domingo, 12 de diciembre de 2010

Madrid-Valencia, eje de progreso

Se abre ahora una oportunidad para la inversión productiva y el intercambio comercial entre dos regiones singularmente prósperas y dinámicas.

LA primera y la tercera ciudad de España están ya unidas por el tren de alta velocidad, que recorre en 90 minutos los cuatrocientos kilómetros que separan ambas capitales. Esta infraestructura ferroviaria viene a potenciar un eje territorial de máxima relevancia en el plano social y económico. Frente a la fragmentación de ciertas normativas autonómicas, siempre absurda y a veces inconstitucional, la celeridad del transporte abre grandes oportunidades a la industria, el comercio, la cultura y el ocio entre dos regiones perfectamente complementarias. Bienvenida sea la inversión en grandes obras públicas, aunque algunas se retrasan más de la cuenta, porque su rentabilidad a medio y largo plazo compensa de largo los costes de inversión. Así, los datos que hoy ofrece ABC sobre la potencialidad de los mercados conjuntos entre las comunidades madrileña y valenciana son una prueba evidente de que vertebrar esfuerzos es mucho mejor que cualquier planteamiento localista de corto alcance. Si algún reproche puede hacerse a esta magnífica realidad al servicio de todos los españoles es que el AVE entre Madrid y Valencia ha tardado más de la cuenta, relegado por otras inversiones a las que se concedió prioridad política. Parece evidente que —en los últimos años— los responsables políticos del Ministerio de Fomento no tenían excesiva prisa por impulsar el eje entre dos comunidades gobernadas por el PP, cuyos excelentes resultados en el ámbito socieconómico las convierten en verdaderos «buques insignia» del proyecto popular. Partidismos al margen, bien está lo que bien acaba. El AVE es una muestra palpable de que la España de nuestros días es capaz de hacer las cosas como se debe cuando los esfuerzos se suman y la racionalidad predomina sobre el interés coyuntural. La política de infraestructuras debe regirse por criterios de rentabilidad y eficiencia, lejos de cualquier debate artificial sobre centralismo y periferia o sobre rivalidades entre vecinos. Por fortuna, quedan ya lejos aquellos tiempos en que desplazarse desde Madrid a Valencia o viceversa era una auténtica aventura, ya fuera por carretera o por ferrocarril. A pesar de la crisis económica, se abre ahora una oportunidad muy positiva para la inversión productiva y el intercambio comercial entre dos regiones singularmente prósperas y dinámicas.

ABC - Editorial

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