sábado, 4 de septiembre de 2010

Crisis de gobierno

Estamos en presencia de otra maniobra oportunista que confunde al Estado con el partido y transmite la impresión de un Ejecutivo que ha perdido por completo el rumbo.

EN una democracia moderna resulta inaceptable la confusión entre el interés general del Estado y el interés particular del partido gobernante. Sin embargo, Rodríguez Zapatero no tiene pudor a la hora de cruzar ese límite infranqueable que separa las instituciones públicas de las coyunturas partidistas. Así lo demuestran una vez más los movimientos de piezas en el seno del Gobierno al servicio de las candidaturas del PSOE en las próximas elecciones autonómicas. Al caso ya conocido de Madrid, con Trinidad Jiménez y el propio Jaime Lissavetzky, se suma ahora la situación de Celestino Corbacho, a quien Rodríguez Zapatero envía de regreso a Cataluña para reforzar en lo posible las expectativas a la baja del PSC. El titular de Trabajo queda así en una situación de interinidad con vistas a la huelga general prevista para el día 29, aunque los planes del presidente no se ven alterados por esta evidente pérdida de peso político del ministro ante los líderes sindicales. Bien es verdad que Corbacho es una de las muchas piezas ya amortizadas en ese proceso de deterioro sin remedio al que Rodríguez Zapatero somete a un equipo incoherente y desbordado por las circunstancias. Es probable también que Corbacho prefiera volver a la política catalana después de una etapa marcada por fuertes recortes a las prestaciones sociales, difíciles de asumir para un dirigente de su perfil. Sea como fuere, el presidente coloca a cada uno según le conviene en cada momento y considera el Consejo de Ministros como un elemento más en el tablero de sus objetivos a corto plazo.

Por esta vía indirecta, Rodríguez Zapatero opta por una falsa solución al dilema entre mantener sin cambios a un equipo que no funciona y abrir una genuina crisis de Gobierno para buscar el impulso político que le permita afrontar con alguna posibilidad de supervivencia el periodo convulso que se avecina. Sin embargo, este camino no conduce a ningún sitio porque poco o nada cabe esperar del ministro que se incorpore sobre la marcha para sustituir a Corbacho. Lo mismo ocurrirá en Sanidad, si es que Tomás Gómez no altera los planes de Ferraz para la candidatura de Madrid. Tal como van las encuestas en Cataluña, tampoco parece que el ex presidente de la Diputación de Barcelona pueda obrar el milagro de evitar la derrota más que probable del PSC. Así las cosas, estamos en presencia de otra maniobra oportunista que confunde al Estado con el partido y transmite la impresión de un Ejecutivo que ha perdido por completo el rumbo.

ABC - Editorial

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