martes, 16 de junio de 2009

A SESENTA AÑOS DE «1984». Por Valentí Puig

HACE sesenta años George Orwell escribía una novela que pensaba titular «El último hombre en Europa». Al final, eso fue «1984», la descripción única de un mundo totalitario en el que un Gran Hermano lo vigilaba todo. El totalitarismo soviético duró demasiado pero al fin cayó el muro de Berlín. En nuestra sociedad post-industrial, aunque pese a los antisistema, controlamos la tentación del Gran Hermano gracias al zapeo y la formalización del libre albedrío, entre otras cosas. La democracia no es una idolatría sino un método para limitar el poder y sustituir sus gestores -siempre transitorios- cuando lo decide la soberanía popular. Incluso en sus imperfecciones el sistema de un hombre un voto da prueba de su grandeza.

Si en «1984» la tecnología era el largo brazo del Gran Hermano ahora vemos como en internet tanto hay canales para el progreso como para la regresión, para los vínculos y las oportunidades, para informarse y para pervertir. Ese gran periodista que fue Orwell se admiraría de ver cómo en la confrontación civil que asoma en Irán el gobierno puede controlar el sistema mediático usual -expulsión de la BBC, por ejemplo- pero no la libre expresión de los «blogeros» y esa penúltima virguería de las comunicaciones que son los mensajes por el sistema Twitter. La fórmula ya orbita por el ciberespacio: «Tiananmen más Twitter igual a Teherán».

La de Irán es una situación altamente erizada por lo que hay que desear que no corra la sangre. A lo mejor las postfeministas occidentales captan ahora que en la pseudo-democracia de Ajmadinejad las mujeres son menos libres que en tiempos del Shá. Teocracia más política corruptora suman un alto riesgo de inflamación. En las principales ciudades iraníes las manifestaciones contra los resultados electorales se están convocando por SMS. Eso: «Tiananmen más Twitter igual a Teherán». En el Pekín de Tiananmen casi no había teléfonos móviles, Internet era para uso particular de la «nomenklatura» y la mensajería Twitter todavía era cosa de novelas de ciencia-ficción.

Poco puede la censura teocrática o post-totalitaria contra el «blog». Tomar una foto o filmar una secuencia y ponerla en «You Tube» nunca estuvo tan al alcance de tantos. Teherán intercepta transmisiones vía satélite y ataja el flujo informativo «online» pero es un Gran Hermano sin suficientes tentáculos como para obturar todo el correo electrónico. Por suerte, internet no estaba previsto en «1984» como instrumento totalitario. Puestos a lo peor, seríamos el antepenúltimo hombre de Europa.

Faltará unanimidad en la confirmación o negación de que las elecciones iraníes hayan sido manipuladas aunque no acaben siendo interpretadas como un golpe de Estado. Causa y efecto de esa incertidumbre es el grave descontento social debido a una inflación descomunal que Ajmadinejad pretendió acallar por el método siempre catastrófico de repartir dinero. Retirar a los manifestantes de la calle no va a ser fácil, salvo con derramamiento de sangre. También es cierto que en otras situaciones similares de concatenación semi-espontánea ha ocurrido que las cosas se iban calmando, pasando a otro nivel de incubación de la revuelta sin que el poder de Ajmadinejad deje de tener una buena porción del apoyo popular. Está claro que la revolución del ayatolá Jomeini -apoyada por afamados intelectuales europeos- no le hizo favor a Irán. Si aquella voz de la revolución teocrática entonces se propagó intensamente por casete, a lo mejor su derrumbe se agiliza por SMS y por esa prosa tan libre que flota por la blogosfera.

ABC - Opinión

0 comentarios: