miércoles, 7 de julio de 2010

El estatuto de la discordia. Por José María Carrascal

Desde que adoptamos el Estado de las Autonomías, estas no han hecho más que dilatarse a expensas de aquel.

ESE estatuto que iba a cerrar la brecha entre Cataluña y España, según Zapatero, no ha hecho más que agrandarla. En el Principado tocan a zafarrancho de combate. El que no clama por la dignidad catalana herida convoca manifestaciones contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el estatut. ¿Por qué están tan cabreados los nacionalistas catalanes, incluidos los que han nacido en Córdoba, contra una sentencia que se ha limitado a podar lo más groseramente anticonstitucional del texto, dejando todo lo demás? Pues porque los nacionalistas nunca se contentarán con parte de lo que buscan, por grande que sea. Lo quieren todo, causa de que cualquier pacto con ellos será siempre transitorio y, por tanto, improductivo. Quieren una nación con plenas prerrogativas, y cada paso que den irá en esa dirección. Creer otra cosa son ganas de engañar o engañarse.

Hay que advertir, sin embargo, que tras esa algarada hay un hecho nuevo e importante: la sentencia del Constitucional significa el primer intento de frenar el expansionismo nacionalista a costa de la nación española. Desde que adoptamos el Estado de las Autonomías, éstas no han hecho otra cosa que dilatarse a expensas de aquél. Con los catalanes pidiendo siempre un poco más que los demás, y los demás pidiendo tanto como los catalanes. Una carrera suicida que llevaba al vaciamiento del Estado. El nuevo estatutdaba el salto cuántico, al reclamar para Cataluña competencias propias en materia económica, legislativa y judicial, es decir, pasaba de la autonomía a la soberanía. Algo que ningún Tribunal Constitucional que se preciara de su nombre podía admitir, así que ha expurgado del texto estatutario de aquello que lo convertía en una constitución de facto. Era lo mínimo que podía hacer si no quería convertirse en el primer saboteador de la carta magna que está encargado de defender.

Provocando con ello la indignación nacionalista catalana. Creían tener una quasi constitución, y se han encontrado con que siguen teniendo un estatuto como todos los demás. Pero eso no es lo peor, eso era incluso previsible. Lo peor es que Zapatero, tras haber dicho que la sentencia cerraba el desarrollo estatutario, al ver alzarse la algarada nacionalista, vuelve a las andadas, desanda sus pasos e insinúa que lo que ha hecho el Tribunal Constitucional puede deshacerse con leyes y decretos que den a los catalanes lo que querían. Me dirán que no puede ser que una traición tan burda a cargo de un presidente de gobierno no cabe en un Estado de Derecho en la Europa de 2010. Pero es que no conocen a José Luis Rodríguez Zapatero.


ABC - Opinión

0 comentarios: