sábado, 17 de julio de 2010

Cubanos en libertad

La España democrática debe apoyarles porque representan la esperanza de que todos los cubanos llegarán a ser también ciudadanos libres.

LAS decisiones que se obligan a tomar a una persona cuando ésta no goza de su entera libertad no pueden considerarse como expresiones genuinas de su voluntad, y aunque es mejor estar en un hotel de Vallecas —por modesto que sea— que en una cárcel castrista, es necesario subrayar que los disidentes cubanos que han sido traídos a España no están aquí por su propia iniciativa, sino como parte de un acuerdo en el que no han sido tenidos en cuenta. Antes de decidir cuál es el tratamiento administrativo que ha de aplicárseles, lo primero que tiene que hacer el Gobierno que ha asumido la responsabilidad de sacarlos de su país es preguntarles a ellos cuál es la opción que mejor se acomoda a sus intereses.

La España democrática tiene el deber de apoyarles porque representan la esperanza de que todos los cubanos llegarán a ser también ciudadanos libres. Lo que no sería aceptable es que el Ejecutivo se limite a instrumentalizar la salida forzosa de Cuba de los presos políticos como parte esencial de su estrategia para lograr el cambio de la posición común de la Unión Europea hacia el régimen cubano y se olvide de que se trata de seres humanos que fueron encarcelados injustamente y a los que se ha obligado a elegir entre el exilio o la cárcel.

Si hasta ahora han sido tratados como un elemento pasivo en las negociaciones entre el castrismo y la Iglesia cubana, es absolutamente necesario que el país que los acoge les conceda la libertad y la dignidad que les ha sido negada en el suyo, empezando por reconocer su condición de perseguidos por la defensa de la democracia y, sobre todo, escuchando su punto de vista antes de promover la errónea idea de que la dictadura cubana merece un premio por lo que les ha hecho.


ABC - Editorial

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