martes, 21 de diciembre de 2010

¿Será posible acabar con el régimen socialista andaluz?. Por Federico Quevedo

Desde hace meses, distintos sondeos de opinión vienen apuntando un importante cambio de tendencia en la elección de los ciudadanos andaluces de cara a los próximos comicios autonómicos, a celebrar, en principio, en marzo de 2012. Ayer, sin embargo, fue la encuesta del IESA, algo así como el CIS andaluz -es decir, un instituto oficial- el que ofreció unos datos muy reveladores, según los cuales si hoy hubiera elecciones anticipadas en Andalucía el PP las ganaría con una distancia sobre el PSOE de más de 9 puntos, y se quedaría muy cerca de la mayoría absoluta. Es verdad que se trata de un sondeo, y hay que darle el valor que tiene: el de marcar una tendencia que luego puede verse reflejada en las urnas, o no. Pero también lo es que el estudio ofrece algunos aspectos interesantes más allá del mero hecho de adelantar un posible escenario post electoral. Aspectos como el de que más de un 70% de los andaluces quieren que se produzca un cambio de Gobierno, y que son más los andaluces que quieren que gane el PP que los que quieren que gane el PSOE. Pero aún más significativo es el hecho de que más de siete de cada diez andaluces consideran muy negativa la situación de su comunidad, porcentaje que se eleva a más del 80% cuando se les pregunta de manera específica por la situación económica. Así, no es extraño que siete de cada diez andaluces desapruebe la gestión de Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno.

Esos son los datos, fríos, objetivos e incuestionables. Ahora cabe hacer la oportuna reflexión, en la que ustedes podrán estar o no de acuerdo, pero creo que es un hecho bastante evidente que, en primer lugar, el sondeo coincide con la percepción global de que en las próximas citas electorales se puede producir un tsunami de cambio a favor del Partido Popular. Un cambio que lleve al Partido Socialista a perder el poder en feudos tan tradicionales y arraigados como son Andalucía o el municipio de Barcelona. ¿Por qué? Es evidente que la situación general de España le está pasando una factura muy importante al PSOE, y ese es el temor que ahora mismo invade a los principales barones socialistas los cuales, tras lo ocurrido en Cataluña, están poniendo sus barbas a remojar. Ahora bien, ¿se trata solo de un castigo por la situación económica? Yo creo que no, y esto sí que es una opinión subjetiva, pero tengo la impresión de que, además de la influencia que tiene en la opinión del ciudadano la negativa situación económica, también influye un hartazgo considerable de los modos y maneras de gobernar del partido socialista y, en definitiva, los ciudadanos quieren abrir algunas ventanas para que entre un poco de aire fresco en sus vidas. Y en el caso de Andalucía esto es especialmente sintomático, porque allí el PSOE ha gobernado como si fuera su particular cortijo, con una prepotencia y un abuso de poder muy notables, con un sectarismo que roza la intransigencia, y con un mecanismo de compra de votos -el PER- que en cualquier democracia que se precie no pasaría la prueba del algodón del Estado de Derecho.
«Todo apunta a que, como ya ocurriera una vez de la mano de Soledad Becerril, la derecha pueda volver al poder en el Ayuntamiento de Sevilla, lo que supondría un duro golpe para los socialistas, dado que la capital andaluza es uno de sus ‘feudos sagrados’.»
Los ‘no críticos’ con el régimen socialista andaluz se agarran a que casi ninguna de las denuncias que se han hecho sobre la corrupción en aquella comunidad ha fructificado. Y es cierto. Pero también lo es que eso ha sido posible gracias a un entramado perfectamente dirigido y diseñado para evitar que las denuncias prosperen, y que hasta el poder judicial forma parte del sistema. Es incomprensible, por ejemplo, que la justicia haya archivado las denuncias sobre el trato de favor a la empresa de la que era empleada la hija de Manuel Chaves. Ejemplos de una justicia entregada al poder político tenemos para dar y tomar, y ayer mismo el presidente del PP de Canarias, José Manuel Soria, y la secretaria general de este partido, María Dolores de Cospedal, denunciaron ante el CGPJ a la juez que quiso llevar a prisión a Soria con un asunto que resultó ser todo un montaje de principio a fin, del que la magistrada formó parte esencial. El hecho, por tanto, de que la corrupción socialista en Andalucía no aflore no significa, en absoluto, que no exista: la gente de allí lo sabe, lo vive como algo cotidiano, pero ha llegado un momento en el que incluso hasta quienes lo toleraban ahora lo rechazan. ¿Por qué? En eso si tiene que ver, y mucho, la crisis económica, porque hace que el trapicheo, el despilfarro y la corrupción brillen con luz propia como agravio comparativo para quienes se han quedado sin su puesto de trabajo y no tienen qué llevarse a la boca para comer.

Al factor rechazo hay que sumar una oposición que, por fin, ha encontrado su camino en el complejo cruce de vías andaluz. El PP ha pasado por todo y por toda clase de manos en Andalucía, pero nunca conseguía librarse de las etiquetas de partido de señoritos y de ‘fachas’ que les había colgado la izquierda con mucho éxito… Hasta que Javier Arenas se ha puesto manos a la obra y, junto a Antonio Sanz, han hecho un trabajo memorable por llevar el mensaje del PP a cada rincón de Andalucía, y se ha notado. Vaya si se ha notado. Arenas ha conseguido conjurar el factor rechazo que hasta impedía a su partido romper su techo electoral, al menos en las encuestas, y ya veremos en las próximas municipales si también lo ha conseguido en las urnas, pero todo apunta a que sí y a que, como ya ocurriera una vez de la mano de Soledad Becerril, la derecha pueda volver al poder en el Ayuntamiento de Sevilla, lo que supondría un duro golpe para las aspiraciones socialistas dado que la capital andaluza es uno de sus ‘feudos sagrados’.

Es difícil saber si lo que anuncian las encuestas se va a cumplir. Puede ser que mucha gente ‘castigue’ a los socialistas en las encuestas pero luego no lo hagan en el momento de depositar el voto y ocurra lo mismo que ocurrió en 1996 -a eso aspira el PSOE-, y puede ser también que haya todavía más gente que no diga en las encuestas lo que de verdad piensa hacer en el momento de ir a votar, y pase lo mismo que en el año 2000 -eso espera el PP- e incluso se vaya más allá. Lo que si es cierto, y eso no es una opinión sino la constatación de la realidad, es que el PSOE está acumulando unos niveles de rechazo desconocidos hasta ahora en estos treinta años de democracia, y no es fácil hacer una lectura de lo que finalmente puede suponer eso en un resultado electoral. Hoy, por de pronto, anuncia una debacle.


El Confidencial - Opinión

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