lunes, 25 de enero de 2010

Los residuos nucleares entran en política . Por Antonio Casado

La inmigración y el almacenamiento de los residuos nucleares son dos capítulos abiertos de la escopeta nacional. Es de ver y no creer el espectáculo de demagogia y oportunismo que está ofreciendo nuestra clase política en dos temas que de ninguna manera deberían estar en la puja electoral. A la cuestión del empadronamiento de inmigrantes ilegales ya me he referido un par de veces. Hoy toca comentar la nueva oportunidad de hacer el ridículo que no quieren perderse gobernantes y dirigentes de partido de diferente mando territorial.

La polémica sobre el futuro emplazamiento del ATC (Almacén Temporal Centralizado de Residuos Nucleares) debería estar centrada en su necesidad, en los riesgos que corre la población más o menos próxima y en las medidas de seguridad previstas para eliminar o minimizar esos riesgos. Sin embargo, está centrada en el enfrentamiento de María Dolores de Cospedal con Javier Arenas, dirigentes del PP con diferentes clientelas y diferentes posturas sobre la candidatura del Ayuntamiento de Yebra (Guadalajara) a quedarse con el ATC.

Cospedal, secretaria general, se propone expedientar al alcalde, Pedro Sánchez. Como el vicesecretario general, Javier Arenas, se declaró partidario de respetar la voluntad del citado municipio, a Cospedal no le quedó otra que poner a Arenas en su sitio: “Ni Arenas ni nadie impedirá abrir ese expediente”, tronó ayer desde la portada de un diario nacional.

Todo eso, por la derecha. Por la izquierda, otro tanto de lo mismo. En vez de centrar el debate en las ventajas o desventajas de contar en la zona con el mencionado almacén de residuos nucleares, el ruido político y mediático se orienta hacia la insumisión del presidente de Castilla-La Mancha, el socialista José María Barreda, lo que le hace coincidir con su principal adversaria en las próximas elecciones autonómicas, Cospedal, pero discrepar de su compañero de partido, José Montilla, en su día instigador del ATC (qué remedio, era el ministro de Industria) y a su vez enfrentado a sus socios en la Generalitat.

Si en Castilla-La Mancha es Yebra, en Cataluña es Ascó (Tarragona). Va camino de ser el segundo municipio que aspira a quedarse en concurso público con el ATC. La votación está prevista para mañana a las 11.00, con el voto favorable de los concejales de la mayoría nacionalista (CiU) y el apoyo del concejal socialista (PSC). Como en el caso de Yebra, los ecos de la aspiración de Ascó a quedarse con el ATC se limitan a glosar esta nueva amenaza sobre la continuidad del “tripartito”, pues los socios de Montilla, la izquierda verde de Saura y los republicanos de Puigcercós, antinucleares de nacimiento, recuerdan al president una moción del Parlament contraria al ATC en Cataluña (marzo de 2008, el PSC se abstuvo, todo hay que decirlo) y le amenazan con una reprobación si lo consiente, y menos en una zona ya saturada de instalaciones nucleares y plantas petroquímicas.

Lo dicho. Mientras nos divertimos con los extraños cruces de posturas en función del partido, del territorio y de los cálculos electorales de unos y otros, se nos escapa vivo el debate sobre los riesgos, la seguridad, las inversiones, los puestos de trabajo, la divulgación de lo que es un ATC y cómo funciona, etc. De eso, nada de nada. Por ejemplo, ni una palabra sobre la calidad del terreno o sus condiciones geológicas. No es lo mismo una composición geológica que otra para la instalación del almacén. Pero todo eso da igual. Aquí sólo importa el cabreo de Cospedal con Arenas o la posibilidad de que el ATC de Ascó haga saltar por los aires el tripartito de Montilla. Y no es eso, no es eso.


El confidencial - Opinión

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