viernes, 18 de diciembre de 2009

La odisea de Haidar y su retorno a Itaca. Por Antonio Casado

Final feliz en la huelga de hambre de Haidar, gracias al acuerdo fraguado entre Marruecos, Francia, Estados Unidos y España, con protagonismo francés de última hora. Y con golpe de efecto de Mohamed VI. Habla el rey marroquí de motivos humanitarios pero es evidente que se ha puesto un precio a la "tradicional generosidad de Marruecos", en palabras de Sarkozy, para que la activista saharaui pudiera abandonar el hospital de Lanzarote y volar a El Aaiún, cosa que ocurrió ayer, minutos antes de las 23.30, en el avión medicalizado que envió el Gobierno español.

Ya se ha producido el reclamado retorno de Haidar a su tierra. Justo en vísperas de tan cristianas fechas quedaron creadas las condiciones para que Mohamed VI pueda decirle al mundo cómo un monarca islámico sabe otorgar el perdón. Y actuar por razones humanitarias. Por supuesto, con algunas exigencias negociadas a tres bandas. Y no precisamente en el cuartucho del aeropuerto de Lanzarote donde Aminatu Haidar ha vivido las difíciles horas del ayuno iniciado hace más de un mes.

El arreglo se veía venir después del encuentro de Sarkozy con el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Taib Fassi Fihri, el martes pasado. Tiempo habrá de analizarlo cuando conozcamos los pormenores. En cuanto a la escenificación, me temo que se va a presentar como una gracia de Mohamed VI -el ofendido, según el discurso oficial de Marruecos-, a petición de gobiernos amigos, como el de Estados Unidos, el de Francia y el de España. Demasiado simple en un asunto tan complejo. Se trata de encontrar el punto donde se han cruzado lo humanitario (tesis del Polisario) y lo político (tesis marroquí) para resolver el caso Haidar que, entre otras cosas, se ha convertido en un alegato contra el cinismo de la política internacional.

También ha servido para sacarle los colores a España, por la evidente descompensación de su postura en el ya largo conflicto del Sáhara Occidental. Descompensación favorable a las tesis marroquíes, se entiende, cuya política de hechos consumados viene bloqueando la aplicación de la legalidad internacional desde hace treinta y cuatro años. Lo de Haidar nos ha venido a recordar que España, por su especial vinculación a este territorio y a sus gentes, no puede hacerse cómplice de la mirada distraída de las grandes potencias (Estados Unidos y Francia, básicamente) sobre un problema olvidado en la carpeta de los “conflictos de baja intensidad”.

Sin embargo, en la particular odisea de Haidar y el accidentado retorno a su Ítaca saharaui, el Gobierno de España hizo lo que tenía que hacer. Primero acogerla. Da igual si la decisión fue solo política o solo policial. O ambas a la vez porque eran perfectamente compatibles y ninguna de ellas fue ilegal. Después de acogerla por razones humanitarias -y políticas, insisto-, también hizo lo que debía para resolver el problema sin crear problemas mayores.

Se trataba de preservar al mismo tiempo la vida de Haidar y nuestras buenas relaciones con Marruecos. Pero a partir de ahí, poco mas, tal y como se habían planteado las cosas desde que hace más de un mes le fue impedido a Haidar el retorno a El Aaiún. Justo en los términos reflejados en un pasaje de la intervención de la diputada Elena Valenciano (PSOE), en la defensa de una moción parlamentaria de estímulo a las gestiones encaminadas a resolver el problema. Dijo Valenciano: “No podemos darle a Haidar lo que no tenemos ni devolverle lo que no le hemos quitado”. Suponía recordar que la pelota estaba en el tejado de Marruecos. Y de ahí la acaba de bajar Marruecos. El único que podía hacerlo. Aunque haya habido que incentivarle desde fuera, pues claro.


El confidencial - Opinión

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