viernes, 2 de julio de 2010

Zapatero huye del Estatut como si tuviera la sarna. Por Antonio Casado

De trauma para Cataluña, nada. En todo caso para la clase política. El cepillado del Estatut no está en la calle sino en los cálculos electorales de los partidos, obligados a retratarse sobre el fallo del Tribunal Constitucional.

Sorprendentes los bocinazos de José Montilla, el presidente de la Generalitat y líder del PSC, mientras los ministros Corbacho y Chacón le tiran de la chaqueta para que no se eche al monte. Al revés que Artur Mas (CiU), un nacionalista puro sediento de centralidad, o sea, de poder, y por tanto, encantado de ver al frente de la manifestación a un president de estirpe andaluza que viene de pifiarla en el llamado “tripartito” junto al abertzalismo de ERC.

No menos sorprendente es la calculada indolencia del presidente del Gobierno de la Nación, Rodríguez Zapatero. En la frente lleva escrito el pase de mí este cáliz lo antes posible. Ayer, por fin, abrió la boca para confirmar la desgana. Que es una “buena noticia” el largo y penoso alumbramiento de la sentencia sobre el Estatut y que el Tribunal Constitucional ha avalado “la inmensa mayoría del texto”. Eso se poner tierra por medio. Demasiada distancia por parte de quien lo apadrinó, incluso lo cocinó, como su obra predilecta.


La desgana de Zapatero

Después de haber colaborado en el alumbramiento y haberse partido la cara con todo el mundo en defensa de su total constitucionalidad, ahora, cuando el alto tribunal lo encuentra parcialmente inconstitucional, cuando afloran los vicios ocultos del Estatut, Rodríguez Zapatero se aleja de él como si tuviera la sarna. Se hace de nuevas respecto a lo que el alto tribunal dice sobre la nación, la lengua, las competencias, el poder judicial, la financiación, la bilateralidad, etc. Hace como si la cosa no fuera con él y solemniza la nada: “Esta es una sentencia para la tranquilidad”.

Sobre todo la suya. De María Emilia Casas ha conseguido la coincidencia de una sentencia que le deja en mal lugar con los efectos de los impopulares recortes. Al desgaste por el tijerazo le hubiera esperado el desgaste por la sentencia dentro de unos meses. Los males, mejor juntos y no espaciados en el tiempo. Ahora le pasa el marrón a los políticos catalanes, que están en capilla electoral, y él mira a las vacaciones de verano como un burladero que le libre de nuevas embestidas.

¿Y Mariano Rajoy, el recurrente? Perfil bajo, con llamada al orden a Camps para que no enrede. Pero el silencio de Rajoy se entiende mejor que la desgana de Zapatero, por comparar la reacción de los dos grandes implicados. El recurrente y el recurrido. A éste le quitaron razones y a aquél se las dieron. Por tanto, sobre el silencio de Rajoy siempre se podrá decir que no quiere ensañarse.

Él estaría encantado si se dijera que renuncia a la explotación del éxito, pero no son esas las causas de su prudente y asimismo calculado silencio. A cuatro meses de las elecciones catalanas, no quiere que la reprobación parcial del Estatut, por un recurso del PP, vuelva a convertirse en una excusa para volverle a colocar el sambenito del anticatalanismo. No piensa dar motivos. Véase la rapidez con la que ayer Maria Dolores de Cospedal pidió disculpas por si el presidente catalán, José Montilla, se había sentido ofendido por unas declaraciones de la secretaria general del PP.


El Confidencial - Opinión

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