martes, 27 de abril de 2010

Veinte por ciento de paro

MUCHOS países se recuperan de la crisis económica mientras que España sigue en el furgón de cola de las expectativas para el crecimiento del PIB, lastrado por unos niveles de desempleo insoportables.

Por un desliz, el INE anticipó ayer en su página web los datos de la EPA que estaba previsto hacer públicos el viernes. El resultado es escalofriante: 20,05 por ciento de desempleo, con 4.612.000 parados. Dicho de otro modo: que el porcentaje de paro previsto para 2010 se ha superado en el primer trimestre. Otro error de cálculo sideral que demuestra la incapacidad secular del Ejecutivo para hacer previsiones. El optimismo antropológico del Gobierno, los «brotes verdes», las luces al final del túnel -toda la verborrea del Ejecutivo tratando de trasladar a la opinión pública un futuro esperanzador- revientan contra la cruda realidad de las cifras. Por si fuera poco, el FMI diagnosticó ayer que al menos hasta 2016 nuestro país no crecerá al dos por ciento, con lo que la recuperación del empleo se convierte en prácticamente imposible.

Resulta por ello sorprendente que Elena Salgado se haya «felicitado» por las previsiones del Fondo que surge de un encargo realizado por el G20 en su reunión de Pittsburgh y que será debatido próximamente por los ministros correspondientes. El Ejecutivo practica la estrategia del movimiento circular, pero no avanza un solo paso en la resolución de problemas que demandan soluciones estructurales y urgentes. Política de barniz y brocha gorda que pretende tapar las carencias de un Ejecutivo sobrepasado por su propia impericia.

El déficit público crece, la deuda pública empieza a alcanzar niveles preocupantes, pero nadie pone coto a los gastos improductivos. Lo único seguro es la subida de impuestos con el objetivo de tapar un agujero creciente. El equipo económico del Gobierno sigue adelante con el cuento de la lechera, pero todas sus previsiones se ven corregidas a la baja o al alza, pero siempre a peor, de un día para otro. Atrapado en su propia retórica, Rodríguez Zapatero dirige un gobierno cuya falta de credibilidad internacional queda otra vez de manifiesto. La EPA y el FMI aguaron ayer la fiesta de un Ejecutivo al que le sobran declaraciones y le falta palabra.


ABC - Opinión

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