domingo, 7 de junio de 2009

EUROPA VOTA SIN ENTUSIASMO

LAS elecciones europeas se celebran de forma simultánea en los veintisiete estados miembros y sus resultados se harán públicos de forma conjunta, precisamente para reforzar el símbolo unitario del gesto de acudir a las urnas que pueden llevar a cabo más de 375 millones de europeos. La democracia es una de las principales señas de identidad del proyecto comunitario, y por ello es comprensible el intento de hacer que estas elecciones sean, de alguna manera, un momento común. Esta noche, cuando los últimos colegios electorales de las Azores cierren sus puertas, el recuento de los votos dibujará la composición de la Eurocámara, es decir, de la representación política de los europeos.

Por desgracia, millones de ciudadanos van a permanecer al margen de este proceso, y no porque no crean en la Europa que ya conocemos, sino porque consideran que los mecanismos de representación todavía no son satisfactorios. Europa está avanzando hacia un mayor grado de competencias y de capacidad política, mientras que el desencuentro entre las instituciones europeas y sus ciudadanos es cada vez más evidente, tanto en los países recién incorporados como entre los fundadores. Los dirigentes políticos no siempre están a la altura, su desprestigio constante hace un gran daño a la democracia y la opinión pública está huérfana de grandes líderes como los del pasado. En esta legislatura, además, se ha producido una ruptura sentimental -plasmada en el rechazo del proyecto de Tratado Constitucional- que debe hacer reflexionar más seriamente a los responsables europeos, porque el hecho de ir a votar no es suficiente para que los ciudadanos se consideren vinculados con unas instituciones que regulan su vida, pero a las que, en sentido inverso, todavía no consiguen controlar.

Pese a todo, no se puede ignorar que la Unión Europea es la entidad supranacional más exitosa de la historia, y que desde su fundación ha proporcionado al Viejo Continente estabilidad y progreso. Varias generaciones han conocido un periodo de paz y de libertad sin precedentes, y los nuevos problemas a los que debemos hacer frente no se pueden resolver sin la cooperación entre unas naciones que comparten una larga serie de valores fundamentales y un entorno cultural común. Volver a los estados nacionales no es una alternativa, por lo que, a pesar de las frustraciones, es necesario acudir a votar, al menos para refrendar nuestra condición de europeos.

ABC - Editorial

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