sábado, 25 de septiembre de 2010

Zapatero quiere estrangular a las comunidades del PP. Por Federico Quevedo

Ya saben ustedes que, en su filosofía política, Rodríguez es un seguidor fiel del principio maquiavélico según el cual “el fin justifica los medios”

No recuerdo bien cuando lo dijo, pero hay una frase del que fuera primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid siendo Enrique Tierno Galván el regidor, Juan Barranco, que perfectamente se podría aplicar al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y a la manera absolutamente antidemocrática con la que está tratando de mantenerse en el poder. Decía Barranco que “el poder solo corrompe a los corruptos, hace golfos a los que son golfos e inmorales a los que ya lo eran antes”. Rodríguez, perdonen que lo diga con esta crudeza, puede ajustarse a este retrato. No un corrupto en el sentido en el que lo entendemos habitualmente, sino en el de quien ha desvirtuado por completo el Estado de Derecho y lo ha vulnerado hasta el extremo de provocar una tensión institucional sin precedentes. No un golfo en el sentido delictivo del término, sino en el de aquel que se sitúa por encima de la ley. Y si un inmoral en el sentido de quien no tiene principios ni responde a motivaciones mínimamente éticas o morales.

Rodríguez sólo se mueve por un estímulo, el del odio, y ya escribía Víctor Hugo que “cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga”. Su afán durante todo este tiempo, desde que llegara al poder en 2004, ha sido acumular más poder e intentar aniquilar a quien pudiera hacerle sombra u oposición. Así, ha actuado como un auténtico killer para los suyos, y como un caudillo déspota para quienes discrepan de él y de sus políticas. Toda su obsesión se ha centrado en un único objetivo: aniquilar al PP, y para ello ha utilizado y va a utilizar todas las armas a su alcance. Eso significa aprovechar todas las circunstancias que le favorezcan en ese objetivo, aun incluso aquellas que puedan repararle otros daños. En ese sentido, la crisis económica, lejos de ser un impedimento, se puede convertir en un aliado coyuntural a la hora de conseguir ese fin. Y ya saben ustedes que, en su filosofía política, Rodríguez es un seguidor fiel del principio maquiavélico según el cual “el fin justifica los medios”.


En los próximos meses, la Comunidad Valenciana va a protagonizar un importante vencimiento de bonos. Dado su elevado nivel de deuda, los mercados financieros ya le han dicho al Gobierno de la Generalitat que no van a renovar esa emisión, lo cual va a significar que, si no tiene liquidez, el Ejecutivo de Francisco Camps se va a ver obligado a reestructurar su deuda y, en el peor de los casos, declararse en quiebra. El asunto es grave no voy a engañarles. ¿Cómo se ha llegado a esa situación? Buena parte de culpa la tiene el propio Gobierno central que ha permitido a las Comunidades Autónomas elevar sus techos de gasto durante esos años atrás sin prever las consecuencias de esa política expansiva. Obviamente, el Gobierno Valenciano también tiene su cuota parte de responsabilidad. Pero la cuestión es que el Gobierno de Rodríguez, en lugar de ponerse a estudiar la situación y sus posibles soluciones con el Ejecutivo valenciano, a lo que se está dedicando es a airear sus dificultades en los mercados internacionales y a poner a la Comunidad Valenciana entre la espada y la pared.

¿Por qué? Es bien sencillo: si llegara a producirse una situación de suspensión de pagos, el Partido Socialista tendría un doble argumento ‘electoral’ contra el PP, es decir, que además de corruptos -por el ‘caso Gürtel’-, son malos gestores. Un argumentarlo que no solo le valdría contra el PP valenciano, sino en general contra todo el PP. De hecho, Rodríguez quiere que situaciones parecidas se produzcan en otras comunidades del PP como Madrid o en ciudades importantes como la capital de España o la de la propia Comunidad Valenciana, y de ahí la reciente medida de impedir a ambas volver a endeudarse a partir de enero de 2011, mientras que sí se abre la mano para que puedan hacerlo ciudades gobernadas por el Partido Socialista. El objetivo de Rodríguez es llevar al PP al estrangulamiento económico allí donde gobierna, en un condenable ejercicio de absoluta irresponsabilidad. El presidente está encantado pensando que eso pueda suceder, sin darse cuenta de que es igual a darnos todos un tiro en el pie. Lo es porque, de producirse esa situación, la que de verdad saldría mal parada es la imagen de España en el exterior y, sin lugar a dudas, volverían a reproducirse las tensiones sobre nuestra deuda soberana.

Eso, además de que tal situación pondría bajo la lupa al resto de comunidades autónomas, entre ellas Cataluña cuya situación financiera es igual que la valenciana, con la única diferencia de que no tiene que afrontar vencimientos de deuda inmediatos. Pero todo el mundo recuerda como este verano la Generalitat de Cataluña fue incapaz de colocar su propia deuda en los mercados internacionales. No estamos para andar con jueguecitos electorales. El asunto es de una extraordinaria gravedad, y pone de manifiesto la doblez ética de Rodríguez Zapatero, un gobernante capaz de trocear el Estado con tal de mantenerse en el poder, capaz de dar facilidades a los sindicatos para que la huelga general les salga medianamente bien y después volver a darse los acostumbrados abrazos a costa de desempleo colectivo y el drama de cientos de miles de familias españolas que no llegan a fin de mes, mientras Toxo se va de crucero de lujo y Méndez sigue vistiéndose en un sastre londinense con nuestros impuestos -que, no les quepa duda, van a subir porque el Gobierno necesita esa recaudación-. Además de un mal gobernante, Rodríguez se ha convertido en un episodio negro de la historia de este país. Echarle es un ejercicio obligado de salud democrática. Y mental.


El Confidencial - Opinión

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