martes, 14 de diciembre de 2010

Todos locos. Por Hermann Tertsch

Resulta alarmante comprobar lo poco que alarma el estado de alarma a la inmensa mayoría de ciudadanos

NOS cuenta don José Blanco que es muy posible, mejor dicho, probable, que el Gobierno se vea obligado a prorrogar este Estado de alarma. Que tuvo que imponer cuando los controladores reaccionaron como esperaban que lo hicieran. Resulta alarmante comprobar lo poco que alarma el Estado de alarma a la inmensa mayoría de ciudadanos, todos convencidos de que si no eres un apestado controlador, no te afecta en nada. Te lo cuentan por todos los canales de televisión y radio sesudos analistas y perspicaces observadores de la realidad nacional. Si no eres un enemigo del pueblo declarado como esa banda de desalmados no tienes nada que temer, dicen los de la izquierda y los de la derecha. Y todos se mecen en la nube de esa perfecta normalidad que, según nos cuentan, ha venido a imponer el estado de excepcionalidad constitucional en el que nos ha metido por primera vez en la historia de la democracia el actual presidente del Gobierno y su jefe y previsible sucesor, don Alfredo «Fouche» Rubalcaba.

Si el pueblo se siente cómodo en este Estado de alarma que tanto tranquiliza, no vean lo bien que se siente el Gobierno. Muchos de los miembros de esta tropa gobernante estarán pensando que ha sido un tonto despiste no darse cuenta antes de lo útil que resulta. Como no van a remitir los temores a que repitan o reincidan los controladores, ya animados al ver que las chapuzas jurídicas del Gobierno con la cacareada militarización pueden dejarlos impunes, podemos tranquilamente convencer a la sociedad para que aplauda un Estado de alarma indefinido. Al fin y al cabo, no afecta a las personas decentes, como se solía decir de la «Ley de vagos y maleantes», antes de que naciera nuestro presidente. Pero quizás habría que advertir a algunos, por eso del decoro, que quizás estén ellos en colectivos de otros enemigos del pueblo que tengan que recibir el merecido escarmiento del poder. Porque como molesten más de la cuenta o dañen a la economía nacional, el Gobierno podría verse obligado a pararles los pies con las nuevas armas que se ha mercado. O si se ponen muy bordes, con otras nuevas, porque ahí están el Estado de emergencia y el Estado de sitio.
Todo ha sido pensado, nos cuentan —los padres de la Constitucion estaban en todo— para que un gobierno, aunque sea el más incapaz y fracasado del mundo, pueda mantener el control sobre los conflictos y problemas que él mismo ha generado. ¿Alguien se atreve a descartar que nuestro Gran Timonel se vea obligado en este futuro agónico inmediato a darle otra vuelta de tuerca a sus necesidades de control ante la catástrofe que, lejos de paliarse, se agudiza según se acercan las próximas elecciones? ¿Están todos tan tranquilos ante la perspectiva de un estado permanente de excepción en el que gobierne no ya el náufragado adolescente sino el amo de las sombras y la doblez? Fouche Rubalcaba, implicado como responsable de interior en el caso Faisan, en el presunto delito de alta traición más grave desde la llegada de Tejero a las Cortes, va a ser previsiblemente el jefe de toda esta operación cuyo fin último es impedir la alternancia política en España. Si estamos tranquilos es que ya, definitivamente, han logrado enloquecernos.


ABC - Opinión

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