sábado, 14 de agosto de 2010

On the rocks. Por Ignacio Camacho

Conservado en el hielo de su tenebroso poder, Castro ha sobrevivido a una verdadera glaciación política.

HAY un problema con Fidel Castro: no es tan viejo como sugiere la eternidad que lleva en el poder. En medio siglo de tiranía se le ha podrido el régimen y el aparato digestivo, pero a los 84 años un hombre bien atendido por la medicina no está hoy aún en el corredor de la muerte. El dictador aún tiene tiempo de liquidar política o hasta físicamente a muchos de los que le daban por enterrado; quizás incluso a su propio hermano, que no parece demasiado contento de esta reaparición de prematura ultratumba que ha mandado al limbo las esperanzas de una «solución biológica» a esa lenta decadencia de la autarquía cubana. La resurrecciónde Fidel alarga la agonía de una nación en coma; en virtud de unos siniestros vasos comunicantes, el futuro que le quede es un presente que le roba a su pueblo.

Conservado en el hielo de su tenebroso poder, como ese whisky de Shackleton recién descubierto en la Antártida, intacto y acaso bebible on the rocks, Castro ha sobrevivido a una verdadera glaciación política. Se ha descongelado la Guerra Fría, se ha derrumbado el muro de Berlín y se ha derretido la atroz utopía comunista que le dio soporte —que no sentido— a su delirio totalitario, pero su reloj vital ha seguido latiendo bajo los escombros de una ideología desmoronada. Lo que su larga dictadura nos ha hecho olvidar es que era muy joven cuando entró al frente de los barbudos en aquella corrupta Habana de mafias y casinos; era su cruel determinación, su precoz autoritarismo, su fanático arrojo lo que le hacía parecer desde el principio mayor de lo que señalaba su edad objetiva. En una sociedad dinámica y abierta el tiempo habría acelerado su desgaste político hasta jubilarlo en el panteón de las transformaciones sociales, pero el clima inmóvil de la revolución creó en Cuba una burbuja hiperbárica como la que Julio Verne imaginó en el centro de la tierra: un hábitat resistente, una reserva biotópica para la conservación de los dinosaurios y demás especies condenadas por la ley del progreso de la Historia.

Cuba es a día de hoy un macabro parque temático del tardocomunismo en el que la figura demacrada del estrafalario comandante preside, ya sin galones en la ritual guayabera verde olivo, la escenificación patética de una liturgia de cartón piedra, una representación gastada y artificiosa de la vieja ceremonia revolucionaria que más bien parece una parodia de sí misma. Este izquierdismo crionizado, este vetusto socialismo de guardarropía es una reliquia anacrónica de un tiempo vencido, pero Fidel aún tiene, al parecer, salud para conservarse entre los hielos de su terca megalomanía e imponer a sus compatriotas la permanencia obligatoria en una atmósfera fósil. El whisky de Shackleton, al menos, nadie se lo va a beber porque forma parte del patrimonio de la arqueología.


ABC - Opinión

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