sábado, 23 de enero de 2010

El Gran Guayardoning. Por Pablo Molina

Los exabruptos a los periodistas críticos es el peaje que Guayardoning paga gustosamente para seguir siendo el tontito útil de la izquierda que le odia, a él y a todos sus votantes.

Si algo ha quedado claro tras el episodio grotesco protagonizado por el alcalde de Madrid contra nuestra compañera Adriana Rey, es que los varios cientos de asesores contratados por Alberto Ruiz Gallardón con el dinero de los madrileños no son suficientes. Alguien debería explicarle al alcalde que cuando se intenta hacer una broma no te puedes reír en primer lugar, porque entonces quedas aproximadamente como la tonta del bote. Si la sonrisa que eres capaz de esbozar es, además, conejil y esquinada, el resultado es aún más lamentable como podemos comprobar en el video que hemos publicado en nuestro periódico.


Su admirado Wyoming debería dedicar un par de tardes a explicarle a su primer fan los rudimentos básicos de la caricatura política, por supuesto con cargo al bolsillo de los madrileños, que la izquierda anticapitalista no gasta bromas con el tema del parné. Mejor aún, lo que debería hacer Guayardoning es contratar a su ídolo como portavoz municipal y dejarle a él el trabajo de insultar a los medios ajenos al cotarro progresista, que es lo que hace en su labor diaria en La Secta, con escaso éxito de audiencia, es cierto, pero al menos con gran aplicación.

Los exabruptos a los periodistas críticos es el peaje que Guayardoning paga gustosamente para seguir siendo el tontito útil de la izquierda que le odia, a él y a todos sus votantes. Su agresividad contra esRadio, ante una pregunta exquisitamente formulada, contrasta con el trato lisonjero que dispensa a los enemigos jurados de los ciudadanos que le mantienen en el cargo con su voto, pero esa es una contradicción que los votantes del PP en Madrid tendrán que resolver algún día.

Jamás un político había protagonizado una escena de bochorno como aquella vez que Guayardoning, anormalmente eufórico y con aparentes problemas psicomotrices, declaró su fascinación por el showman de La Secta que, si por algo se distingue, es por su odio proteico hacia lo que representa la derecha en España. Miento. Hubo otra ocasión, protagonizada también por el alcalde madrileño, que superó en degradación a ese episodio. Fue cuando, en plena guerra de Irak, los comicastros reunidos en el Palacio de Bellas Artes le invitaron a marcharse porque no querían estar junto a un "genocida", y el mismo que muestra contra los periodistas de nuestra casa una agresividad tan desdeñosa se limitó a obedecerles no sin antes ponerse a sus pies, él y las instalaciones municipales que se financian con el dinero de la derecha madrileña, porque, como es sabido, la izquierda altermundista no paga impuestos.

Y para rematar su particular show a cuenta de nuestros periodistas, va el discípulo torpe de Gila y hace una broma sobre submarinos. En su caso no habría podido elegir una metáfora más apropiada.


Libertad Digital - Opinión

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