martes, 2 de febrero de 2010

Los turbo catecúmenos. Por Ignacio Camacho

CUANDO los dioses del mercado internacional tronaron ante Zapatero en la montaña mágica de Davos y le obligaron a bajar con las nuevas tablas de la ley del ajuste presupuestario, el pueblo socialdemócrata aún adoraba al becerro del gasto social y sus sacerdotes predicaban la alegre política proteccionista ajenos a lo que sucedía en el Sinaí suizo. La turborrectificación del abrumado líder les pilló bailando con el pie cambiado, y al echar a correr en pos de los nuevos mandamientos se dejaron atrás la sombra demasiado evidente de sus propios pasos. El efecto ha sido demoledor para la credibilidad del discurso: el Gobierno ha tenido que cambiar de doctrina en unas horas y no hay retórica que disimule esa fe de conversos.

Mientras los técnicos de Economía improvisaban la propuesta de reforma de las pensiones y el recorte urgente del gasto, los ministros Corbacho y Blanco y la portavoz Pajín se esforzaban todavía en la contumaz proclama del antiguo orden ideológico: nadie tocaría la jubilación ni detraería un solo euro del sagrado dinero público. Ésa es la política insolidaria de la derecha, las rancias recetas del monetarismo antisocial y bla-bla-bla. Lo dijeron en las tribunas públicas, lo escribieron en sus blogs y lo grabaron en la radio apenas horas antes de quedarse al pairo; demasiado indeleble, demasiado reciente y demasiado enfático para pasar página. No ha soplado suficiente viento para llevarse toda esa cháchara.

Cualquiera que se hubiese expuesto a ese ridículo papelón habría guardado siquiera un prudente tiempo de cautela, un discreto margen de autocontención, un mínimo silencio de respeto por sí mismo, pero las órdenes eran tajantes y venían con apremio. Así que se lanzaron sin solución de continuidad a la refutación de sus propias tesis, sin mediar palinodia ni excusas, con un aplomo dogmático rayano en la insolencia. Las mismas minervas que el jueves por la tarde se ofendían ante cualquier barrunto de ajuste lo justificaban con idéntica determinación apostólica el sábado por la mañana en una catequesis de urgencia. Sin asomo de sonrojo, sin pizca de timidez, sin átomo de bochorno o embarazo. Como verdaderos profesionales, que es lo que son: profesionales de la propaganda, del asentimiento, del sectarismo, de la consigna.

Pero se les ha visto el cartón y no pueden esperar crédito. Ni siquiera en una política tan superficial y frívola como la nuestra tiene cabida un giro tan postizo, una contradicción tan vertiginosa, una maniobra tan grosera. Les falta tanta convicción como les sobra descaro. Y lo peor es que con esa mudanza impostada perjudican la defensa de una causa razonable que han abrazado tarde, mal y por imperativo forzoso, a contramano de su voluntad y hasta de su entendimiento. Son rehenes de su obstinación; lo han hecho todo tan mal que ya se equivocan hasta cuando rectifican.


ABC - Opinión

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