martes, 27 de abril de 2010

Lo malo conocido. Por M. Martín Ferrand

CUANDO, como suele sucederme, acuso el desconcierto y confusión de las voces y los silencios que claman desde el PP acudo a la lectura de Cristina de la Hoz, compañera en estas páginas y sabia observadora de la imprecisa fenomenología popular. Ayer, su entrevista con Javier Arenas me resultó reveladora. El apparatchik andaluz es, ya de viejo, una válida veleta para observar la dirección del viento dominante en el partido que fundó Manuel Fraga, refundó José María Aznar y ahora sestea sin aprovechar la oportunidad de esprintar que le brinda el indiscutible fracaso económico que define el sexenio de José Luis Rodríguez Zapatero.

Dice Arenas que «al PP le interesa Zapatero como candidato porque es la expresión del fracaso del socialismo». Tan pragmática observación, carente de grandeza, denota un mayor interés por las vicisitudes de la gaviota que por la grandeza del Estado y la prosperidad de la Nación. Si Zapatero es, como muchos entendemos, un presidente responsable de un mal tratamiento de la crisis económica y un mal gestor de los problemas políticos que él mismo genera con su torpeza, ¿cómo puede preferirle Arenas en una disyuntiva que ha de llevarle a repetir como presidente o, en el mejor de los casos, a ser el líder de la oposición? Ni los más viejos del lugar recuerdan un caso tan flagrante de desprecio a la excelencia y anteposición del interés personal al general.

El ahora presidente del PP andaluz y vicesecretario de Política Territorial, sucedió a José Antonio Griñán al frente del Ministerio de Trabajo, pero no será fácil que vuelva a hacerlo en la Junta de Andalucía. Vive profesionalmente atrincherado en el aparato de su partido y, rodeado de vestales desnutridas de experiencia, transparenta el temor a la grandeza de quienes se benefician con la mediocridad. Cuando De la Hoz le pregunta si Francisco Álvarez Cascos será candidato por Asturias, lejos de apostar por una victoria, responde: «Es un dirigente político extraordinario, pero la pregunta tiene que contestarla el PP de Asturias». Todo un síntoma de la organicidad estéril que tanto estiman quienes, en un entendimiento funcionarial de su trabajo partidista, prefieren lo políticamente correcto a las formulaciones originales, se agarran a la formulación de lo obvio para no asumir el riesgo de lo posible y, en suma, se sienten más reconfortados con lo malo conocido que por lo bueno por conocer.


ABC - Opinión

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