a dedicar sus esfuerzos y su función en la izquierda a resolverle al PP la reforma laboral. Si hasta ahora la crisis le ha entregado a Rajoy el electorado, Zapatero no va a declarar la guerra a los sindicatos para que el PP herede la paz social. Algún precio deberá pagar éste por la Moncloa y su mantenimiento en ella. Más aún, me temo que será muy alto.


ABC - Opinión

Zapatero. Esto es lo que hay. Por Emilio Campmany

Lo más probable es que a Zapatero se le permita deambular a tientas por todo lo que queda de legislatura a la espera de que un repunte de la economía y la paz con ETA le salven en el último minuto.

Estamos inmersos en una grave crisis política. ¿Cuándo y cómo saldremos de ella? Para poder contestar a esta pregunta habría que saber dónde está el punto de quiebra de Zapatero. Nadie lo sabe con exactitud. Ni siquiera él. A veces oímos que se ha roto, que ya no aguanta, que está groggy. Pero también leemos que no está dispuesto a rendirse y que piensa aguantar toda la legislatura "como sea", que es como a él le gusta hacer las cosas.

Cabe que Zapatero presente su dimisión. Pero, dando por hecho que él no está por la labor, no parece probable que nadie sea capaz de convencerle de lo bueno que sería que se hiciera el harakiri.

Dispuesto como parece a resistir, tampoco se barrunta probable que vaya a presentar una cuestión de confianza para perderla. Y lo mismo se puede decir de las elecciones anticipadas, que sólo convocaría si tuviera garantía de ganarlas.


El recurso al Gobierno de coalición sin Zapatero tampoco es viable. Habría que contar no sólo con el Grupo Socialista y su disposición a traicionar al jefe, que es mucho contar, sino también con la colaboración de Rajoy. El gallego no quiere ni oír hablar de semejante posibilidad con el irrebatible argumento de que si está a punto de quedarse con el pastel entero por qué habría de conformarse con la mitad. Mucho más si se tiene en cuenta que ese Gobierno de coalición nunca estaría presidido por él.

La crisis de Gobierno que algunos auguran que tendrá lugar en julio tampoco solucionaría nada porque el problema no es la baja capacidad de los ministros, que también, sino la incompetencia de su presidente.

La última opción es la moción de censura. Para ganarla, Rajoy necesita 170 votos. A sus 153 podrían sumarse los 10 de CiU una vez pasadas las catalanas. Junto con los 6 del PNV y los 2 de Coalición Canaria sumarían 171. El precio sería altísimo: el estatuto de Cataluña y la vuelta del PNV a Ajuria Enea. Rajoy podría aceptar pagarlo. Sin embargo, a lo que no parece estar dispuesto es a arrostrar el desgaste del ajuste de caballo que habría que emprender durante los meses que faltaran hasta las elecciones de 2012.

Para salvar este inconveniente, podría pactarse que Rajoy disolviera y convocara elecciones para la primavera de 2011 poco después de haber tomado posesión del cargo. Pero tampoco eso le debe gustar a su arúspice Arriola porque durante esos pocos meses en el poder, el PSOE podría movilizar al electorado de extrema izquierda con la imagen de la derechona en el poder.

De forma que lo más probable es que a Zapatero se le permita deambular a tientas por todo lo que queda de legislatura a la espera de que un repunte de la economía y la paz con ETA le salven en el último minuto.

Así que, saquen casco y correaje del armario, que nos esperan meses de aúpa. Puede que el PSOE sea capaz de ponerse de acuerdo en un sustituto y sus vacas sagradas, ayudados por media docena de empresarios de postín y alguna colleja real, logren que Zapatero firme la carta de dimisión en un momento de debilidad. Pero lo más probable es que se empeñe en arrastrar al país por el lodazal que él mismo ha creado hasta la primavera de 2012. Que Dios nos pille confesados.


Libertad Digital - Opinión

Eurovisión nos retrata. Por José María Carrascal

SI quisiéramos una estampa de la España de nuestros días, ninguna mejor que la que nos ofreció el último festival de Eurovisión: una melodía equivocada -hoy se llevan las baladas románticas, no el kitsch-, un intérprete mediocre -David Diges sólo sirve para andar por casa-, un nacionalista estropeando el espectáculo -Jaume Marquet con su barretina- y uno de los último puestos de la clasificación, el 15. Faltó sólo Leire Pajín echando la culpa del descalabro al PP.

Lo peor es que el descalabro sólo acaba de empezar. Tras el tajo al gasto social, vienen los reajustes estructurales: la reforma del mercado de trabajo, el reajuste de las pensiones, el saneamiento del sistema bancario, las cajas especialmente, que van a costar cantidades astronómicas de dinero y muchos puestos de trabajo. En medio de todo tipo de huelgas y elecciones, por si faltara algo. Pero es que, señores, tenemos una deuda de 1,6 billones, es decir, millones de millones, de euros, entre la privada y la pública. Ni siquiera los que advertíamos que íbamos por mal camino podíamos imaginar un escenario tan negro. Hoy, quienes presentan ese escenario son precisamente quienes nos tachaban de catastrofistas. Por cierto, ¿cuándo llegan sus excusas?, ¿cuándo, el reconocimiento de que se equivocaban al defender la política económica de un gobierno que empezó negando la crisis, que tomó medidas equivocadas contra ella, que calificó de absurdas, equivocadas o alarmistas las voces críticas? ¿Recuerdan las sonrisitas de Solbes en su debate con Pizarro? Y sin necesidad de que se disculpen, ¿no pueden admitir que si se equivocaban entonces, pueden estar equivocándose ahora, al pedir que se apoye al gobierno que nos ha llevado al desprestigio y la ruina?

Pues la pregunta del millón, o del billón, es ¿puede traer la recuperación el mismo que provocó el hundimiento? Difícilmente. Sobre todo si persiste en su postura inicial: no consultar a la oposición, echar la culpa a otros de todos los males, tomar medidas a remolque, desconocer cómo funcionan las cosas en el mundo, confiar en su buena suerte, pensar que puede cambiarse de política, de planes, de discurso de un día a otro sin perder lo más importante para un dirigente: la credibilidad.

«El optimismo excesivamente infundado es lo peor de Zapatero», ha dicho el presidente de Castilla-La Mancha. No, señor Barrera. Lo peor de Zapatero es que tenía a sus órdenes un partido que creía a pie juntillas en ese «optimismo excesivamente infundado». ¿O acaso protestó usted y tantos como usted cuando negó la existencia de una crisis, cuando tomó medidas equivocadas contra ella, cuando nos anunciaba cada dos por tres «brotes verdes»? El día que le veamos decir que su jefe se equivocaba de medio a medio, empezaremos a creer que usted, como él, no son el principal problema que tiene hoy España.


ABC - Opinión

Tontería económica. Marcos Peña, dinero y corrupción. Por Carlos Rodríguez Braun

El dinero, don Marcos, existió con todos los gobiernos, pero la corrupción no fue la misma en todos.

El destacado político socialista Marcos Peña lamentó en El País "la codicia, la avaricia, la centralidad de la economía financiera... El simple dato de que los activos financieros representen en nuestro mundo el 340% de la cantidad de bienes y servicios expresa la realidad de una economía de casino". Defiende a los partidos políticos y los sindicatos frente al "placer inmediato, primario, único: el lucro", y asegura que el dinero es un fetiche "ideal para que la corrupción florezca".

La asociación de las finanzas con la codicia es tan antigua como infundada, puesto que el afán excesivo de riquezas se da cualquiera sea la forma de éstas, financiera o no financiera. El que los activos financieros superen al PIB curiosamente no le lleva al señor Peña a pensar en los procesos de creación de dinero que sólo son posibles mediante unas creaciones políticas, los bancos centrales, y el intervencionismo político en el dinero y las finanzas. No, la imagen que se le ocurre es la manida del malvado casino, entidad susceptible de todas las críticas que se quieran menos la de crear dinero, que es justo algo que no puede hacer.

Tampoco tiene sentido que contraponga a políticos y sindicalistas frente a los pérfidos seres humanos restantes, presas del placer cortoplacista del lucro. ¿Es que tal impulso, sea el juicio que nos merezca, no existe en los gobernantes y los sindicalistas? Por fin, para una persona que ocupó un alto cargo en los gobiernos de Felipe González, es llamativo que piense que la corrupción florece por culpa del dinero. El dinero, don Marcos, existió con todos los gobiernos, pero la corrupción no fue la misma en todos.


Libertad Digital - Opinión

Out of the Blue. Por Gabriel Albiac

GAVIOTAS que, con suprema elegancia, sobrevuelan el basurero; tan necrófagas como las hienas.

La fuerza visual de esa metáfora persevera en la memoria de este animal enfermo de cine. Out of the blue («Caído del cielo») es para mí, con diferencia, la mejor película de Dennis Hopper. La que alza su elegía a un mundo muerto: el de la gran épica del rock and roll, al cual pusiera punto de inflexión poética su temprana Easy Rider, rodada cuando era posible aún morir en combate; aunque el combate fuera con un descerebrado rústico que tira de rifle desde su apestosa furgoneta. Era posible vivir deprisa; aunque, al final, la heroica Harley Davidson acabara destripada, al margen de una cuneta en la infinita línea de las carreteras que no van a ningún sitio. Era posible morir joven; aun cuando a tantos se llevara la muerte más estúpida; no la apocalíptica guadaña de los grandes relatos, la aguja sólo, la desalmada. ¿Dejar un bello cadáver? Eso, ni a los más altos héroes de Troya les fue concedido. El cadáver es maculado enseguida por el polvo. Y las Harley Davidson son máquinas demasiado puras para saber nada de aquellas lágrimas de plomo hirviente que Homero vio a los caballos de Aquiles verter sobre la polvareda del combate en el cual pereció Patroclo. Pero Easy Rider era 1969, cuando la tempestad apenas había anunciado su comienzo. Out of the blue sucede en las últimas trincheras, cuando, al cabo de once años, casi todas la batallas se han perdido.

Del más perseverante rockero de esos años tomaba el título de su película Hopper. Out of the Blue es la escueta maravilla que abre en bucle el álbum al cual da shakespeariano título uno de sus versos: ...rust never sleep..., algo así como que «la herrumbre nunca duerme». Bucle, porque con el eco de esa canción se cierra el disco: la misma, aunque cambiado el subtítulo (Into the black, en lo negro); la misma, sólo que dinamitado ahora el inicial tono angélico que daban a su apertura voz y pulcra guitarra, triturado por el estruendo que sabiamente distorsionan las guitarras eléctricas con las que Crazy Horse hizo los directos más bestias de esos años. «¡Más vale arder en una sola llamarada, puesto que la herrumbre nunca duerme!» La herrumbre, la jodida herrumbre, a la cual, si lo solemne nos complace, podemos llamar muerte. Pero que el Neil Young furioso que lo escupe sabía bien que no es ese instante sólo en el cual todo bicho -humano o lo que sea- tiene que dejar de estar; que es cada segundo, cada instante en el cual se nos va el presente y, con él, hasta el último átomo de cuanto somos. No es una revelación que haya impuesto el vértigo de nuestro siglo. Quevedo lo puso -y dio con ello cima a la intuición primera del Barroco-, en la forma más literariamente perfecta con que haya dado la lengua castellana para decir el drama de ser hombre: «presentes sucesiones de difunto».

A Hopper se lo ha llevado el cáncer. Tan común, tan canalla... La herrumbre que no duerme. Aquí, allá, en media docena de lenguas, leo tópicos que hablan de «icono de la contracultura». ¡Icono de la contracultura a los setenta y cuatro...! Aquí, allá, en media docena de lenguas, los mismos tristes lugares comunes sobre el motero de Easy Rider. No hay muchos que recuerden -quizá porque es más triste, por ser más inteligente- aquel Out of the Blue que seguía el vagar de una desolada adolescente, casi una niña, empeñada en repetir con Neil Young que «el rock and roll no morirá nunca», justo en los tiempos de los cuales el rock and roll era ya canto fúnebre. Inmenso basurero, sobrevolado por bellísimas bandadas de gaviotas. Necrófagas como hienas.


ABC - Opinión

El subidón del PP choca con la 'doctrina Griñán'. Por Antonio Casado

A la derecha política y mediática se le nota demasiado la prisa por llegar.

Debería aprender del montañero. Marchar como un viejo para llegar como un joven. El PP lo hace al revés. Marcha como un joven hacia la Moncloa cuando aún queda tanto camino por hacer. Casi dos años hasta las elecciones y un Gobierno que ha tocado fondo. Lo decía Serrat: bienaventurados los que tocan fondo porque a partir de ahí ya solo pueden mejorar.

A las horas bajas de Zapatero le corresponde un subidón del PP. Así son las leyes de la física y así se lo venimos contando desde la sesión parlamentaria del jueves 27, en la que se rozó la tragedia, dicho sea como valoración del riesgo que corrió la marca España, si bien la marca PP estuvo a punto de tumbar al Gobierno. Los dirigentes de la UE, la OCDE y el FMI le felicitaron, pero a los dirigentes del PP y su escolta mediática les faltó tiempo para iniciar los funerales por Zapatero. En eso están.


Deberían tener en cuenta ciertos elementos olvidados en el análisis que les lleva a iniciar la cuenta atrás en la recuperación del poder. La impaciencia del PP choca con la doctrina Griñán. El presidente andaluz, José Antonio Griñán, no pudo ser más explícito ni más cabal: “El hecho de que Zapatero sea malo no les convierte a ustedes en buenos”. Frase jaleada selectivamente por los adversarios de Zapatero, sin darse por enterados de que se acababa de poner a disposición de los analistas la pieza verbal que les faltaba para explicar por qué los números del empeoramiento socialista son siempre mucho mayores que los de la relativa mejora del PP. O por qué el 169 (PSOE) contra 168 (todos los demás) del jueves pasado nunca se repetiría en una eventual moción de censura presentada por Rajoy.

El PSOE carga con la doctrina Griñán al asumir las limitaciones de Zapatero. De acuerdo. Pero también el PP carga con ella al asumir que eso no hace bueno a Rajoy. Les invito a contar las pedradas de los dirigentes del PP contra ZP. Verán cómo ganan por goleada si las comparamos con el número de elogios a Rajoy por parte de esos mismos dirigentes.

¿Por qué al PP se le va la fuerza por la boca reclamando elecciones generales, que es un recurso exclusivo de Zapatero y Rajoy no presenta ya una moción de censura, que es la herramienta constitucional a su disposición para recomponer un cuadro de ruina inminente? “Porque la perdería”, dicen Rajoy y su gente. Sí, pero al menos salvaría su responsabilidad de gobernante alternativo, al hacer todo lo posible para salvar a España de un gobernante insensato. En vez de hacer lo que está en sus manos, quiere persuadirnos de que se haga sólo lo que está en las del adversario. Y además con prisas. No es coherente. Algo no encaja. ¿Tiene el PP prisa por heredar las ruinas que describe sin parar? Una de dos, o la prisa es falsa o no estamos al borde de la ruina.

Además de la doctrina Griñán hay otros elementos ocultos en la euforia del PP. Algunos tan de sentido común como recordar que las encuestas no ganan las elecciones. O que la estadística tomada de las urnas, no de las encuestas, juega a favor de Zapatero. Dos a cero, por ahora. Y no es de peor condición intentar ganar las elecciones por tercera vez que arriesgarse a perderlas por tercera vez. Lo cual también es de estricta aplicación a un eventual debate interno del PSOE sobre la candidatura a la Presidencia del Gobierno, aunque algunos pasos ya se han dado por si llegara el caso, como tengo escrito en mi comentario del pasado 7 de mayo.


El Confidencial - Opinión

Plan de ajuste. La derecha sin remedio. Por José García Domínguez

Se han subido al carro de la demagogia garbancera con tal de cortejar los oídos de las capas más acéfalas del censo. Y ahora, aunque quisieran, ya no podrán apearse. Ahí están ellos, pues, fieles guardianes de las esencias del zapaterismo.

No hay nada que hacer. Este pobre país nuestro, tan bronco, tan cainita, tan frívolo, tan irresponsable siempre, no tiene remedio. Pueril, es igual que un niño obstinado en no querer saber de la verdad si la intuye dolorosa. De ahí que celebre, feliz, a cuantos lo engañan. Más que pedirlo, exige que le mientan. Por eso, nunca atiende a las razones de la razón, porque lo suyo, como en las tribus primitivas, es la magia. Así, igual que si no llueve da en pasear a la Virgen del pueblo de romería, cuando se sabe al borde de la bancarrota saca en hombros al primer chamán que le prometa cuadrar los círculos con apenas un chasquido de dedos.

¿A qué extrañarse, entonces, de que siempre se deje embaucar por pícaros, farsantes, charlatanes y trileros? Al cabo, quizá cargue con los gobernantes que merece. Y no sólo con los gobernantes, también con la oposición. Puro esperpento, la derecha toda, con sus escribidores a la cabeza, brinca hoy de júbilo viendo a Rajoy, Toxo y Méndez, al fin juntos y revueltos en el gran frente nacionalsindicalista contra el rigor fiscal y la Europa de los mercaderes, que rugiría el camarada Girón de Velasco. ¿Para qué perder el tiempo leyendo a Hayek –barruntan– mientras podamos disfrutar con la pornografía sentimental de González Pons? "Quiero mirarte a los ojos, papá...". Ni Evita ante los descamisados de la Plaza de Mayo. Ni ella.

Lo dicho, no hay nada que hacer. Se han subido al carro de la demagogia garbancera con tal de cortejar los oídos de las capas más acéfalas del censo. Y ahora, aunque quisieran, ya no podrán apearse. Ahí están ellos, pues, fieles guardianes de las esencias del zapaterismo, prestos a restaurar los grandes avances sociales del sexenio, vilmente traicionados por el revisionismo del Solemne. Y mientras tanto, los mercados mundiales de deuda, contemplando atónitos la comedia bufa. Mas dejémosles que sigan absortos en su cuento de la lechera particular. Y es que Zapatero va a regalarles el poder porque se lo exija un tertuliano de La Noria. Y si no, lo cederá cuando los chamarileros del Congreso, unánimes, le repudien los Presupuestos. Y si no, cuando lea la próxima encuesta del CIS. Y si no...


Libertad Digital - Opinión

El ajuste «sexy». Por Ignacio Camacho

LA explicación más desconcertante de la congelación de las pensiones es la de que se trata de... ¡un gesto publicitario!

Sostiene Zapatero que los mercados reclamaban providencias rápidas y contundentes para respaldar la deuda y que la decisión de dejar ateridos a los pensionistas es uno de esas medidas «que se entienden a la primera»; al menos, así se lo explicó a Rajoy cuando trataba de obtener su apoyo. Es decir, que bien se podían ahorrar 1.500 millones de otra manera, pero el Gobierno necesitaba un guiño propagandístico que hiciese creíble su plan ante los alarmados socios europeos, y le pareció que ninguno tendría impacto más seguro que el de cargarse la precaria subida de los jubilados. Zapaterismo puro: nada maneja mejor este presidente líquido que la política gestual, la escenificación de apariencias, la categorización de las anécdotas. Sólo que en esta ocasión se trataba de una anécdota bastante cruel, inoportuna y desconsiderada.

Si ésta es la verdadera razón de ese recorte -y resulta bastante verosímil en la lógica eminentemente publicitaria de este Gobierno- estaríamos ante el paroxismo de la superficialidad simbólica que caracteriza el lenguaje político del zapaterismo. Un guiño para la galería, como el de hacer ministra del Ejército a una Carmen Chacón embarazada o el de quedarse sentado ante la bandera estadounidense. Un desaprensivo mcguffin en el guión de una política trivial que necesita de reclamos, espejismos y señales para divulgar su liviano mensaje. Una mueca cínica con la que reforzar el spot de un cambio de estrategia. Un mohín discursivo para volver el ajuste «más sexy», como decía aquel asesor de Tony Blair que exageraba los informes sobre Irak para presentarlos más sugerentes a la opinión pública.

Zapatero necesitaba un tijeretazo sexy, sugestivo, prometedor, con el que aplacar a Merkel, Sarkozy y Obama, cuya frase sobre la marea negra de Louisiana -«¡tapen ese maldito agujero!»- parecía pronunciada al teléfono de la Moncloa en la ya célebre conversación imperativa sobre la reconducción del déficit español. Y le pareció que anular la financiación extra regalada a las autonomías -11.000 millones, la mitad del total del ajuste previsto-, o reducir los fondos sin fondo de partidos y sindicatos -más de 600 millones/año-, o adelgazar la red de empresas públicas estatales, o expurgar el sumidero de subvenciones oficiales, no iban a parecer medidas lo bastante seductoras para contener la airada presión de los prestamistas ante su derroche desmadrado. Necesitaba algo más terminante, más claro, más inmediato y fácil de entender. Las pensiones, claro.

Y las congeló. Como el que redacta un anuncio, como el que acuña un slogan, como el que posa para una foto. Que de eso se trataba al fin, de retratarse ante Europa como Zapatero el austero, Zapatero el frugal, Zapatero el ahorrador. Una mera pose, un gesto. Una siniestra propaganda.


ABC - Opinión

El PP, más cerca de gobernar

Mientras crece el clamor entre la opinión pública para que se convoquen elecciones anticipadas, según una encuesta de NC Report para LA RAZÓN, a día de hoy el PP aventajaría en nueve puntos al PSOE en intención de voto.

Mientras que los populares conseguirían 10.981 millones de votos –el 44,97%, lo que le daría entre 172 y 174 diputados–, los socialistas lograrían 8.783 millones de votos –el 35,97% , que le situarían entre los 137 y 139 diputados–, por lo que sufrirían una sangría, con respecto a las elecciones de marzo de 2008, de más de dos millones y medio de votos.

Para el PP, este sondeo no puede ser más favorable, ya que incluso romperían por primera vez en su historia la barrera de los diez millones de votos. Esto significa que el electorado valora positivamente la labor de oposición que los populares están haciendo en los últimos meses, una oposición responsable y coherente con sus principios, puesto que tanto el discurso de Mariano Rajoy como el del resto de los representantes populares ha sido siempre firme y no ha estado sometido a bandazos provocados por intereses partidistas. También cabe extraer una conclusión evidente: los españoles confían mucho más en las recetas del Partido Popular para salir de la crisis, que en las medidas que está tomando un Gobierno que parece perdido en su propio laberinto sin que sea capaz de actuar eficazmente contra la lacra del paro y el déficit público. El PP no se ha equivocado en su labor de oposición, extremadamente crítica con temas tan sensibles para la ciudadanía como la reforma de la Ley del Aborto, que ha disgustado a no pocos votantes socialistas, y en su negativa a respaldar o apoyar las erráticas e improvisadas medidas contra la crisis del Gobierno.

