sábado, 4 de diciembre de 2010

Vergüenzas al aire. Por Eduardo San Martín

Las pulgas de WikiLeaks martirizan al perro flaco en que se ha convertido el gobierno de Rodríguez Zapatero, que últimamente no gana para disgustos. Es lo que le ocurre a quien, habiendo dilapidado la cuenta de su propia credibilidad, queda a merced, para bien o para mal, de decisiones externas que es incapaz de controlar: ya sean las revelaciones de un apandador de secretos ajenos, las vacilaciones del presidente del Banco Central Europeo o las provocaciones de un caprichoso autócrata magrebí que, cuando no obtiene lo que pretende, aplica la extorsión a la agenda de problemas compartidos entre vecinos. Sobre este último asunto, habría que recordarle al gobierno español esa sentencia castellana que describe tan gráficamente las políticas de apaciguamiento: cuando más te agachas, más se te ve el culo.

El gobierno no gana para sustos mientras que su electorado va de decepción en decepción hasta la estampida final. Porque cada una de esas manos externas tira de una esquina del manto de debelador de los fuertes y protector de los débiles con que se adornaba Zapatero. Ahora resulta, como sospechábamos, que sus ministros se plegaban como tantos a los deseos del imperio. Como sabíamos también que, confrontado a la realidad, algún día tendría que envainarse sus tan pregonadas políticas sociales en beneficio de una ortodoxia económica que vale, sin embargo, lo que una frase de Trichet o de Merkel quiere que valgan. Por no hablar de dónde quedaron las viejas promesas de amor eterno al pueblo saharaui. Willy Toledo, el del lazo contra la guerra de Irak, detenido en el Congreso por orden de un presidente socialista; toda una metáfora.

Hay quienes se consuelan con las revelaciones sobre el providencialismo de Aznar, como si fuera gran novedad. Y como si distara mucho del impulso que mantiene a Zapatero en el poder: el sacrificio por su país.


ABC - Opinión

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