martes, 12 de octubre de 2010

Una nación para pocas fiestas

El Ejecutivo socialista y su presidente están en la gestión de su propia crisis de crédito e imagen, y no en la de los intereses generales.

LA de hoy es sin duda una de las celebraciones más grises de la Fiesta Nacional de los últimos años. Sólo el balance de la lucha contra ETA abre una puerta de optimismo, tanto más pertinente en un día como hoy, en el que las Fuerzas Armadas cobran un protagonismo singular. Pero más allá de la lucha antiterrorista, el panorama sume a los ciudadanos en un clima de preocupación y de falta de expectativas. Ayer, el CIS medía este deprimido ánimo social con un nuevo sondeo que pone a la clase política como el tercer problema de España, por detrás del paro y la crisis económica. Cuando los llamados a liderar la recuperación y el impulso son considerados más parte del problema que de la solución, la sociedad sólo puede reaccionar con decepción. Lejos de ser reprochable esta actitud, la sociedad española se ve abocada a cuestionar las instituciones que deben liderar un movimiento de esperanza. La falta de acuerdos de Estado, el menudeo de los partidos políticos y la ausencia de un Gobierno que responda de tal nombre no dan para otro estado de opinión.

La Nación no está para fiestas, ni puede estarlo cuando el 20 por ciento de su población está en paro y casi la mitad de sus jóvenes no encuentra trabajo. Si a quienes representan el futuro se les ofrece este presente, la encuesta del CIS está más que justificada. Tampoco hay lugar para fiestas cuando la nación está desgobernada, en el sentido de que hace tiempo que carece de una dirección política, porque el Ejecutivo socialista y su presidente están en la gestión de su propia crisis de crédito e imagen, y no en la de los intereses generales. Acaba 2010 sin un solo dato de la actividad económica que mejore sostenidamente y que sirva de ilusión para afrontar nuevos sacrificios como los que están por venir. A pesar de esto, el Gobierno utiliza los Presupuestos —la principal herramienta de que dispone contra la crisis— para pactar con los nacionalistas su supervivencia política y desoye las recomendaciones del FMI y del Banco de España, que le piden un «plan B», porque temen que sus previsiones macroeconómicas no se cumplan. La causa de este tono gris que envuelve la Fiesta Nacional de hoy es, sin duda, la crisis económica, pero no sólo la crisis. Principalmente es la convicción ciudadana de que, mientras no haya un cambio político radical, España está estancada en vía muerta.

ABC - Editorial

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