jueves, 11 de junio de 2009

EL PSOE EMPIEZA A MEDIR SU DERROTA

LA dimensión de la derrota socialista el 7-J se perfila con mayor nitidez una vez que han caducado las estrafalarias interpretaciones ofrecidas por la secretaria de Organización del PSOE y empiezan a aflorar las críticas dentro de este partido. La derrota no ha sido dulce, ni «razonable», ni inferior a unos inexistentes «augurios» que nunca pronosticaron una debacle socialista. Ha sido una derrota dolorosa, inesperada en algunas de sus localizaciones y con efectos internos de consecuencias aún desconocidas. El autismo del presidente del Gobierno también está contribuyendo a confundir a muchos dirigentes socialistas, cuyo sentido de la realidad les está llevando a no comulgar con ruedas de molino ante una derrota electoral que, por lo pronto, ha puesto punto final a la imagen de perdedor que tenía Mariano Rajoy y ha extinguido la imagen de vencedor imbatible que tenía Zapatero. Cuando los políticos no valoran en su justa medida estos intangibles de la opinión pública, cometen errores fatales.

Los análisis más incisivos sobre la derrota socialista están viniendo del propio PSOE. Y así es como en este partido empiezan a ser conscientes de que la campaña electoral ha sido un fracaso. Lo más fácil es señalar a Leire Pajín como responsable del desaguisado, pero la secretaria de Organización está donde está por decisión de Rodríguez Zapatero, y nadie puede ahora dentro del PSOE llamarse a engaño sobre sus méritos políticos. Además, el PSOE tiene otros problemas desde el 7-J, más allá de las debilidades de su organización interna. Su situación en Madrid y Valencia es de auténtico colapso. No funcionan sus direcciones locales y son estériles las implicaciones personales de Rodríguez Zapatero en Madrid y de María Teresa Fernández de la Vega en Valencia. Las acusaciones de corrupción han saturado a los electores y han reagrupado a los votantes del PP, marcándose unas diferencias de votos irreversibles a muy largo plazo.

La situación se agrava porque los agujeros negros del PSOE se amplían. El PP ha dado un salto político cualitativo y cuantitativo en Castilla-La Mancha que apunta a una inversión de las posiciones de populares y socialistas de cara a las próximas elecciones autonómicas. Y aunque los socialistas hayan vuelto a ganar en Cataluña y Andalucía, su pérdida de votos revela ya un precedente de castigo que el PSOE haría mejor en no despreciar. Cuando cambian las percepciones del ciudadano, no siempre es fácil retornar a las posiciones de partida. Por eso hay un horizonte político nuevo, en la medida en que han sido nuevas las respuestas de los electores en los feudos socialistas y a las estrategias de su campaña electoral. El debate interno de los socialistas se hará más intenso cuanto más se empeñe su dirección en actuar como si nada hubiera pasado el 7-J.

Con sus caladeros de votos a la baja, con una estrategia política contra el PP desautorizada en las urnas y con la crisis económica aún en la cresta, el PSOE se enfrenta a una opinión pública que ya no ríe sus ocurrencias, ni perdona sus extravagancias. La callada por respuesta ya no parece un recurso táctico de Rodríguez Zapatero, sino el efecto de una derrota amarga y más grave de lo que aparenta.

ABC - Editorial

0 comentarios: