lunes, 15 de febrero de 2010

Lo que TVE no te mostró de los Goya




El blog de Caballero ZP

Keynes no es para pobres. Por Alberto Sotillo

Sólo los países ricos se pueden permitir el lujo de practicar una política económica keynesiana de izquierdas. Lo que, dicho así, recuerda aquello de Chesterton (el intelectual más citado en ABC) que aseguraba que sólo a las personas de buena familia se les ocurre inventar revoluciones.

Pero a lo que vamos: lo de que sólo los ricos pueden ser keynesianos lo demuestra el distinto baremo aplicado a las grandes potencias y a los países de medio pelo a la hora de juzgar sus excesos en el gasto en tiempos de crisis. A Grecia, con un déficit del 12,7 la han enviado al infierno. A España, con un 11,4, la han motejado de monstruoso peligro para el euro. EE.UU., en cambio, con un desequilibrio presupuestario del 10,6 no es que nadie le tosa, sino que aun tiene a ínclitos gurús que le alientan a seguir dando a la manivela del gasto. Y Francia, con un déficit del 8,2, parece que jamás hubiese roto un plato. Con gran sentido común, a España, Grecia y Portugal se les conmina a reducir el déficit al 3% en tres años.


A Obama, en cambio, el eminente Paul Krugman le anima a no tener ningún miedo a seguir aumentando su desequilibrio fiscal y su rampante deuda en el siguiente trienio. El mismo Krugman que hace un año reprochaba a Zapatero por no ser más pródigo en el gasto para salir de la crisis y que ahora pregona que España es la principal amenaza para el euro.

EE.UU. puede seguir abultando su déficit y acumular una deuda nacional cercana al 100 por ciento de su PIB. Entre otros motivos porque China ya se encarga de comprar buena parte de su deuda. China, ese pobre país que inventó la dictadura comunista del capitalismo para que a ninguno de sus administradores se les ocurra aplicar una política de izquierdas.

Debemos aprender la lección: los países humildes no pueden aplicarse en tiempos de crisis los lujos keynesianos que se permiten los grandes y poderosos. O nos crujirán.


ABC - Opinión

Elecciones en otoño. Por Agapito Maestre

Los socialistas prefieren, sí, perder el poder de modo coyuntural, pero seguir siendo los dueños de la finca y de su propio destino, o sea, seguir ejerciendo una potentísima oposición desde la que controlar al PP y, por supuesto, decidir su vuelta.

El fracaso de la iniciativa conjunta del Borbón y los socialistas para que se firme un pacto de Estado augura elecciones para otoño. La crisis económica y política es de tal envergadura que Zapatero no tendrá más remedio que adelantar las elecciones generales. Preferirá perder por la mínima antes que arriesgarse a ser el protagonista de una caída espectacular del PSOE. Prepárese, pues, el PP para tal acontecimiento. Todavía le queda al partido de Rajoy unos meses para diseñar una estrategia política, o articular un sencillo discurso, que al menos simule que ha hecho algo más digno, durante estos años, que esperar el derrumbe de los socialistas. El cuento de la lluvia fina ya no vale.


Es menester que Rajoy nos diga cómo sacará a este país de la bancarrota o, por el contrario, tendremos que pensar que a este partido le "va la marcha" del masoquismo. El próximo miércoles veremos si la intervención de Rajoy en el Congreso es de mero trámite o, por el contrario, dice algo más importante que la simple contabilidad de los millones de parados. En efecto, si el PP sigue guardando silencio sobre sus alternativas, tengo que pensar que un posible adelanto de las elecciones le haría temblar las piernas a su máximo dirigente.

Rajoy, sí, es muy escéptico sobre la valentía de Zapatero para anticipar las elecciones, pero quizá sea esta acción la última iniciativa que le quede a Zapatero para demostrar que no sólo ha ido por delante de Rajoy, sino que, además, le ha arrebatado su espacio político. Zapatero manda no sólo sobre el PSOE sino sobre el destino del PP. Prefiere cederle a Rajoy el poder y, por lo tanto, la crisis antes que hundirse para las próximas décadas.

Sí, sí, Zapatero ya tendría decidido, según algunos analistas, su retirada a la oposición y, naturalmente, le dejaría las manos libres a Rajoy para que le solucionase el "problemita", o sea, el desastre económico. Argumentos le sobran a Zapatero para convocar esas elecciones, pero todos convergerán en que Rajoy no ha querido jamás colaborar con el Gobierno para salir de la recesión. Por lo tanto, ante la ruina económica y la extorsión del PP para resolverla, dirá Zapatero: ¡Qué hablen las urnas! El escenario es plausible. Y viable. Las urnas hablarán, incluso es posible que Zapatero ya haya hecho el cálculo de los pocos escaños que perderá: los suficientes para que gane, naturalmente, Rajoy, pero los necesarios para que el PSOE siga siendo el amo de España, el gran señor, que le pide al capataz que le resuelva el embolado de la crisis.

Quizá haya otras formas de explicar ese futuro escenario; por ejemplo, el odio entre estos dos líderes es de tal envergadura que es imposible pacto alguno entre ellos. Pero, por desgracia, lo importante no es ahora los desprecios recíprocos entre la gente de Zapatero y Rajoy, sino que la iniciativa del proceso político sigue estando en manos socialistas. Prefieren, sí, perder el poder de modo coyuntural, pero seguir siendo los dueños de la finca y de su propio destino, o sea, seguir ejerciendo una potentísima oposición desde la que controlar al PP y, por supuesto, decidir su vuelta.

Hay, además, dos informaciones recientes que me ratifican en este escenario. Una es falsa y la otra verdadera. La falsa ha sido emitida por Zapatero: la economía española va mejor que hace tres meses. La verdadera procede de los datos últimos de Bruselas sobre la situación de estancamiento económico de la zona euro en general, y de Alemania en particular. El comentario de esos datos desborda esta columna, pero estoy convencido de que el pinchazo de la economía alemana, por razones que otro día desarrollaré, es determinante para la política española.


Libertad Digital - Opinión

Cuando reina el odio. Por César Alonso de los Ríos

No están en Keynes y en Hayek las razones para el rechazo de un «pacto» entre el PSOE y el PP. Es verdad que los dos justifican su negativa con argumentos económicos e ideológicos pero la causa real es el odio. Comparto estas tesis con Amando de Miguel. La animosidad visceral que anida en las dos grandes clientelas pone de actualidad la división de las dos Españas de las que habló, antes que nadie, Fidelino de Figueiredo.

Ahora bien, si es obligado reconocer que las propuestas de reconciliación vinieron de la izquierda, también hay que achacarle a esta la responsabilidad de la marcha atrás en estos últimos años. Fue Zapatero quien levantó la calle contra la derecha «asesina» y ha sido él quien mandó abrir las fosas de la guerra civil no para hacer el obligado homenaje póstumo a los enterrados con ultraje sino para actualizar los odios que alimentaron la Guerra Civil. Con la reivindicación de la «memoria histórica» se ha querido trasladar el debate desde la investigación a la sociedad, y se ha permitido que Garzón haya querido traducir las represiones franquistas en «crímenes contra la Humanidad» sin tener en cuenta la amnistía. De forma prevaricadora.

La generación de Zapatero ha querido interpretar la hegemonía de la izquierda, desde González a hoy, como el desquite de los derrotados en 1939. Todavía hace unos días Pagazaurtundúa cometía la torpeza de utilizar a Unamuno para decirles a los etarras «ni venceréis ni convenceréis». ¿Acaso habría «convencido» el Frente Popular si hubiera sido el ganador de la Guerra Civil?
Por todo esto quizá las bases del PP no están dispuestas a aceptar un discurso para todos, por encima de los odios. Rajoy no se ha atrevido a dar la mano a Zapatero en esta ocasión de emergencia nacional por temor a su propio electorado, al que la izquierda califica como la derechona. Por todo ello nuestra gran problema no es la economía «sostenible» sino la sostenibilidad de la convivencia.


ABC - Opinión

Adiós al consenso calentólogo. Por Gabriel Calzada

El "consenso" ha servido a las organizaciones del ecologismo radical para negarse una y otra vez a discutir cuestiones tan básicas como puedan ser los puntos más oscuros de la teoría catastrofista, o las propias mediciones de temperatura.El supuesto consenso científico sobre un cambio climático catastrófico provocado por la actividad humana ha sido la matraquilla con la que el ecologismo radical y todo el movimiento calentólogo ha defendido desde hace años el intervencionismo energético y el racionamiento de CO2, entre otras medidas que nos alejan del libre mercado y la prosperidad. El "consenso" también ha servido a las organizaciones del ecologismo radical para negarse una y otra vez a discutir cuestiones tan básicas como puedan ser los puntos más oscuros de la teoría catastrofista, o las propias mediciones de temperatura. Desde el director de Greenpeace hasta el último becario de WWF, la posición típica en los últimos años ha sido negarse a debatir sobre las causas y el alcance del cambio climático porque, según ellos, el consenso ya había dictado sentencia sobre estos asuntos. Catastrofistas como López Uralde no paraban de repetir que lo único que se podía discutir era cuánto teníamos que racionar las emisiones de CO2 para detener la catástrofe planetaria.

Pues ahora resulta que el principal científico involucrado en el Climategate y uno de los gurús del "consenso" calentólogo, Phil Jones, reconoce que no existe tal consenso, que la inmensa mayoría de los científicos no consideran que el debate haya concluido y que, desde luego, esa no es su visión. Según el científico británico apartado temporalmente de sus funciones como director de la conocida Unidad de Investigación sobre el Clima (CRU), aún existen muchas incertidumbres, no sólo en lo que respecta al futuro, sino también en lo que se refiere a las mediciones de las temperaturas y especialmente el de las temperaturas pasadas.

Con estas declaraciones a la BBC que recoge Libertad Digital, el ecologismo radical se ha quedado con el culo al aire. La idea del consenso ha sido el corazón de la estrategia calentóloga y le estaba sirviendo para todo al movimiento ecologista. En la web de Greenpeace podemos encontrar frases afirmaciones del tipo: "Existe un amplísimo consenso científico internacional acerca de que el cambio climático avanza a una velocidad mucho mayor de lo que se esperaba hace pocos años". Sin embargo, el propio Jones reconoce en la entrevista que entre 1995 y 2009 hay una tendencia negativa de -0,12 grados centígrados por década (si bien matiza que no es estadísticamente significativa).

Los catastrofistas parecen estar perdiendo apoyos a marchas forzadas. Otra de sus cantinelas se refería al hecho de que jamás habíamos vivido un calentamiento similar. Pues bien, una vez más su hasta ahora adorado Jones desmiente este mito y reconoce que ha habido al menos tres periodos anteriores, uno de ellos en el siglo XIX, en los que el calentamiento ha sido similar al de las últimas décadas. Es más, incluso admite lo abierto que está el debate científico en torno al famoso Palo de Hockey, popularizado por Al Gore en su conveniente y oscarizada secuencia de mentiras y exageraciones. El climatólogo llega a reconocer que el periodo cálido medieval podría haber sido más caluroso que el periodo actual.

El Climategate parece haber traído algo de sensatez al debate en torno al cambio climático. Esto no es sólo importante de cara a la búsqueda de la verdad científica en este terreno, sino que también lo es, y mucho, para que la adopción de estrategias públicas y privadas se realice con un mínimo de cordura, respetando las libertades individuales y pensando en los distintos costes y beneficios que pueda haber en juego.


Libertad Digital - Opinión

Los crímenes terroristas no deben prescribir

El Código Penal debe reformarse cuanto antes. No puede consentirse que queden impunes crímenes terroristas por que hayan prescrito a los 20 años.

CUANTO ANTES se acometa la reforma del Código Penal que se discute desde hace tres meses en el Congreso de los Diputados menos veces tendremos que asistir a escenas tan dolorosas como la que se produjo el jueves pasado en la Audiencia Nacional: la de unas víctimas protestando porque el terrorista que comparece ante el tribunal va a ser juzgado por varias causas, pero no por el asesinato de su familiar, puesto que, incomprensiblemente, ese delito ha prescrito.

Puesto que una de las funciones fundamentales para restañar el daño moral que sufren las víctimas es precisamente la sentencia que confirma que se ha hecho justicia, resulta frustrante que ese derecho se les haya privado en alguna ocasión por la redacción del Código Penal vigente.


Pero no es ésta la única barrera con la que han chocado las víctimas en su reclamación de reparación y justicia. La Ley de Amnistía contra la que estos días arremeten los corifeos de Baltasar Garzón para justificar su causa general contra el franquismo es la misma que permitió que hayan quedado impunes los asesinatos de servidores de aquel régimen -como Carrero Blanco-, y también el de simples servidores públicos -como el del chófer y el escolta del entonces presidente del Gobierno- y el de civiles inocentes -como la decena de ciudadanos asesinados en la cafetería Rolando de Madrid con una atentado con bomba-. Esa realidad que obvian quienes tienen una visión sesgada de la memoria histórica, encierra además una asimetría evidente: mientras los crímenes del franquismo acabaron con la muerte del dictador, se amnistió a miembros de una banda que sigue matando 35 años después.

Aquella experiencia debería servir de enseñanza para todos los políticos de cara al futuro, porque algunos de los criminales a los que se les concedió el perdón y otros a los que se benefició bloqueando directamente la investigación de sus atentados con la idea de favorecer la disolución de los grupos terroristas en los que militaban -caso de ETA pm y de los Comandos Autónomos Anticapitalistas- acabaron a la postre en las filas de ETA.

Aunque tanto el PSOE como el PP están de acuerdo en que el nuevo Código Penal incluya la imprescriptibilidad de los delitos terroristas con resultado de muerte, los desencuentros en otros puntos de la reforma hacen complicado que la reforma de la ley pueda ser una realidad a corto plazo. Esa disputa pone en riesgo que puedan llegar a juicio algunos crímenes cometidos a principios de los 90, en una etapa particularmente sangrienta de ETA. El propio atentado que en 1991 marcó para siempre la vida de la entonces niña Irene Villa sigue sin estar resuelto y muy cercano a la prescripción. Y en esa misma situación están también otros cuya autoría no corresponde a ETA, como el primer atentado islamista cometido en España, que dejó 18 muertos y más de 80 heridos en el ataque al restaurante madrileño El Descanso.

A ese respecto hay que recordar que, como denuncia la Fundación de Víctimas del Terrorismo, quedan todavía sin resolver medio centenar de asesinatos terroristas cometidos hace más de dos décadas. Dado que a algunos de ellos les amenaza la sombra de la prescripción, convendría que los grupos parlamentarios acelerasen en la medida de lo posible los trámites para aprobar lo más pronto posible el nuevo Código Penal.


El Mundo - Editorial


Los crímenes terroristas no deben prescribir

La segunda ola. Por José María Carrascal

EL brusco frenazo de la economía alemana ha venido a confirmar los peores pronósticos: esta crisis no es como las demás, tiene un calado más profundo y un recorrido más largo, por lo que la recuperación será más lenta, con retrocesos incluso. Y si eso ocurre a los que han hecho sus deberes, puede imaginarse lo que ocurrirá a quienes no los han hecho.

Lo que nos lleva a la pregunta del millón (o millardo): ¿ha hecho España sus deberes? No. Todas las medidas tomadas por el Gobierno no han surtido efecto y las que anuncia carecen de credibilidad. Un par de cifras lo demuestra: este año, el Estado español tiene que devolver 120.000 millones de euros como pago de su deuda. ¿Cómo va a pagarlos? Con la emisión de más deuda y con los recortes que anuncia. Pero hasta ahora, lo único que ha hecho es aumentar gastos, como prolongar la cobertura de los parados, mientras el reajuste presupuestario es sólo sobre el papel, con la espada de Damocles de los sindicatos encima. A ello hay que añadir el endeudamiento de bancos y cajas de ahorro, un pozo del que ni siquiera conocemos el fondo, pues sus cuentas se apoyan en carteras inmobiliarias cuyo valor hoy es mucho menor que el contable. Un analista, Luis de Grandes, cifra en 600.000 millones de euros las necesidades financieras de España en los próximos años. ¿De dónde los vamos a sacar?


Los polvos que trajeron estos lodos vienen de aquella actitud tan errónea como simplista del Gobierno ante una crisis, que empezó negando y se ha limitado luego a tratar con parches, en espera de que la recuperación de los demás tire de nosotros. Pero no basta aguantar hasta que las aguas vuelvan a sus cauces, porque las aguas pueden no volver, y los demás pueden no estar dispuestos a tirar de los rezagados, como le está ocurriendo a Grecia. Esta crisis necesita medidas distintas, cortes profundos, reorientación de enteros sectores económicos, productivos, laborales, empresariales, incluso sociales y educativos. Díganme ustedes qué reorientación ha hecho un gobierno con alguien al frente que se ha limitado a declarar enfáticamente que «el gasto social no se recortará», y a acusar al PP de «no tirar del carro».

Cuando el que no está tirando es él, con su política de tapar agujeros y ocultar a los españoles la verdadera situación en que se encuentra el país. Es como, tras haber podido aguantar la primera ola de la crisis gracias a las reservas acumuladas por gobiernos anteriores, la segunda le coge completamente desguarnecido. Nos coge, mejor dicho, pues los pecados de los gobernantes los pagan los gobernados. Pero nuestros gobernantes insisten en fórmulas que se han demostrado totalmente ineficaces y tienen encima la desvergüenza de acusar a quienes se lo recuerdan de antipatriotas. Cuando el mayor antipatriotismo es mentir a la ciudadanía, ignorar la realidad y jugar con las cosas de comer por razones ideológicas.


ABC - Opinión

El CNI contra el doctor No. Por Emilio Campmany

La dialéctica no es que nos hundimos porque los inversores huyen, sino que los inversores huyen porque nos hundimos, que es muy distinto.

Vengo sosteniendo que en España es imposible triunfar con una revista de humor. Hoy los creadores de La Codorniz estarían abocados al fracaso. Ocurre sencillamente que no hay humorista que mejore las noticias que producen nuestros políticos. Díganme si no cómo se puede idear algo más gracioso que el que se legalice copiar en la Universidad de Sevilla, que se pueda aprender en dos tardes Economía o que en España se multe por rotular en español.


La sátira tiene por objeto ridiculizar a alguien o a algo, pero para que sea eficaz es necesario que lo ridiculizado tenga una mínima pátina de seriedad. No se puede hacer sátira de un payaso porque su aspecto y su discurso es voluntariamente ridículo. Pues bien, nuestro Gobierno está alcanzando ese límite. Las cosas que hacen y que dicen ya no pueden ser objeto de sátira porque son suficientemente ridículas por sí mismas. Reproduzco un titular de El País de este domingo: El CNI investiga las presiones especulativas sobre España. ¿Cómo puede ridiculizarse esta noticia? Podría intentarse algo así como decir que nuestros cero cero sietes buscan al doctor No en los mercados. O que el CNI trata de desenmascarar a la agencia KAOS en la Bolsa de Madrid. O mejor, que Goldfinger ataca nuevamente al euro o al bono español o a los dos a la vez. Pero todos estos esfuerzos de sacarle punta a la noticia son inútiles porque ya es suficientemente risible por sí misma.

El mismo periódico pone en evidencia la estulticia del Gobierno al titular, en noticia relacionada, Al olor de la debilidad, donde se explica el mecanismo que utilizan los inversores para aprovecharse de la debilidad de la economía española, que consiste, en dos palabras, en jugar a que en los meses próximos empeorará. En eso, no puede decirse que sean unos linces pues a ver quién, en las condiciones en las que estamos, se jugaría un euro a que mejorará.

Es cierto que el que los mercados jueguen a que la economía de un país empeorará ayuda en algo a que empeore aún más. Pero, si ese fuera el problema, el Gobierno lo tendría muy fácil para decepcionar a la agencia KAOS, al doctor No, a Goldfinger y a cualquier otro villano que quiera aprovecharse de nuestra flojedad. Le bastaría con hacer lo que todos los expertos nos están recomendando hacer para que la economía remonte: reducir el déficit, recortar el gasto, flexibilizar el mercado de trabajo y reformar el sistema fiscal. Ya verían entonces cómo se acababan las malignas presiones a la baja y empezaban las benévolas compras al alza. Pero Zapatero no quiere, ea. Él es más rojo que las amapolas y a él los mercados le importan una higa. Le importan una higa, pero luego se queja de que le saquen los colores.

Los inversores quieren ganar dinero, cuanto más mejor, y juegan a que la economía española se irá a pique en el futuro porque se han convencido, y mucho han tardado en hacerlo, de que Zapatero nos lleva a la ruina. Así que la dialéctica no es que nos hundimos porque los inversores huyen, sino que los inversores huyen porque nos hundimos, que es muy distinto. Y como es el presidente quien nos arrastra, bastaría que dimitiera para que el rating de Españamejorara notablemente en veinticuatro horas. Pero a ver quién es el guapo que, director del CNI o no, le dice eso a Zapatero.


Libertad Digital - Opinión

Roldán, que fue como un hijo. Por Gabriel Albiac

¿FUE Roldán, que saldrá ahora de la cárcel, el peor de la banda? No. Digámoslo enseguida. Fue el pardillo. Siempre hay uno -uno, al menos- en toda red bien organizada para la delincuencia. No es azar o torpeza; es regla de seguridad. A él tocará cargar con el marrón, si las cosas se tuercen. Si no se alcanza ese punto crítico, el pardillo se embolsa, como todos, su parte del botín. Si el peligro llega, se entrega su cabeza, dejándole, eso sí, al menos la esperanza de embolsarse una pasta equitativamente generosa cuando salga de presidio. Es la básica ley del hampa. O de la selva. O de la política, cuando, en ausencia de un poder judicial al cual los partidos teman, todo está permitido; enriquecerse, sobre todo: enriquecerse es la finalidad específica de lo político en las sociedades modernas; lo demás, sólo apéndice.

Cuando Vera y González entregaron la cabeza de Roldán como un verosímil precio para salvar la suya -aunque, al final, el sibilino Vera calculó mal el envite y sólo González se salvó de lo más duro-, me vino a mí, de inmediato, un pasaje leído en Dashiell Hammett que forma parte de las mitologías de todo yonki de la gran novela negra. El halcón maltés no es sólo una obra maestra del género, es, a secas, una de las más grandes novelas del siglo veinte. La poética del fracaso que recorre sus líneas tiene el desgarro feroz que sólo logra dar la escritura mediante un estilo cortante, frío, glacial en los pasajes más desoladoramente líricos. Hammett y Chandler han sido los más grandes en eso: saber que lo más hondo debe siempre ser dicho sin usar un adjetivo. Ya sea una historia de amor que acaba en crimen. Ya sea la traicionada fraternidad entre delincuentes.


El pasaje es éste. Gutman, patrón mafioso sin escrúpulos a la caza de una joya mítica: el halcón de los Caballeros de Malta. Frente a él, Sam Spade, investigador privado sin demasiados prejuicios morales, hombre vencido por la vida y al cual el lector adivina roto más allá de lo que las páginas de la novela se atreverían a contarle. Entre ellos, Wilmer, guardaespaldas -«un hijo casi»- del mafioso. Spade juega sus cartas. Tiene el halcón; está dispuesto a entregarlo. Quiere una garantía, es lógico: que alguien cargue con los cadáveres que han ido acumulándose en las páginas precedentes. Spade señala a Wilmer: ése. «Gutman» -escribe Hammett- «le sonrió con benignidad y dijo: Créeme, Wilmer, que siento perderte, y quiero que sepas que no te tendría más cariño si fueras hijo mío. Pero, compréndelo, si se pierde un hijo, siempre es posible tener otro; halcón maltés, sólo hay uno». La partida está jugada. Conforme a lo que mandan las leyes. De la calle. De la jungla.

Yo no dudo de que González profesara a gente como Roldán y Vera entrañable amor paterno: fueron años de intimidad en los secretos más horribles. Amor a ellos y a otros que tuvieron mejor fortuna. Pero Poder, Poder con mayúscula, hay sólo uno. Los hijos pueden contarse, si es preciso, por docenas. Y, por docenas, ser entrañablemente acompañados hasta la puerta misma de la cárcel. Ni un milímetro más allá. Ni por Roldán, ni por Vera, ni por nadie. Algún día saldrán... Vera lo hizo en muy pocos meses, porque supo ser discreto. Roldán, que jugó a ser bocazas, recibió su didáctico castigo y aprendió pronto que es siempre más rentable respetar la disciplina primera entre los del oficio: la ley del silencio. Aprendió que su día acabaría por llegar. Y que, ese día, el padrino y sus sucesores se habrían ya cuidado de que sus cuentas corrientes permanecieran invisibles y repletas. Es la ley. Del asfalto. Ya está fuera. Como un hijo.


ABC - Opinión

Sospechosos habituales. Por Carlos Rodríguez Braun

Dejados a su libre albedrío los ciudadanos hacen las cosas mal. Conclusión: no cabe dejarlos a su libre albedrío. La pregunta es de carácter geográfico: ¿en qué planeta viven Almunia y Naïr?

