jueves, 2 de diciembre de 2010

Menos es nada. Por Martín Ferrand

El común denominador de las nuevas medidas reside en el aumento de ingresos para el Estado.

HABRÁ que mirarlas con detalle; pero, en principio, es bueno que el Gobierno anuncie un manojo de medidas, diz que liberalizadoras, para atajar los problemas sociales y económicos que nos angustian. Sigue sin ofrecer un plan integral, un programa que vaya mucho más allá de lo previsto en la Ley de Presupuestos, con el que buscar soluciones duraderas y eso, dada la situación, no es bastante. Es insuficiente y podría ser, además, contradictorio. El común denominador de las nuevas medidas gubernamentales, con excepción de la que se refiere a la Cámara de Comercio —uno de los muchos anacronismos que nos chupa la sangre desde tiempos remotos—, reside en el aumento de ingresos para el Estado. Incluso con la privatización —la venta— de porciones de algunos aeropuertos y de las loterías. Eso, en principio, está muy bien aunque privatizar sin liberalizar al mismo tiempo es vender las joyas de la abuelita, no establecer supuestos firmes para la continuidad de los ingresos. Lo prioritario, aunque políticamente conflictivo, es la reducción de los gastos públicos. Sin grandes traumas se pueden recortar, en las tres Administraciones, más de un 15 por ciento en las partidas actuales y, además, establecer con ello un foco de ejemplaridad en la conducta del poder que, sobre su valor de bálsamo para la opinión pública, puede producir efectos didácticos que conduzcan también a una racionalización del gasto privado y al incremento del ahorro de las personas, la más eficaz de las vías de financiación de las empresas.

Entre las medidas que se nos anuncian hay una que puede crear una gran tensión social: la no renovación de la ayuda de 426 euros que viene recibiendo un buen número de parados de larga duración. Es algo necesario y, además, conveniente; pero no se deben descuidar los mecanismos asistenciales complementarios que alivien el problema que ello generará. Hasta ahora es la familia, la más sólida y profunda de todas las instituciones españolas, la que viene atemperando los rigores económicos del paro; pero esa institución familiar tiene sus límites, económicos y de resistencia, y no abarca del mismo modo a los españoles que a los inmigrantes sin empleo.

Es de celebrar que, por fin, el Gobierno apunte una mínima capacidad de reacción frente a las circunstancias adversas; pero conviene insistir en que los parches, como los que se anuncian, son meros paliativos. No son el cimiento de una solución honda y duradera. De ahí la gran inquietud: ¿El Gobierno Zapatero está en condiciones políticas, psicológicas y técnicas de ir más allá, de atacar las raíces del problema y reconducir la situación?


ABC - Opinión

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