martes, 23 de febrero de 2010

El terrotaxista. Por Alfonso Ussía

«Y en Irlanda del Norte existe una empresa de taxis que sólo admite a terrotaxistas.»

Los taxistas españoles son, en su mayoría, educados y competentes profesionales. Los franceses, casi en la totalidad, competentes profesionales y antipatiquísimos. Los ingleses han cambiado mucho, porque ya no son ingleses. Los neoyorquinos cumplen a la perfección con la imagen de su ciudad. Son diferentes a los demás y entre ellos. El taxista ruso es melancólico. Cuando vuelve la cabeza para devolver el dinero sobrante, mira al cliente con honda tristeza y parece que va a iniciar la entonación de «Los remeros del Volga». Los escoceses, amables y divertidos. En Portugal, ejemplares en el trato y hasta excesivamente solemnes. Los italianos, caóticos. Los taxistas, como los aeropuertos y las carreteras, ofrecen al turista la primera impresión de las ciudades y naciones que visitan. En Barcelona se caracterizan en que casi todos son del Real Madrid, lo que da a entender el lío del tripartito. Y en Irlanda del Norte existe una empresa de taxis que sólo admite a terrotaxistas.

Cuarenta terroristas del IRA al volante. Se trata de una empresa relacionada con el «Sinn Fein» ése, y el asesino español Iñaki De Juana Chaos ha sido rechazado. Quería ser taxista en Belfast. Según la empresa, no se le ha admitido por omitir su condición de terrorista, pero no me convence la justificación. Si el resto de los conductores lo son, ¿por qué al aspirante a terrotaxista De Juana se le cierran las puertas del oficio? La verdad siempre prevalece. De Juana Chaos no habla ni patata de inglés, no se conoce bien la ciudad, y su carácter no garantiza el buen fin de los servicios solicitados. Es decir, que si un cliente detiene un taxi y manifiesta educadamente al taxista que quiere ir a tal número de la calle cual, lo peor que le puede suceder es que el taxista se equivoque y finalice su carrera después de dar más vueltas de las necesarias. Pero si el taxista, o terrotaxista, es De Juana Chaos, al cliente se le aglomeran los sinsabores. Primero, que el taxista no entiende lo que le dicen; segundo, que al no entender al cliente, el taxista le transporta a la otra punta de la ciudad; tercero, que el cliente, con toda la razón del mundo, protesta; y cuarto, que al agudizarse la iracundia del cliente, el terrotaxista puede sacar una pistola de donde sea y meterle un tiro al usuario entre ceja y ceja, desenlace harto desagradable. Cuando se ha asesinado a veinticinco personas sin motivo, por el mero placer de causar dolor, matar a la vigesimosexta es como coser y cantar. Y más aún, si ésta se muestra contrariada por haber sido transportada al número 7 de la calle Dublín, cuando su intención era alcanzar sin novedad ni contratiempos el número 35 de la avenida del Lenguado.

En conclusión, que De Juana Chaos va a continuar viviendo en Belfast de chulo. Chulea al «Sinn Fein» y chulea a su mujer, Irati Aranzábal, la de los chupachús en las cárceles españolas, que se defiende en inglés y tiene un trabajillo. También les chulea a los de su banda, pero el dinero que recibe de la ETA y de su entorno se puede terminar, porque el negocio no va bien últimamente. Se ha equivocado De Juana Chaos estableciéndose en Belfast. Tendría que haberlo hecho en La Habana o en Caracas, donde sería maravillosamente tratado por su sangriento historial. Con un poco de suerte, terminaría de chofer de Chávez. Además de criminal, hay que ser tonto. Irati, ponle los cuernos, que con este tío no vas a ninguna parte.


La Razón - Opinión

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