domingo, 3 de octubre de 2010

Socialismo a la catalana. Por M. Martín Ferrand

La chapuza vive aquí y forma parte de la cultura, de la historia y de la ley, del orden y de los oficios y profesiones.

AL PSC de José Montilla, según su propia confesión, le interesan por igual la justicia social y la defensa de la identidad nacional de Cataluña. Es una extraña manera de ser socialista que lleva la contradicción en su interior y que no solo renuncia a la internacionalidad que marca a las izquierdas de pura cepa, sino al más elemental sentido nacional español en el que se fundamenta(ba) históricamente el PSOE. Un PSOE que, por las circunstancias, dejó de ser obrero hace mucho tiempo, es ya algo más que un partido —tres por lo menos—, poco menos que socialista y resulta español, únicamente, en la medida en que no es portugués o noruego. Lo de la justicia social, ya en el siglo XXI e inmersos en una idea generalizada y no discutida del Estado de Bienestar, parece mostrenco y convierte en fundamental y decisivo el sentido nacional del PSC que, en las próximas autonómicas, se enfrentará básicamente a CiU, otro partido que antepone lo de la identidad catalana a todo lo demás. Triste panorama.

Mariano Rajoy, que pasea por las cuatro provincias del noroeste con Alicia Sánchez-Camacho en un alarde de infundada esperanza electoral, acierta cuando dice que «el problema de Cataluña no es ideológico, sino que está instalado en la chapuza permanente». Eso, además de ser una verdad incontestable, demuestra la tremenda españolidad de Cataluña. La chapuza vive aquí y forma parte de la cultura y el folclore, de la historia y de la ley, del orden y de los oficios y profesiones. Incluso, ante la lamentable delgadez de los valores espirituales en presencia, no solamente los religiosos, la chapuza es una forma de fe y una técnica de esperanza. Niega el futuro, pero hace más llevadero el presente de quienes reclaman derechos sin aceptar obligaciones. La mayoría.

En el orden de la chapuza, y llámelo Zapatero como guste, el relevo de Celestino Corbacho y la posible necesidad de sustituir a Trinidad Jiménez, es la base de una próxima «crisis» de Gobierno. Es una buena oportunidad para tratar de mejorar las hechuras de un equipo de mínimos en el talento y la acción. Cabe sospechar que lo de Corbacho ha de ajustarse a un trámite sindical. No en vano, y tras la mascarada de una huelga general de baja intensidad, UGT y CCOO constituyen, de hecho y con el PNV, el único sostén gubernamental; pero a la legislatura le queda mucho tiempo por delante y, ya que el Presupuesto no augura potencialidad de remedio y solución, serían deseables nombres de refresco para que no sigan creciendo los daños, el déficit y la deuda: las tres «d» que, en campo de gules, marcan la heráldica del de León.


ABC - Opinión

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