jueves, 27 de mayo de 2010

Vida antes y después de Zapatero. Por Valentí Puig

ZAPATERO fue perfilándose como figura en el paisaje político cuando su partido lo eligió secretario general y pasó a ser candidato socialista a la presidencia del Gobierno.

Fue aquella «Nueva Vía» que ganó por unos votos a José Bono, hoy en horas inciertas mientras su rival acusa el impacto de un megavendaval económico. Ni el más atinado de los augures pudo prever que, aunque llevaba años en su escaño y ajardinando el PSOE leonés, aquel diputado desconocido iba a trastocar el transcurso evolutivo del PSOE y a convertirse en el agente de un desmoronamiento económico general. Al PSOE le hacía falta una voz renovada y Zapatero pareció ser eso: se le llamó talante y reclamó como método el diálogo. Pero con él llegaba en realidad el zapaterismo, un estadio político que se alejaba de lo previsible en la renovación un partido que se había encarrilado en la socialdemocracia.

Mucho trecho había recorrido el socialismo español desde los días fundacionales de Pablo Iglesias. Con la transición democrática y la tutela benéfica de la socialdemocracia alemana, el liderato de Felipe González iría llegando a la aceptación de la economía de mercado, al sí a la OTAN después del «no» y a operar en la cancha de lo que ahora es la Unión Europea. En consecuencia, el zapaterismo no era lo más previsible, aunque en parte pudiera estar en el almacén genético del PSOE. La aparición de Zapatero fue más bien interpretada como un paso en la modernización de un partido político que venía de unos episodios de grave corrupción que finalmente le habían llevado a la derrota electoral.

Quedan dos preguntas de política-ficción. En primer lugar, de no haber ganado las elecciones después del 11-M, ¿existiría todavía el zapaterismo o el PSOE en la oposición ya hubiese procedido en su día a sustituir a Zapatero? En segundo lugar, si el PSOE hubiese entonces transitado del felipismo a una fase equiparable a la que es hoy la propia de las socialdemocracias europeas, ¿en qué posiciones estaría un gobierno socialista español frente a la recesión económica, en política exterior y en el frente laicista?

Fruto de unas circunstancias imprevisibles, como tantas otras cosas, el zapaterismo ha llegado así a ser el factor determinante de un desarreglo general. Y se diría que nadie sabe hasta dónde puede llegar esa peculiar centrifugación política, social y económica. El único y magro consuelo es ratificar aquella concepción histórica que pone la acción humana y el protagonismo de las personalidades por encima de unas fuerzas deterministas de la economía, como por ejemplo suponía el marxismo. Zapatero es un exponente claro, aunque en su caso haya aportado empeoramiento, confusión y descrédito, en lugar de significar racionalidad, previsión y credibilidad.

Al hilo de hipótesis de esta naturaleza, saber hasta dónde Zapatero sea capaz de llegar en las circunstancias actuales es vital para España. En el calendario electoral, quedan unos dos años para que el pueblo español acuda de nuevo a las urnas. Largo, muy largo tiempo con los malos vientos que soplan, con una economía tan vulnerable y con un Gobierno que ha quedado desprovisto de credibilidad. ¿Cómo será el PSOE después de Zapatero? Lo único que podríamos aventurar es que posiblemente sería más austero, más previsible y más prudente. Un PSOE que para entonces hubiera recuperado la madurez histórica como para trenzar con el PP los grandes pactos de Estado y los consensos que han significado mejores tiempos para la sociedad española.


ABC - Opinión

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