viernes, 30 de julio de 2010

Independencia y credibilidad de los medios, bajo cero. Por Antonio Casado

Ayer me tocó hablar en los cursos de verano de El Escorial sobre “Credibilidad” e “Independencia” en los medios. Las dos grandes palancas del Periodismo para cumplir su función social, que consiste en la formación de una opinión pública sana y sin mando a distancia del Poder. Y dije que ambas están bajo cero. Sobre todo al conjugarlas en relación con las empresas dedicadas al negocio de la comunicación.

Si nos ceñimos exclusivamente a los comportamientos individuales, no es difícil encontrar casos de periodistas cargados de credibilidad e independencia, pero en un contexto en el que esos valores no cotizan o cotizan a la baja frente a imperativos políticos y comerciales. En realidad deberíamos decir únicamente comerciales, porque hasta lo político se ha convertido en una derivada del famoso poder invisible de los mercados, que a punto han estado de derribar al Gobierno de España durante las consabidas turbulencias de estos últimos meses.


Credibilidad e independencia, pues, son bienes de escasa circulación en el mercado de la comunicación. Nada que hacer a la hora de competir con los índices de audiencia, la facturación por publicidad o la caza del famoso. Simplemente porque, como queda dicho, los imperativos del mercado (cuentas de resultados) han desplazado a los del servicio público (conformar una opinión pública sana) en las relaciones de poder.

Exigencias de los mercados

A ese desalentador paisaje tiene que acomodarse todo, incluido el poder político. Y creo que algo tiene que ver con esto el reciente volantazo del Gobierno Zapatero, cuyo historial de izquierda quedó inesperadamente desmentido por los recortes a pensionistas, funcionarios, mujeres lactantes y pobres del Tercer Mundo. Si hasta los poderes públicos han de acomodarse a las exigencias de los mercados, imaginen el escaso recorrido que puede tener la independencia o la credibilidad de un periodista individualmente considerado que aún crea en la información como servicio público y no en las necesidades económicas de su empresa.

Como es lógico, dediqué un turno al elogio de un minifundio de independencia mediática llamado El Confidencial, donde todavía se vive la grandeza de este oficio y donde la cuenta de resultados nunca ha condicionado su vocación de servicio a la sociedad, no a los poderes políticos o económicos más o menos camuflados. Una excepción que confirma la regla en un panorama marcado por el tsunami neoliberal de los noventa en los medios de comunicación (privatizaciones, extranjerización del capital, concentraciones multimedia, desplazamiento del papel de lo público frente a los mercados, etc.).

Y respecto a mis lectores, una confesión de parte. También sobre la independencia, porque la credibilidad se otorga o se deniega desde fuera. Es el derecho de los lectores. La independencia, en cambio, es subjetiva. Sólo uno sabe en su fuero interno cuales son sus propios límites. Yo los reconozco en mis ideas, mis amigos y mis estados de ánimo. Comprendo que es muy difícil de teorizar eso pero tengo la obligación de sincerarme con ustedes. Al menos por haberme aguantado durante este curso que termina. Que pasen buenas vacaciones y hasta septiembre.


El Confidencial - Opinión

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