domingo, 7 de junio de 2009

¿VOTAR O NO NOTAR?. Por M. Martín Ferrand

CON los pies anclados en la retórica aristotélica y la elegante finura apostólica de un cardenal del Renacimiento, enérgico y sutil, mi dilecto Juan Manuel de Prada preguntaba ayer en estas páginas, sobrevolando las fantásticas abstracciones de Máximo y alineado con el divertido pragmatismo expresivo de Martinmorales -todojunto-: «¿Qué votamos mañana?». No lo sé y mi duda es más primaria y elemental que la de mi colega y vecino. Lo mío es hamletiano y, para resultar más europeo, me gustaría poderlo formular con la voz y el tono de Laurence Olivier en su interpretación cinematográfica del príncipe de Jutlandia, al que Shakespeare regaló la inmortalidad: ¿votar o no votar?

Si tuviera la certeza de que los cincuenta eurodiputados españoles que esta noche saldrán de las urnas correrán hacia Bruselas, y no volveríamos a verlos hasta dentro de cinco años, lo resolvería a cara o cruz con la seguridad de no equivocarme. Las dos grandes listas son igual de erráticas. Buena parte de los no debutantes en ellas tienen probada su falta de asistencia y no dedicación a las sesiones de un Parlamento, diz que representativo de 27 naciones, renqueante en sus estructuras, vaporoso en sus planteamientos -¡la Constitución pendiente!- y costoso en su operatividad. En nuestro caso, se trata de un pretexto para continuar la estéril confrontación entre los dos partidos que, más de consuno de lo que parece, impiden la separación entre los poderes del Estado y han anulado la molla democrática de la Constitución del 78 para convertirla en hueso partitocrático.

Según José Luis Rodríguez Zapatero hoy es un buen día para «frenar a la extrema derecha en Europa». Otra de sus falacias. Está por ver que el PP siga siendo un partido, pero resulta evidente que sus ideas (?) son equivalentes a las que hoy dominan en el Viejo Continente y, muy lejos de la derecha extrema, vive acomplejadamente su esencia conservadora y liberal. Según Mariano Rajoy, debe votarse al PP dada la «necesidad nacional» de cambio. No deben mezclarse churras con merinas; pero ese cambio, de producirse como rebote de unos comicios europeos, será en función de la igualdad matemática en los resultados de los dos partidos principales. El empate les castiga a ambos y la mejor manera de garantizarlo, vista la fidelidad de sus incondicionales, es la abstención. Una forma democrática de participar.

ABC - Opinión

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