sábado, 4 de diciembre de 2010

Víctimas de wikileaks. Por Hermann Tertsch

Helmut Hetzner, jefe del gabinete del ministro de asuntos exteriores alemán, Guido Westerwelle, ha sido cesado fulminantemente por su jefe. A partir de los datos publicados sobre las filtraciones del entorno del ministro fue identificado como el interlocutor de la embajada americana. Decían ayer algunos medios que es la primera víctima de Wikileaks. ¡Que sabrán quién ha sido la primera víctima ni dónde! Un informante de la principal potencia democrática del mundo puede tener mil motivaciones, desde la ambición política —como parece ser en este caso—, el dinero, la autodefensa, la lucha por la democracia, la defensa de su propia familia o cualquier causa altruista. Quizás sean muchos los que corran la suerte de Hetzner después de la ruptura de las comunicaciones secretas y los pactos de confidencialidad del Departamento de Estado norteamericano. Con su frivolidad en la custodia de la información y los informantes, EE.UU. ha traicionado la confianza de centenares de miles de personas. Y es tan culpable de poner en peligro su trabajo, su seguridad y su vida como esa oscura agencia de gestión y compra de información robada que es Wikileaks. Los más afortunados serán los que como Hetzner, sólo pierdan su puesto de trabajo. Porque en el gabinete del ministro alemán las cabezas sólo ruedan en el sentido figurado. En el entorno de ministros afganos, sirios, iraníes o africanos, la cosa puede ser bien distinta. Y la suerte de los afectados más dramática. Por no hablar de los contactos e informadores que, como miembros de organizaciones de derechos humanos o de lucha democrática en países con dictaduras o teocracias, se acercaron a embajadas de EE.UU. para buscar apoyo y protección. El atentado contra la seguridad occidental que supone la filtración de esos documentos no sólo estrangula el flujo de información necesaria para nuestra defensa. Puede estar estrangulando ya a muchas fuentes. En sentido literal.

ABC - Opinión

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