martes, 7 de diciembre de 2010

«¡Al cielo, ar!». Por Ignacio Ruiz Quintano

Es agradable ser importante, pero es más importante ser agradable. Si conociera este modesto consejo de colmado sevillano, otro sería Rubalcaba, el gran ténebre de la política española: de la cal a la terminal pasando por el faisán. «¡Quiero volar, quiero volar!», chilla, como si fuera italiana, una dama norteña atrapada en un aeropuerto. Y, en pleno puente de la Constitución, el Cromwell de Solares saca los tanques para que vuelen los aviones. ¡Y los filósofos de guardia llamando fascista a Belén Esteban! Las consignas gubernamentales son claras: los controladores ganan dinero; luego los controladores son fachas; luego los controladores votan al PP; luego el PP ha organizado el plante. La Educación para la Ciudadanía ha preparado las cabezas para procesar esos silogismos. Podemos verlo de otra manera: los viajeros de avión son ricos (más que los que viajan en autobús o barco); luego los viajeros de avión son fachas; luego los viajeros de avión votan al PP; luego los viajeros de avión no tienen derecho a protestar. Bajo la bota militar de los hombres de María del Carmen Chacón Piqueras, una controladora dice, y con razón, a esa cosa tonta que es la opinión pública: «Nos exigís currar todos los días para tener vuestros putos puentes y vuestras putas vacaciones». El Cromwell de Solares responde que aquí el que echa un pulso al Estado lo pierde. No sabemos si se refiere al carnicero Chaos en huelga de hambre o a los rescates que pasa al cobro la oficina de Bin Laden por los pijos que se nos pierden jugando al humanitarismo de café. El caso es que los controladores han perdido el pulso. ¿Por qué? Por no pertenecer a un sindicato de clase, es decir, vertical y subvencionado. En la huelga del Metro de Madrid el Cromwell de Solares no tuvo pelotas para poner a los sindicalistas bajo el Código Penal Militar. Ni siquiera envió a los guardias de la porra. ¡J..., qué tropa!

ABC - Opinión

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