domingo, 27 de junio de 2010

El caballo de González. Por M. Martín Ferrand

González, que ya ha superado el acné de las ideologías, considera chapucera la reforma laboral de su sucesor.

«¿QUIÉN es el más sabio de los hombres?», le preguntaron a Voltaire, maestro en la lucha contra el fanatismo y la intolerancia, al poco de su ingreso en la Académie. «Aquel —respondió— que tarda menos tiempo en rectificar sus errores». Tan original procedimiento evaluador nos obliga a contemplar la siempre polémica figura de Felipe González. El ex presidente del Gobierno y gran santón del socialismo español, tan devaluado por sus líderes de turno, ha dicho, en alarde de buen sentido, que una reforma laboral con ambiciones transformadoras y de progreso debe vincular «al menos dos terceras partes» de la retribución de los trabajadores a la productividad. En menos de tres lustros, y veinte años son nada, el sevillano ha visto la luz y ha dejado de ser progre, una postura, para ingresar en las filas del progresismo auténtico, el que trata de crear riqueza con anterioridad al debate sobre su reparto.

La experiencia, eso que tan poco se valora por estos pagos, es una maestra eficaz. Por eso González, que ya ha superado el acné de las ideologías y está en el pragmatismo de los resultados, considera alicorta y chapucera la reforma laboral de su sucesor, que no alumno, en la cabeza del PSOE y dice, para escándalo de sus conmilitones, que «no se pueden permitir sueldos iguales para todos» porque ese procedimiento, aparentemente social, convierte «a quien trabaja más con la misma retribución en el más tonto de la pandilla».

Los comunicólogos de guardia en La Moncloa y en Ferraz, un tropel, han intentado sofocar los ecos de la intervención de González en la Asamblea de Extremadura en la que, atrapado por la lucidez, llegó a defender la figura de los patronos porque «son mucho más importantes que el empleo, ellos lo generan». Supongo que tampoco en los cuarteles del PP habrán saludado con alborozo esta silenciada y renovada plática del veterano socialista. Los complejos electoreros del partido de la derecha mantienen a sus líderes en una constante desviación socialdemócrata y no será por ese camino por el que encontremos la solución para nuestros problemas colectivos.

En sincrónica coincidencia, el líder de IU, Cayo Lara, que vive la impotencia de reconstruir una formación a la izquierda del PSOE verdaderamente nacional, no mistificada con aromas centrífugos, ha dicho que «Zapatero no lo puede hacer peor». Para hacerlo mejor tendría, como González, que caerse del caballo, tal que San Pablo camino de Damasco, y anteponer la eficacia y el bienestar de los ciudadanos a los rencores históricos y a la naftalina ideológica. Voltaire no le incluiría en su lista de sabios.


ABC - Opinión

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