sábado, 13 de junio de 2009

¡Y AUN DICEN QUE EL PAN ES CARO!. Por Juan Manuel de Prada

EN el célebre cuadro de Sorolla, el pescador al menos era auxiliado en la bodega del barco por alguien que podría haber sido su patrono; pero a este boliviano que se acaba de rebanar el brazo mientras amasaba pan su patrono lo ha dejado tirado a cincuenta metros de un hospital, mientras se desangraba como un marrano en la matanza. ¡Y aún hemos de dar gracias de que no hiciera con él lo mismo que con el brazo rebanado, que apareció entre desperdicios! Tal vez a ese patrono le ocurriera, mientras veía desangrarse al boliviano, lo mismo que a la miembra Aído le ocurrió cuando le preguntaron en la radio si un feto era un ser vivo. ¡Un ser vivo sí, pero no un ser humano! Y como a un ser vivo trató ese patrono al boliviano: su brazo rebanado lo echó al cesto de los residuos biosanitarios; y al resto de su organismo lo dejó a la puerta de un hospital, como antaño se dejaba a los niños expósitos a la puerta de un convento.

Entonces llega el ministro Corbacho y, con esa cara de feldespato que se les pone a los politiquillos en sus alardes cínicos, suelta que sobre el patrono «caerá todo el peso de la ley». Hay un método infalible que permite distinguir el propósito verdadero del alarde cínico: mientras quien está animado por un propósito verdadero de combatir una calamidad la ataca en sus orígenes, quien está animado por el cinismo la ataca en sus consecuencias visibles, después de haberla alimentado en sus orígenes. Esto de combatir las calamidades en sus consecuencias visibles, después de haberlas alimentado en sus orígenes, es signo distintivo del Mátrix progre; como también lo es tildar de retrógrado a quien pretende combatirlas en sus orígenes. En el Mátrix progre, por ejemplo, se proclama a los cuatro vientos en época de vacas gordas que habrá papeles para todos los inmigrantes; y, como los inmigrantes no son sordos -aunque sí ingenuos- vienen en tropel en busca de esos papeles que les permitirán participar del festín. Pero llegan las vacas flacas y los papeles se esfuman; de modo que si los inmigrantes desean subsistir, siquiera con las migajillas de aquel festín soñado, tienen que emplearse clandestinamente y conformarse con sueldos misérrimos.

¡Qué gentuza sin escrúpulos, qué esclavistas carroñeros son esos empleadores clandestinos!, nos dice el Mátrix progre, aprovechando que un boliviano se rebana el brazo mientras amasa pan. Pero la panificadora en la que trabajaba ese boliviano no era un cuchitril subterráneo: empleaba a decenas de personas que trabajaban a destajo, de sol a sol, probablemente en el mismo régimen de explotación que el boliviano del brazo rebanado. ¿Es que no hay una inspección de trabajo encargada de denunciar tamañas irregularidades? ¿Es que no hay unos sindicatos que defienden la dignidad de los trabajadores? ¿Y por qué sindicatos e inspección de trabajo no se preocuparon antes de que cayese «todo el peso de la ley» sobre el dueño de esa panificadora? Pues por la sencilla razón de que en el Mátrix progre las calamidades sólo se atacan en sus consecuencias... siempre que las consecuencias sean visibles. Porque mientras estas consecuencias se pueden esconder, como la chacha guarrona esconde las barreduras debajo de la alfombra, un empleador clandestino desempeña una misión si se quiere sórdida, pero extraordinariamente eficaz, puesto que contribuye a mitigar los efectos de aquellas proclamas de papeles para todos que se hicieron irresponsablemente en época de vacas gordas. Un brazo rebanado es, sin embargo, una consecuencia demasiado visible; y entonces el Mátrix progre hace caer «todo el peso de la ley», que antes no aplicaba. ¿Y qué más hace el Mátrix progre? Bueno, también va a regularizar al boliviano del brazo rebanado, porque no hay verdadero alarde cínico sin coartada emotiva; además, así se tranquiliza la mala conciencia de la masa idiotizada.

ABC - Opinión

0 comentarios: