miércoles, 6 de octubre de 2010

Plan B. Por Ignacio Camacho

El gobernador del Banco de España es un optimista: solicita un plan B dando por supuesto que hay un plan A.

EL gobernador del Banco de España, al que el Gobierno que lo ha nombrado tiende a considerar un cenizo, es sin embargo un optimista impenitente. No tanto como Zapatero, pero casi: al solicitar ayer un plan B para la economía española ha dado por supuesto que existe un plan A. Es de temer que Miguel Ángel Fernández Ordóñez —conocido en el ámbito político con el acrónimo de MAFO— haya dado en considerar con benevolencia un plan al conjunto deslavazado de medidas de ajuste adoptadas por el Gobierno a raíz de las urgencias perentorias del Directorio Europeo; sin embargo eso no viene a ser más que una atropellada improvisación ejecutada de cualquier manera para salvar el riesgo inmediato de quiebra. Un plan requiere un diagnóstico intelectual, un proyecto político y un método directivo, y nada de eso hay en el precipitado bandazo con que el presidente se aplicó hace cuatro meses una brusca enmienda a la totalidad a sí mismo.

La propia necesidad de un plan B, sugerida con sensatez por MAFO ante el temor de que el ajuste no tenga los efectos deseados y desemboque en una nueva coyuntura de riesgo, revela la inexistencia del plan A más allá de la inmediata aplicación de unas cuantas reformas urgentes y forzosas. La política del zapaterismo puede ser cualquier cosa menos planificada; su esencia es la de su propio estilo, repentista y contradictorio, zigzagueante e inseguro, basado en una interpretación aventurera del principio de estímulo y respuesta. Al gobernador, que además de ser hombre metódico dispone del mejor cuadro de análisis de la economía española, debe de producirle sarpullidos semejante manera de jugar a la ruleta rusa. Su advertencia, formulada en la solemnidad de una comparecencia parlamentaria, provoca escalofríos si se medita que no obedece a pulsiones intuitivas sino a datos objetivos; simplemente, tiene razones para temer un escenario de defaultfinanciero. Tradúzcase como quiebra y/o suspensión de pagos.

No anda muy lejos Paul Krugman, ese Nobel socialdemócrata al que hacía la pelota Zapatero, cuando pronostica en un reciente libro el peligro de un corralitobancario en España. Por fortuna el sabio Krugman tiene una pronunciada tendencia a equivocarse, pero las previsiones de MAFO sobre la evolución de la crisis, sin ser todas exactas, se han cumplido con bastante más exactitud que las del Gobierno; no hace demasiado tiempo que algunos ministros lo apostrofaban por pedir… una reforma laboral. Si hubiese al frente de Economía —y no digamos del propio Gobierno— una personalidad solvente, con influencia y prestigio, las predicciones melancólicas podrían relativizarse a través de ese intangible que es la confianza política. Pero con este presidente y esta vicepresidenta entregados al autodesmentido, el globo sonda y los pronósticos voluntaristas, un pesimista parece más que nunca un optimista bien informado.


ABC - Opinión

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