La encuesta también revela que la última remodelación del Ejecutivo tampoco ha gustado a la ciudadanía. Para los encuestados, los ministros más cuestionados del actual gabinete son el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, con un 27,8%; el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, con un 26,1%; la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, con un 24,8% y la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, con un 24,5%. Que sean precisamente estos ministros no es asunto baladí, ya que los encuestados son extremadamente críticos con esa tercera vicepresidencia de Chaves, que perciben como prescindible. Y lo que es aún más significativo: descalifican parte de la columna vertebral del Ejecutivo, al reprobar la política económica que está llevando a cabo Salgado, nuestra política exterior –justo en el semestre en el que España ostenta la Presidencia de la Unión Europea–, que encabeza Moratinos y a Bibiana Aído, la punta de lanza de una de las leyes más polémicas y discutidas de esta Legislatura como es la ley del Aborto.

Los encuestados ya dan por amortizado a Zapatero como presidente del Gobierno y como candidato del PSOE a las próximas elecciones generales. Así lo indican los datos, ya que un 28,1 por ciento cree que debería sucederle como candidato socialista, el actual presidente del Congreso, José Bono, o en su defecto, con un 25,4%, José Blanco. Sea como fuere, el presidente, por responsabilidad política, debería convocar elecciones.


La Razón - Editorial

Zapatero y la urgencia democrática del cambio

Zapatero se ha quedado sólo en el parlamento, ha perdido el apoyo de alguno de sus principales arietes mediáticos e incluso dentro de su partido se le desprecia como mal gestor o déspota. Es hora de que cese en su cargo.

La gran ventaja de la democracia como sistema político es que permite que las opiniones de toda la población estén representadas en los órganos de poder y que, por tanto, se gobierne según el criterio de la mayoría. Por supuesto, este resultado no es ni mucho menos condición suficiente para que emerja una sociedad libre –de ahí los contrapesos constitucionales a la acción política y la separación de poderes– pero sí suele ser una condición necesaria: que los políticos gobiernen sometidos a la mayoría limita su discrecionalidad y abre las puertas a un cambio pacífico cuando la mayoría social se desencanta de la clase dirigente.

Claro que el político tampoco es un simple ejecutor de las órdenes claras y precisas de la ciudadanía. En los sistemas democráticos suele existir una cierta realimentación entre gobernantes y gobernados que, dentro de sus límites, resulta beneficiosa. Los políticos responsables y con las ideas claras han de explicar y persuadir sobre la pertinencia de unas decisiones que la mayoría tal vez no entienda pese a resultar vitales para sus intereses. De ahí que las elecciones se realicen en períodos de al menos cuatro años: los gobernantes deben tener un tiempo para implementar sus programas y para que empiecen a brotar sus supuestos buenos frutos. Si cada mes se celebraran unos comicios generales, muy probablemente los asuntos públicos se volverían ingobernables.

Lo cual, sin embargo, no significa que un político tenga derecho a ocupar el poder aun en contra del deseo de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ganar unas elecciones no pone fin a la soberanía popular durante un período de cuatro años, simplemente inaugura una legislatura que puede durar hasta cuatro años, siempre y cuando el proyecto político que iba a desplegarse no se agote con anterioridad. Por ello existen las mociones de censura, las cuestiones de confianza o las elecciones anticipadas; instrumentos que permiten o sustituir a un proyecto político muerto o que sea el pueblo soberano quien se pronuncie sobre el rumbo de los acontecimientos.

Zapatero puede optar por tomar La Moncloa hasta la primavera de 2012. Si en el Congreso no cristaliza una mayoría suficiente para sacar adelante una moción de censura, será él quien tenga la competencia para decidir cuándo irse. Sin embargo, lo deseable desde un punto de vista democrático –ya no sólo político o económico– sería que se marchara de inmediato. Durante la anterior legislatura y una parte de ésta, podía aducirse que Zapatero gobernaba legitimado por una mayoría social que buscaba suicidarse como nación; en cambio, desde hace varios meses es a todas luces evidente que ni siquiera esa parte de la ciudadanía le otorga su apoyo.

Tras llegar al poder manipulando y engañando a la población sobre nuestra auténtica situación política y económica, el proyecto de Zapatero no ha hecho más que agonizar. Las medidas desastrosas que tuvo que adoptar para no reconocer a los pocos meses de los comicios que había mentido de manera generalizada nos han abocado a una situación crítica que ahora le obliga a enmendar todo su programa ideológico.

Aparte del clamor social contra el presidente –reflejado en parte en las encuestas de intención de voto o en el reciente malestar que se vive en el ejército y el funcionariado–, Zapatero se ha quedado sólo en el parlamento, ha perdido el apoyo de alguno de sus principales arietes mediáticos e incluso dentro de su partido se le desprecia como mal gestor o déspota.

Parece claro que la decencia democrática exige que Zapatero plantee, como mínimo, una cuestión de confianza, ceda su cargo a otro socialista o, como opción óptima, convoque elecciones anticipadas.

Si la situación económica es insostenible, la política no lo es menos; y de hecho, la insostenibilidad de la segunda es en parte causa de la primera. Claro que si Zapatero ha optado por llevarnos a la bancarrota económica también puede optar por arrastraros hacia la bancarrota política. En las manos de todos los partidos –incluido un PSOE que parece creerse un apéndice de Zapatero y un PP todavía muy tímido a la hora de pedir un cambio inmediato– está evitarlo.


Libertd Digital - Editorial

Ley milagrosa... y obsoleta

UN año ha pasado desde que Rodríguez Zapatero anunciara la presentación de la gran ley que cambiaría el modelo productivo de la economía española, no sólo para superar la crisis económica, sino también para asentar bases de un desarrollo «sostenible».

Tanta importancia política dio el presidente del Gobierno a aquella ley de Economía Sostenible, que quiso que se tramitara por el procedimiento de urgencia. A día de hoy, está en la quinta prórroga del plazo de enmiendas y con un horizonte muy oscuro. A esta la ley la ha matado el mismo voluntarismo con el que se alumbró la Alianza de Civilizaciones o se proclamó la «conjunción planetaria» de liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico. La superficialidad política del Gobierno lo llevó a plantearse como verosímil que una ley, por sí sola, tendría el poder mágico de crear un nuevo modelo de actividad económica en España, volcando en ella los tópicos del discurso más correcto del progresismo. Obviamente, el Gobierno se ampara en el cambio de «circunstancias» para explicar la paralización de la ley, pero ya cuando se anunció recibió críticas muy solventes que denunciaban la inoportunidad y la inviabilidad del proyecto. Ahora se demuestra nuevamente que el Gobierno no sabía bien lo que estaba haciendo.

Su tramitación en el Congreso es, en las condiciones actuales de crisis económica y ausencia de apoyos políticos al Gobierno, una pérdida de tiempo. El proyecto está superado por los acontecimientos actuales, pero nació viciado de origen porque, aun sin crisis, no habría servido por sí sola para que el sistema productivo español abandonara sus fuentes tradicionales de crecimiento (sol, ladrillo y coche) y fuera sustituido por un modelo de investigación, desarrollo e innovación que habría requerido inversiones públicas ahora imposibles. Aquel esfuerzo legislativo que comprometió innecesariamente a ministerios y expertos debió orientarse a las medidas y reformas que entonces se despreciaron y hoy son imprescindibles. Pero esta ley es fruto de la impostura con la que el Gobierno se ha comportado ante la crisis. Por eso no será fácil que el Ejecutivo acepte que este nuevo fracaso es otro síntoma de la implosión de su legislatura, del desplome de su estrategia política iniciada en 2004. Y, lo que es peor, exhibe con toda crudeza la falta de ideas, objetivos y proyectos realistas para España porque al recuento de fallos en la gestión del Ejecutivo se une la pérdida del futuro y la vuelta a la mediocridad de la mano de un Gobierno incapaz.

ABC - Editorial