sábado, 21 de agosto de 2010

Madrid, castillo famoso. Por M. Martín Ferrand

Desde el PP, a Trinidad Jiménez, debieran ponerle alfombra roja. Aunque hablara en chino.

«Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo»

Como dijo Nicolás Fernández de Moratín —el padre del genial Leandro—, es una ciudad compleja en la que sus vecinos hemos adoptado la patria de nuestros hijos en lugar de tener como referencia la de nuestros padres, al estilo de la mayoría de las ciudades españolas. Por eso puede resultar especialmente irritante que quien tiene por oficio retribuido representarnos en la Asamblea de Madrid, Juan Soler, portavoz adjunto del PP, descalifique a Trinidad Jiménez como aspirante a enfrentarse a Esperanza Aguirre por el Gobierno de la Comunidad por tener acento andaluz. Ignoro el sistema disciplinario con el que nuestros partidos, auténticos conventillos, corrigen la conducta de sus militantes extraviados; pero, cuando menos, a este Soler, que lleva cuatro legislaturas calentando escaño, debieran dejarle sin postre y reducirle la paga del domingo.


Antes, cuando eran los españoles más queridos y admirados por todos los demás españoles, los bilbaínos presumían, en alarde grandón, que «los de Bilbao nacemos donde se nos antoja». Ese privilegio se ha trasladado a Madrid. Ahora somos madrileños, solo por sacar pecho a la hora de decirlo, quienes hemos nacido en La Coruña, en Cádiz, en Salamanca, en Alicante o en Rodrigatos de Obispalía. Madrid ha sabido, cuando bullen los fervores nacionalistas, regionalistas y localistas, prescindir de los catetismos vinculados al terreno y, con ejemplar señorío, convertir el casticismo en espectáculo y conformar una de las ciudades más abiertas y cosmopolitas, divertidas y animadas de todo el Viejo Continente. Más, incluso, de lo que fue Barcelona antes de que el virus convergente y sus mutaciones por la izquierda enfermaran la ciudad y la apaletaran.

En lo político, si ese Soler del PP no fuera un pardillo de cercanías, impresentable por la disposición xenófoba que acredita, estaría encantado con la candidatura de la todavía ministra de Sanidad. Tendrá que enfrentarse, en primarias, a Tomás Gómez. Si gana, pues bendita sea. El juego electoral discernirá si será ella quien se quede con la Puerta del Sol o si prorrogará mandato, de gran señora, Aguirre, la de las malas compañías. Pero si pierde frente a Gómez, después de haber sido «impuesta» por José Luis Rodríguez Zapatero, el fracaso del presidente será tan grande y estruendoso que hasta, para bien de todos, podríamos librarnos de él. Bien porque, arrepentido, se fuera al Císter o porque su partido, en legítima defensa, le diera la boleta. Desde el PP, a Jiménez, debieran ponerle alfombra roja. Aunque hablara en chino.


ABC - Opinión

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