jueves, 7 de mayo de 2009

LA ENCRUCIJADA DEL PNV

UNA ley no escrita de la democracia obliga a todo partido gobernante que pierde el poder a abrir un proceso de revisión de su estrategia y de sus líderes. El Partido Nacionalista Vasco se verá obligado, antes o después, a pasar por este proceso. La marcha de Ibarretxe y la pérdida del poder autonómico son factores que el PNV no puede eludir para dejar las cosas como están. Los nacionalistas han mitificado siempre la figura del lendakari y han utilizado los resortes del poder como andamio de su hegemonía. Sin uno y otro, el PNV entra en una fase histórica sin precedentes, por más que sus líderes apelen al recuerdo del exilio para exhibir credenciales de resistencia. El PNV, sin duda, es un partido fuerte, como ha demostrado de forma reiterada, pero no es invulnerable a los cambios de ciclo. Ningún partido lo es. Hay dos circunstancias que, además, juegan en contra de la estrategia de crispación y sabotaje con la que han recibido al nuevo lendakari, Patxi López. Por un lado, el debilitamiento progresivo de ETA deja sin argumentos al «conflicto vasco» y merma las coartadas del nacionalismo. La causa del conflicto es ETA y no al revés. Por otro lado, el asentamiento del gobierno de López, el funcionamiento de la mayoría parlamentaria no nacionalista y la asimilación del cambio por la sociedad vasca, sin traumas ni revanchas, harán paulatinamente inútil el empeño del PNV de presentar la alternancia como una invasión bárbara. El primer éxito del gobierno de Patxi López será conseguir que ningún no nacionalista tenga que hacer apología de su vasquidad para ser aceptado.

El PNV ha abandonado el poder después de haber gobernado sin escrúpulos: pasó de la coalición con los socialistas hasta 1998 al pacto de Estella con ETA, ese mismo año. Los ahora denunciantes del frentismo españolista apostaron por el frentismo soberanista, una asociación de intereses recíprocos con el entramado proetarra y la agitación constante del enfrentamiento con el Estado. Esta estrategia ha fracasado, por la ley y por las urnas, y volverá a fracasar si el PNV pretende mantenerla como guión de su oposición. Quieran o no, los líderes de Sabin Etxea tendrán que decidir cómo afrontar este mandato en la oposición y qué hacer para recuperar el gobierno autonómico, aunque incurrirían en un exceso de confianza si piensan que la sociedad vasca será dentro de cuatro años la misma que ahora. Un mandato de gobierno eficaz, integrador, firme en la defensa de las libertades y contra ETA, reformador de los medios de comunicación, la educación y la política lingüística, puede convencer a muchos vascos de que el nacionalismo es prescindible y que su nivel de vida y su tranquilidad personal -ese bienestar con el que el PNV traficaba adhesiones- se mantiene con otros gobiernos, y sin el coste del silencio ante ETA o ante la marginación de los no nacionalistas.

Desde el lado del nuevo gobierno vasco y de la mayoría que lo apoya hay una lección histórica importante para aprender. El PNV dio paso al moderado Josu Jon Imaz cuando tenía enfrente a un gobierno, el de Aznar, que no cedió. Imaz tuvo que irse cuando el gobierno de Zapatero frivolizó con el radicalismo nacionalista. Sin nuevas concesiones al PNV radical y desquiciado será más fácil que este partido entre en la sensatez democrática.

ABC - Editorial

0 comentarios: