viernes, 17 de julio de 2009

El silencio de las ideas. Por M. Martín Ferrand

CUENTA William Goldman, novelista fecundo y guionista de películas tan notables como Dos hombres y un destino, que en sus tiempos de escritor asalariado en Hollywood debía presentarse a las nueve de la mañana en su despacho y no dejar de teclear una vieja Underwood hata las cinco de la tarde. El mítico Samuel Goldwyn, su patrono, vigilaba por los pasillos para escuchar la dedicación de los escritores contratados. Imagino que si Mariano Rajoy siguiera en el PP el mismo método de control de la productividad de las personas de su confianza -en el supuesto que tenga alguna-, recorrería las oficinas de la calle Génova sin escuchar un solo pensamiento. Cabe temer, a la vista de los resultados, que el gran partido del centro derecha español ha sustituido las neuronas por burladeros para que todos puedan ponerse a cubierto de las embestidas de los demás.

Así, en ausencia de manifestaciones inteligentes, sin más partituras que las que le prepara Pedro Arriola, Rajoy trata de interpretar una sinfonía que, probablemente, quedará inacabada. Ha conseguido expresarse mejor con los silencios que con sus palabras, y cuando habla más le valdría permanecer callado. No hay nada mejor cuando no se tiene nada que decir. Después de un par de meses de silencio, ha dicho, y así lo recogen en grandes titulares buena parte de los diarios nacionales: «No acepto chantajes ni presiones; no me dejo chantajear». Es muy posible que en los anales de nuestra partitocracia nadie, ni Magdalena Álvarez, haya dicho nada tan hueco y nocivo para su autor.

Antonio (González) Calderón, el mejor escritor de la radio española, nos decía a sus aprendices cuando redactábamos una gran membrillada: «Mírala del revés». Es la prueba del nueve de la aritmética redacccional. Lo de Rajoy, visto del revés, no tiene pase. ¡Acepto chantajes y me dejo presionar! La reversión de un concepto sirve para llegar al fondo de su nadería y ésta es máxima. Total. No creo que nadie, ni José Luis Rodríguez Zapatero o Esperanza Aguirre, sospeche que Rajoy es facilón para los chantajes. Es como si apareciera en público y, tras un breve carraspeo, nos dijera con voz campanuda: Yo me ducho todos los días. Y ¿qué? Escuchar el tecleo de las máquinas de escribir no acredita producción o talento. Goldwyn debió contratar mecanógrafas y Rajoy, puesto en arcángel, lo que necesita es un coro de voces blancas.

RABC - Opinión

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