viernes, 16 de abril de 2010

El provocador. Por Alfonso Ussía

No corren buenos tiempos para el humor. España y su armonía social están en peligro. Zapatero lo ha conseguido.

Los que no vivimos ni la fracasada Segunda República ni la Guerra Civil, ya sabemos el ambiente que se respiraba. La izquierda en España, la guerracivilista, es una gran fabuladora histórica. Todo lo cambia, lo revuelve y lo dispone a su favor. Garzón es un instrumento. Un instrumento malvado, pero no más que una excusa. Las palabras del fiscal Jiménez Villarejo en el bochornoso acto de la Complutense son de guerra civil. Ahí estaba aplaudiendo el Rector Berzosa, otro reanimador del odio. Y la gran manipulación. «Garzón se sienta en el banquillo por investigar los crímenes del franquismo». País de analfabetos. Garzón será juzgado por un posible delito de prevaricación. Es decir, por no ser justo a sabiendas siendo juez. Y tiene otros dos casos pendientes. Con falangistas o sin falangistas, de lo que se acusa a Garzón es de tomarse la Justicia por el pito del sereno. De gravedad sin medida hay que valorar las palabras de José Blanco, ministro del Gobierno, que se suma al acoso del Tribunal Supremo. Su argumento, la necia manipulación. Detrás de todos ellos, moviendo hilos y gratitudes, está el propio juez, que se sabe expulsado de la Judicatura, pero no acepta su destino.

Se lo dijo Javier Gómez de Liaño, que no gozó de los apoyos de Garzón. Que se vaya con dignidad. No le faltará trabajo. Yo lo veo de embajador de España en una nación sudamericana. Se le adivinaba este final. Los hay peores. Y los titiriteros. No relaciono sus nombres por aburrimiento. La República de Garzón. La izquierda no reconoce sus barbaridades. Ayer, en la presentación de la nueva edición de la poesía de Miguel Hernández, todos sonrientes en torno al genocida superviviente. Ocho mil muertos y niños de 14 años entre ellos, enterrados en Paracuellos, y él zalameado, aplaudido y ovacionado por Alfonso Guerra, el profesional de jurados literarios García Montero, y los «aminatus» de siempre. Carrillo es un beneficiado de la Ley de Amnistía que Garzón despreció, pero el beneficio no justifica el homenaje, aunque fuera en la presentación de la obra de un gran poeta torrencial y comunista, Miguel Hernández, descubierto y apoyado por el escritor José María de Cossío, hoy olvidado por estos indocumentados. Se están afilando los odios y los rencores, y todo viene de esa parcialísima y deleznable Ley de la Memoria Histórica, alentada por un insensato vesánico y provocador. Ése que dicen que nos gobierna. Se ha quebrado la armonía. La vanidad, la soberbia, el empecinamiento y la tosquedad de un juez errado ha sido la excusa de la explosión de los resentimientos. España tiene una izquierda que todavía no ha superado la primera mitad del siglo XX. Un Gobierno que sostiene una campaña contra la independencia del Poder Judicial, es un Gobierno golpista y antidemocrático. Si eso lo hace un Gobierno del Partido Popular, hay tiros. Claro, que también habría estallado la violencia social con cinco millones de parados. Ahí la izquierda tiene suerte. Los sindicatos no protestan cuando quien los mantiene es de los suyos. Pero soplan muy malos vientos por España. Y el provocador, mira, contempla y sonríe.

La Razón - Opinión

1 comentarios:

rosa dijo...

que pena de pais, que pena...