viernes, 7 de mayo de 2010

Fin de una era en Gran Bretaña

CON las elecciones de ayer se ha puesto fin a un largo periodo de dominio del laborismo británico, inaugurado en 1997 por un Tony Blair que sedujo a sus compatriotas y a no pocos socialistas europeos con la promesa de un ejercicio de renovación ideológica para la izquierda, la llamada «tercera vía», pero cuyo balance, trece años después, es bastante escaso.

De hecho, el paso de esta generación de líderes del laborismo no puede reclamar ningún tipo de reforma significativa en la vida del Reino Unido ni ha aportado soluciones a ninguno de los grandes problemas que tiene la sociedad británica, ni la sanidad pública, ni la cohesión social, ni la emigración ni el déficit público. Blair hizo un intento sincero por conjugar los mitos tradicionales de la socialdemocracia con una mayor dosis de realismo liberal, pero más allá de su continuidad en las grandes líneas de la política exterior -lo que ciertamente exigió un coraje extraordinario en algunos momentos- su retirada hace tres años era el anticipo de este colapso anunciado.

Su sucesor, Gordon Brown, ha llevado el timón del número 10 de Downing Street a través de un fuerte temporal financiero que ha acabado de desarbolar la nave del laborismo. Si hubiera que comparar el papel histórico del anterior periodo conservador gestionado por Margaret Thatcher y John Major con estos trece años de laborismo, es evidente que ni Blair ni Brown quedarían bien parados. Es más, para buscar una herencia más clara de esta década larga de laborismo, la más evidente ha sido la emergencia de los liberal-demócratas que lidera Nick Clegg, no a causa de los defectos del sistema electoral británico, como insisten algunos, sino precisamente porque el desprestigio que ha generado la mala gestión de los laboristas ha terminado por contagiarse al conjunto del estamento político tradicional. De Blair se dijo que era el más europeo de los británicos, pero sus fogosas declaraciones en Bruselas no ocultaron que en los hechos su Gobierno y el de Brown se han comportado siguiendo la tradición más euroescéptica. Es una de las pocas cosas que están claras sobre el resultado de las elecciones de ayer, de las que sale un Reino Unido más alejado del continente. El Partido Conservador ha consumado su divorcio con los populares europeos y David Cameron estará ausente de las reuniones de la familia de la derecha europea, que sería el entorno natural para los «tories».

ABC - Editorial

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