Los ciudadanos libres son siempre sospechosos para el pensamiento único. Leo esta declaración de Joaquín Almunia: "la crisis se originó en los excesos de Wall Street, en una excesiva toma de riesgos, en una actuaciones de algunas entidades totalmente ajenas a los intereses de los ciudadanos". Sami Naïr habló en El País de "la crisis provocada por la especulación financiera privada".


Aquí parece de verdad como si las autoridades no existiesen, como si no hubiera intervención ni regulación. Dejados a su libre albedrío los ciudadanos hacen las cosas mal. Conclusión: no cabe dejarlos a su libre albedrío. La pregunta es de carácter geográfico: ¿en qué planeta viven Almunia y Naïr? Porque si aceptamos la razonable hipótesis de que viven aquí con nosotros, entonces no hay manera de entender cómo es posible que no subrayen el hecho evidente de que el dinero no es privado, sino público y para más señas monopólico. Porque no parece que cuando Almunia alude a excesos y entidades contrarias a los intereses de los ciudadanos se refiera a los bancos centrales.

Dirá usted: no se puede desbarrar más. Pues sí se puede. El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, aseguró que la corrupción es propiciada por "la privatización de servicios públicos", como si no hubiera suficiente experiencia de corrupción en ausencia de privatización, y denunció que Esperanza Aguirre quiere "privatizar hasta las pestañas de los madrileños", como si fuera simplemente verdad.


Libertad Digital - Opinión

Responda en 5 segundos. Por Félix Madero

CUANDO se nos pregunta por la Justicia fruncimos el ceño y miramos para otra parte. Lo peor no es la lentitud con que se desenvuelve, lo que no tiene nombre es cómo se administra un bien que debería ser repartido con exquisitez y prodigalidad. La peor imagen que puede dar es la de parecerse a un equipo de fútbol: este juez es de Jueces para la Democracia, este otro de la Francisco de Vitoria, y el de más allá de la APM. Entre estas asociaciones, cuya existencia por muy legal que sea llena de inquietud al menos avisado, hay unos cuantos, más o menos la mitad, que no están asociados y que pillan -sí, digo bien: pillan-, menos que los asociados.

Dos sucesos recientes agotan hasta la extenuación la paciencia del lector de periódicos. El primero, saber que anda por ahí la señora Robles, doña Margarita, una de las viceministras de Belloch, ufanándose como si fuera una hooligan porque ha colocado a 18 de los suyos en diferentes cargos de la administración de Justicia. Por El País me entero de la carta que remite a sus compañeros en la que no menciona la idoneidad los elegidos, sólo habla del total de los colocados, del monto, del mogollón de cargos.


El segundo suceso pone en jaque toda la maquinaria de Estado con la Justicia por delante. Sonroja saber que en unos días quedará en libertad el ex director de la Guardia Civil Luis Roldán. Ha cumplido 15 de los 31 años de la condena; sigue teniendo una casa en París, propiedades en las Antillas francesas y 10 millones en algún paraíso fiscal. Asegura vivir de vender seguros, lo que no deja de ser una vil manera de mofarse de la Justicia, de los españoles y de los presos que están en el trullo por razones menos graves que las suyas. Que los ladrones consigan la libertad sin devolver lo robado se puede explicar, pero es imposible de justificar. Porque esta es la verdad: quince años después del saqueo, el vendedor de pólizas sale millonario de la trena. Nos dirán que las cosas son así, y como son así, habrá que aceptarlas. La capacidad de aguante de los españoles es infinita, y los que nos gobiernan lo saben.

Ahora nos tiene entretenidos con el pacto. Antes de que reparemos en el desastre de país que tenemos, un pacto por aquí, una de pensiones por allá, que no hay mejor cosa que estar entretenidos. No caigan en la trampa. Han de gobernar los que mandan y han sido elegidos. A mitad del partido no se puede cambiar el reglamento. Cuesta escribirlo tanto como creerlo, y se lo preguntaré, lector, de esta forma: A ver, en cinco segundos dígame tres cosas que funcionen bien en España. Uno, dos, tres, cuatro y... cinco. Para echarse a llorar.


ABC - Opinión

Cumbres borrascosas. Por José García Domínguez

Juntos y revueltos, los partícipes de esa sociedad de gananciales lucen desnuda su obscena, clamorosa mediocridad; separados, en cambio, aún pueden pescar en casi todos los caladeros del imaginario catalanista.

Con ánimo de descubrir a qué altura vuelan las águilas de la intelligentzia en mi veguería, ojeo la gaceta más principal de la comarca del Barcelonès y tropiezo, incrédulo, con el siguiente sintagma: "La repercusión que han tenido aquellas palabras ["Cataluña no apoyará más artefactos inestables"] me aconseja un ejercicio de explicación [que no una vulgar explicación], para tratar de ampliar, mejorando la precisión y claridad, el zoom excesivo con que han sido leídas". Cráneo previlegiado que diría el clásico. En fin, si Ernest Maragall, para más inri el consejero de Educación, arrostra dislexia semejante a la hora de redactar una simple cuartilla, imagine el lector cuán vertiginoso ha de ser el techo que alcanzan las otras cumbres borrascosas de la Cataluña contemporánea.


Por lo demás, ese "zoom" que pugna por ampliar el miembro más juicioso del clan Maragall desde la guerra de Cuba no es otro que el de la ritual quema en efigie del Tripartito. Teatral simulacro escénico que ha dado pábulo a la peregrina especie de que el sector más catalanista –léase catalán – del PSC, exclusivo sanedrín de las familias bien de toda la vida, estaría por plantar cara a don José y sus toscos arribistas del extrarradio. Nada más lejos de la prosaica verdad, sin embargo. Así, el otro Maragall, un apparatchik para quien no existe vida fuera de la política, se ha limitado a obedecer las órdenes de su Señor. Como antes. Como siempre. Como todos.

A fin de cuentas, el ofuscado Ernest no ha hecho más que repetir a La Vanguardia la misma doctrina que anda predicando en la retaguardia José Zaragoza, el patibulario valido de Montilla. Un guión, por cierto, que recuerda demasiado al de aquella comedia bufa que ya representara el PSC durante los estertores del primer Tripartito, cuando expulsó del Templo a la Esquerra para readmitirla entre hosannas y aleluyas al día siguiente de las elecciones. No, no lo ignoran: juntos y revueltos, los partícipes de esa sociedad de gananciales lucen desnuda su obscena, clamorosa mediocridad; separados, en cambio, aún pueden pescar en casi todos los caladeros del imaginario catalanista. Apenas falta medio año, pues, para que don José recite, somnoliento, la manida liturgia de siempre: "¡El Tripartito ha muerto! ¡Viva el Tripartito!".


Libertad Digital - Opinión

Espejismos de la crisis. Por Ignacio Camacho

COMO la noche del sábado, carnaval y San Valentín, no había manera de encontrar mesa para cenar en Madrid, he llamado a un amigo economista, que además es socio de un restaurante, para que me explique si alguien nos está engañando con la crisis.

-No creas en los espejismos. La hostelería llena en fechas concretas, y es cierto que no ha perdido mucho público, pero los que van consumen y gastan menos. ¿Media? Entre el 10 y el 20 por 100. La gente aprieta mucho en los vinos, que es donde el hostelero tiene más margen de beneficio. Sí es verdad que a ciertos niveles se nota poco la recesión. Es antipático decirlo, pero el que tiene empleo estable vive mejor gracias a la inflación baja. El ahorro está creciendo, por fortuna. Y te recuerdo que en España hay tres millones de funcionarios.


-Y cuatro millones largos de parados.

-Ya, pero el drama no es igual de intenso para todos. Los hay menos desesperados.

-¿Te refieres a la economía sumergida?

-No sólo a eso. Admito que suena mal, a fraude consentido, pero te pondré dos ejemplos. Uno, los que prefieren aguantar con un subsidio ligeramente inferior a lo que cobrarían aceptando un empleo de baja remuneración, que es lo único a lo que ahora pueden aspirar. Y dos: un parado con 600 euros no puede vivir, pero una familia de tres parados puede ingresar 1.800 euros, y con eso más las chapuzas sumergidas ya hay un consumo razonable. Mira en tu tierra, en Andalucía.

-Pero el subsidio se acaba.

-Sí, ése es el verdadero problema, y para que no explote Zapatero alarga y alarga las prestaciones básicas. Mientras las haya, los receptores pueden confiar en que la economía empiece a tirar antes de que les alcance el drama.

-¿Ocurrirá?

-No. La creación de empleo va a tardar bastante, y habrá que seguir estirando las percepciones mínimas, incrementando el déficit. La situación es gravísima porque aunque acaso un millón de los parados oficiales no viva en angustia máxima o tenga un acomodo invisible, los otros tres millones son o van a ser una emergencia social. Éstos son los que explican el desgaste del Gobierno en las encuestas. Jóvenes sin perspectivas laborales remotas, parados maduros que saben que pueden no volver a trabajar... y trabajadores de empresas en dificultades, acojonados por la posibilidad del despido. No volverán a votar a un Gobierno que no cree empleo. Gran parte de los despedidos en estos años tal vez no encuentre ya nunca otra ocupación de garantías, y no se les puede conformar con subsidios.

-Ya. Y ésos son los que no salen a cenar en San Valentín...

-Ésos y otros muchos. Tienen poco que celebrar. Ven una noche entre semana a mi negocio y verás si hay o no hay mesa...


ABC - Opinión

La farsa del consenso ecologista

Toda la acción política conducente a restringir nuestras libertades y bienestar en la última década se asentaba sobre los pies de barro de un falso consenso científico construido mediante la difamación de quienes no suscribían el nuevo dogma estatal.

Desde los círculos ecologistas más apocalípticos, aquellos que siempre acusan al ser humano de ser una plaga para la Gaia originaria, siempre se ha pretendido cerrar cualquier opción de debate científico en torno a la posibilidad de que el planeta Tierra se esté calentando como consecuencia de la acción del hombre. Todos aquellos que dudaran sobre alguna de las conclusiones o predicciones más absurdas de los calentólogos eran inmediatamente tildados de "negacionistas" o enemigos de la ciencia y acusados de tener motivaciones espurias, generalmente asociadas a importantes compensaciones económicas por parte de alguna gran petrolera.


Pese a que estos ecologistas radicales construían un ficticio consenso precisamente para poner fin a cualquier debate que hiciera avanzar el estado de la ciencia, eran ellos quienes empleaban en vano el nombre de la misma para rendirle tributo a la política. "Es hora de dejar de discutir y de pasar a la acción", se nos repetía continuamente. Al parecer, cualquier retraso en la imposición de un plan global encaminado a reducir como fuere las emisiones de CO2 nos abocaba a un desastre de proporciones desconocidas en el que se derretirían los glaciares del Himalaya, desaparecería el 40% del Amazonas, la producción agraria se desplomaría a la mitad y los costes de los desastres naturales se dispararían. Era inaplazable combatir el CO2 pese al disenso que existía sobre puntos tan básicos como si el planeta se había calentado anormalmente en los últimos 40 años, si este supuesto calentamiento procedía del incremento del CO2, si los efectos negativos que podía acarrear superaban a los positivos y si las medidas que se pretendían implantar para evitarlo no iban a resultar más costosas que los medios para lograrlo.

Después del escándalo de los correos de la CRU, del Climategate, donde los científicos calentólogos admitían haber manipulado los datos y haber marginado a aquellos otros científicos que diferían de sus conclusiones, y después de haber descubierto la chapucera metodología que utilizaba el IPCC para realizar sus pronósticos más sensacionalistas, a algunos no les ha quedado más remedio que reconocer el fraude en el que han vivido instalados durante años.

De este modo, Phil Jones, director de la CRU temporalmente apartado de sus funciones a raíz del Climategate, ha salido a la palestra para conceder que no existe un consenso científico en torno al denominado calentamiento global. Así, ha reconocido a la BBC que es posible que las temperaturas actuales no sean anormalmente altas en términos históricos –pues, de hecho, ha habido al menos otros tres períodos en los que ya se habían registrado– y que ni siquiera está claro que en los últimos 15 años haya habido un calentamiento y no un enfriamiento global, en contra de los previsto por los modelos empleados por los calentólogos.

En otras palabras, toda la acción política conducente a restringir nuestras libertades y nuestro bienestar en la última década se asentaba sobre los pies de barro de un falso consenso científico construido mediante la difamación y persecución de quienes no suscribían el nuevo dogma estatal.

Queda por resolver si fue la ideología, la búsqueda de mayor poder e influencia, las suculentas subvenciones estatales o una mezcla de todas ellas lo que motivó a una parte de la comunidad científica a sumarse o guardar silencio ante la demagogia de los planificadores sociales. De lo que ya no debería dudarse, sin embargo, es de que la agenda ecologista debe suspenderse por completo hasta que el debate avance lo suficiente como para que emerja un auténtico consenso, fruto, esta vez sí, del contraste de todos los puntos de vista. En caso contrario, la mentira triunfará de nuevo como el arma más efectiva para reprimir las libertades individuales.


Libertad Digital - Editorial

A qué espera el TC

CADA vez resulta más evidente que las causas del inaceptable retraso del Tribunal Constitucional en dictar la sentencia sobre el Estatuto de Cataluña no son las dudas jurídicas sobre sus disposiciones, sino los equilibrios que está pretendiendo realizar su presidenta, María Emilia Casas, para lograr una mayoría amplia a favor de una sentencia que, ante todo, disimule en lo posible las inconstitucionalidades notorias del texto. Nuevamente, como hoy informa ABC, el TC está bloqueado por una partición -cinco frente a cinco- que se mantiene inalterada ante la ponencia de la magistrada Elisa Pérez Vera. Son ya cuatro los borradores de sentencia que han sido descartados por los magistrados, número suficiente para que la presidenta Casas se hubiera planteado la conveniencia de sustituir a Pérez Vera por otro ponente que pueda mejorar las expectativas de acuerdo. Este es el planteamiento que ha ido cuajando en los magistrados más críticos con el texto estatutario, quienes, con razón, entienden que es hora de desbloquear la situación con un cambio de ponente. Si los criterios que rigen los debates son estrictamente jurídicos, la presidenta Casas debería considerar esta posibilidad. No es aceptable que persevere en unos borradores de sentencia que no cuentan con el aval de la mayoría. Por tanto, o cambia de ponente o somete a votación, de una vez por todas, la sentencia que presente la magistrada Pérez Vera, aunque esto suponga para Casas tener que utilizar ese voto de calidad que rehúye. Este tipo de prevenciones personales debe quedar a un lado cuando está en juego la estabilidad del sistema constitucional, que es lo que TC está descuidando flagrantemente. Los compromisos incómodos, incluso las encrucijadas históricas, son inherentes a un cargo como el de presidente del TC. Lo importante de la sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña no es que quede redactada de manera que alivie el peso de la responsabilidad a sus firmantes -como lo sería una sentencia interpretativa, la más peligrosa de las fórmulas por las que puede optar el TC-, sino que aclare definitivamente si se mantiene el Estado constitucional de 1978, unitario y autonómico, o se da paso a un Estado confederal, creado por el atajo de una reforma estatutaria, no de la Constitución. Si hay una mayoría, a favor o en contra del Estatuto catalán, debe dar la cara en una sentencia que es urgente e inaplazable.

ABC - Editorial