miércoles, 14 de abril de 2010

El líder converso. Por M. Martín Ferrand

Ultimamente, no se sabe muy bien para qué, José Luis Rodríguez Zapatero viaja a Washington con la devoción de un converso.

Todavía deben de dolerle las posaderas de tanto tenerlas atornilladas al asiento mientras la bandera de las barras y las estrellas desfilaba por el paseo de la Castellana de Madrid y trata de aplicarse el bálsamo de los viajes. Ahora interpreta el papel insustancial de aliado de Barack Obama para el desarme nuclear, cosa chusca si se considera que España, como Nación, ya está desarmada y, como territorio, depende de la voluntad del propio Obama, inquilino principal de Rota y acostumbrado navegante del Golfo de Cádiz, en donde abundan barcos y aviones, nuclearmente armados o desarmados, de la U.S. Navy.

Quienes, como yo, somos de provincias viejas, llenas de costumbres y manías, sabemos que la devoción por el santo, a la santa, locales depende de la distancia hasta la ermita en que se les venere. Por lo general, en función del espíritu de fuga que nos han inculcado la Historia y la experiencia, preferimos la de más lejos. Por eso, Zapatero le reza más a Obama que a la Virgen del Camino que es patrona de su pueblo electivo. Allí, en la capital del Imperio, se le ve como un pulpo en un garaje. Habla a gritos para hacer creer que lo hace en inglés y, de hecho, dice todo lo que tiene que decir. Nada.

El presidente, a quien tanto gusta ser traducido, le ha dicho a Financial Times que «de aquí a las elecciones nuestra política debería ser la de la austeridad y el recorte de costes». No cabe duda de que el líder socialista es un converso compulsivo. Después de negar la crisis y de no verla llegar, tras no querer enfrentarse a ella por razones «sociales» - es decir, electorales-, ha terminado por descubrir lo que todos saben en Europa, que no hay otro camino que el ahorro y la austeridad, la reducción del gasto público y el recorte de las manías de grandeza. Algo que, aquí, suele ser parte integral de poder y de su ejercicio político. Otra cosa será cómo pasar de las musas al teatro. ¿Se atreverá Zapatero a reducir la nómina de un funcionariado que, entre la última legislatura de José María Aznar y la primera de las suyas, ha crecido un 23 por ciento? Para ser un buen converso no basta con caerse del caballo camino de Damasco, o de Washington. Hay que saber levantarse y convertir en hechos reales las buenas intenciones.


ABC - Opinión

0 comentarios: