lunes, 6 de septiembre de 2010

El Gobierno no entra al trapo del último guiño de ETA. Por Antonio Casado

Las mejores noticias sobre ETA nos las venían dando la Guardia Civil, la Policía Nacional, el CNI y la Gendarmería francesa. Excelentes, por cierto, y conformes a la doctrina del pájaro en mano. Espero y deseo que el comunicado de la banda difundido ayer por la BBC y más debido a la necesidad que a la virtud, no resucite la doctrina del ciento volando. De momento, celebremos la coincidencia del Gobierno y el PP en calificarlo de “insuficiente” y en no hacer el juego a ETA hasta el anuncio de su desaparición definitiva.

El consejero de Interior del Gobierno Vasco, Rodolfo Ares, fue ayer bastante contundente respecto a la continuidad del acoso policial y judicial a la banda terrorista y sus amigos políticos. “Las Fuerzas de Seguridad del Estado no están en tregua”, dijo. La línea oficial del Gobierno se mantiene inalterable desde el atentado a la T-4 del 30 de diciembre de 2006. A ETA se le han terminado todas las oportunidades. Solo le queda anunciar su disolución. Y el único proceso de “negociación y diálogo” posible sería aquel que se ocupase del cuándo, dónde y cómo se llevaría a cabo la entrega de las armas.


Más de lo mismo en el cansino discurso de una banda terrorista en fase terminal. Hasta las mismas palabras en combinaciones diferentes para dar apariencia de novedad al enésimo alto el fuego con emplazamiento negociador al “Gobierno de España” y guiño a la “comunidad internacional”. De la hoja de reclamaciones se cae Navarra. Lo demás, viejo como la orilla del río, aunque con otro envase semántico. A saber: derecho de autodeterminación y cambio de marco político.

Puesto que la “decisión de no llevar a cabo acciones armadas ofensivas” no es definitiva ni irreversible, porque si lo fuera lo hubieran precisado los responsables de la banda, resulta descarado su carácter instrumental. Básicamente, facilitar la participación de sus amigos políticos en las elecciones territoriales de 2011. Por lo demás, el discurso etarra es el de siempre. Tan “ambiguo” y tan “fraudulento” –así lo calificó Javier Ares-, como todos los demás. Lo que pasa es que ahora estamos todos ya muy toreados como para volver a entrar al trapo.

En cuanto al alto el fuego anunciado, apenas si se percibe como una noticia. Ni buena ni mala. El permanente acoso policial, las caídas de las sucesivas direcciones etarras y el encarcelamiento de sus amigos políticos, han derivado en una clamorosa debilidad operativa de la banda.

Así que su patética pretensión de perdonarnos la vida ya no es creíble. La opinión pública sabe que hoy por hoy la vida de un guardia civil está más amenazada por los talibanes de Afganistán que por los etarras de Euskadi. Y para constatarlo no necesitamos a Desmond Tutu o Willem de Klerk.


El Confidencial - Opinión

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