jueves, 25 de noviembre de 2010

Lo peor del Gobierno. Por M. Martín Ferrand

Ante una crisis tan económicamente profunda y socialmente dañina no se puede andar con paños calientes.

MIGUEL Ángel Fernández Ordóñez, MAFO, gobernador del Banco de España, tiene tanto talento como tuvo su ya desaparecido hermano Francisco, el creador, con UCD, de la reforma fiscal que, con la Constitución, significó la mayor de las transformaciones experimentadas en aras de la Transición. En el franquismo solo pagaban impuestos, y pocos, cuatro panolis. Era un sistema político «gratuito» para los ciudadanos y de ahí buena parte de sus éxitos y la razón primera de su perdurabilidad. Lo que le pasa a MAFO es que tiene menos habilidad escénica, representativa, que su hermano. Durante los últimos tres años, los de la llegada y aterrizaje de la crisis que nos empobrece y anonada, debió hablar continuamente y señalar la desmesura de las Cajas, la alegría de los Bancos y la ligereza de los planteamientos económicos del Gobierno. Guardó silencio. Ahora, ignoro si arrepentido, empujado por los acontecimientos o aterrorizado ante la que se nos viene encima, le ha dado por hablar. Más vale tarde que nunca, dicen los conformistas.

Está claro que lo peor del actual Gobierno de España, incluso por encima de su falta de rumbo y proyecto, reside en su falta de credibilidad internacional. José Luis Rodríguez Zapatero ha cambiado tanto de planes, ha dicho y se ha desdicho tantas veces, que en el ámbito de la UE no es el hazmerreír en jefe porque hay mucha competencia para el cargo; pero son pocos quienes le toman en serio y le valoran como debiera serlo el primer ejecutivo de una Nación como España. Por eso resulta oportuno que MAFO, recuperado de sus muchos silencios —unos culpables y otros cómplices—, pida, por doloroso que resulte, que se acelere la reforma de las pensiones. Ello serviría, dice, «para reafirmar el compromiso del Gobierno con la disciplina presupuestaria y con su capacidad para efectuar reformas de calado».

Ante una crisis tan económicamente profunda y socialmente dañina no se puede andar con paños calientes ni aplazamientos interesados o sentimentales, desde los que inspira el calendario electoral a los que marca la Navidad. Hay que obrar con energía. La demora nunca tuvo virtud terapéutica alguna, todo lo contrario. Los pactos de estabilidad y semejante tipo de zarandajas no sanarán la enfermedad. Hay que actuar. La credibilidad será el primer fruto y la rebeldía social que, sin duda, provocarán los recortes que exige el sistema, entran en el sueldo de quienes lucen la púrpura del poder. Cualquiera puede resultar simpático, pero muy pocos resultan eficaces. ¿Se trata de que cada uno se lleve a Zapatero a su propia casa o de considerar su relevo en los próximos comicios?


ABC - Opinión

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