martes, 12 de octubre de 2010

Fiesta nacional en una España que no está para fiestas. Por Antonio Casado

Por el desfile militar y la posterior recepción en el Palacio Real sabemos que hoy se celebra la Fiesta Nacional en un país que no está para fiestas, a la vista del estado de ánimo de los españoles recogido en el último barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas). Mala o muy mala la situación económica, según un 70,3 %. Mala o muy mala la situación política, en un 63,3%.

Como para hacer cola en los aeropuertos. Pero no hay fuga. La evasión es ocasional y televisada. Estamos de “puente”. Y además, los deportistas españoles potencian nuestro sentimiento de pertenencia. Por no decir orgullo. Fue un domingo inolvidable. En los circuitos de MotoGP y Moto 2, donde Jorge Lorenzo y Toni Elias subieron a lo más alto del podium. Como Óscar Freire en la Paris-Tours de ciclismo o Rafa Nadal en el torneo de Tokio de tenis. Todos ellos volvieron a pasear la marca España por el mundo en vísperas de lo que Franco llamó el Día de la Raza cinco minutos después de enterrar o transterrar a sus enemigos.


Pero eso ya es historia. No lo de Lorenzo, Elías, Freire, Nadal o el gol de Iniesta, sino lo de llamar Día de la Raza a lo que se venía llamando Fiesta de la Raza desde que don Antonio Maura, en los albores del siglo XX, quiso perpetuar la gesta del Descubrimiento de América. Maura sólo fue el primero en la serie de gobernantes empeñados en marear la perdiz. Hasta el punto de sugerir al último de ellos, Rodríguez Zapatero, aquel insensato comentario sobre la nación como “concepto discutido y discutible”, que ustedes recordarán con toda seguridad.

«Don Antonio Maura se inventó la Fiesta de la Raza para mejorar la consistencia de nuestras señas de identidad nacional y el orgullo de ser españoles, que estaba en horas bajas después del desastre del 98.»

Estábamos en que don Antonio Maura, aquel Bismarck de cercanías que predicaba la revolución desde arriba, por nuestro bien, claro, se inventó la Fiesta de la Raza para mejorar la consistencia de nuestras señas de identidad nacional y el orgullo de ser españoles, que estaba en horas bajas después del desastre del 98. Pero al general Franco le debió parecer mejor, ya en 1940, ese otro enganche verbal con la memoria histórica: Día de la Raza. No por mucho tiempo. Dieciocho años después lo convirtió en Día de la Hispanidad.

Pero tampoco fue definitivo aquel nuevo volantazo semántico al significado del 12 de octubre. Tuvo que llegar Felipe González en 1987 para dejarlo en Fiesta Nacional, por ley. Y así hasta hoy, convertida ya en un peligroso photocall donde se retratan los líderes nacionales.

Zapatero quiso posar sin levantarse al paso de la bandera americana. Y a Mariano Rajoy un micrófono furtivo le pilló refiriéndose al desfile militar como un verdadero coñazo. Así que la clase política y los representantes institucionales invitados a las tribunas del desfile militar y la recepción en los salones del Palacio de Oriente deben redoblar sus precauciones en este día de corrillos, cámaras inesperadas y micrófonos chivatos.


El Confidencial

0 comentarios: