martes, 7 de abril de 2009

España vuelve a la lógica amistad con EEUU

CINCO AÑOS ha tardado José Luis Rodríguez Zapatero en tener un encuentro formal con un presidente de EEUU. Lo logró por fin ayer en Praga al reunirse personalmente con Barack Obama durante tres cuartos de hora. El presidente español cierra así un ciclo marcado por las torpezas diplomáticas que inició incluso antes de llegar a La Moncloa, cuando en el desfile del Día de la Hispanidad de 2003 permaneció sentado al paso de la bandera estadounidense.Después vendrían la retirada inmediata de las tropas de Irak, el llamamiento desde Túnez a que otros países hicieran lo mismo, el intento de venta de aviones y patrulleras a Hugo Chávez en contra de la opinión de Washington y el espaldarazo al régimen de Castro con el desaire del Gobierno a los disidentes cubanos, para acabar hace dos semanas con el anuncio de retirada por sorpresa de las tropas de Kosovo.

Las palabras de afecto que ayer dedicó Obama a Zapatero antes de su entrevista -«Me alegra poder llamarle amigo»- diluyen todos los desencuentros anteriores y marcan el inicio de una nueva etapa. El presidente español así lo admitió al reconocer que comienza «un nuevo tiempo» para las relaciones entre ambos países.

No pueden negársele a Zapatero todos los esfuerzos por recuperar la confianza de la Casa Blanca, el último de los cuales ha sido el viaje relámpago a Chile para explicar de primera mano al vicepresidente estadounidense Biden la posición española en Kosovo. Pero no es menos cierto que una política exterior más coherente, sin tantos bandazos, habría ayudado a solucionar hace tiempo esa falta de sintonía.

En lo personal, Zapatero y Obama reúnen condiciones para llevarse bien. Los dos nacieron el mismo día, los dos tienen dos hijas, comparten la afición por el baloncesto y la literatura, y los dos han sustituido en el poder a los conservadores con la promesa de plasmar una forma distinta de gobernar. La anécdota protagonizada ayer por Zapatero al pedir un autógrafo a Obama para una de sus hijas lo resume todo. Pero en lo político, que es lo fundamental, hay también intereses comunes que abonan el entendimiento. España necesita el respaldo de Washington para poder incorporarse a los principales foros internacionales y EEUU puede encontrar en Madrid un aliado en una nueva Europa que no está dispuesta a hacer seguidismo, como ha quedado patente estos días en la reunión del G-20.

Todos los presidentes españoles han querido mantener buenas relaciones con EEUU. Adolfo Suárez fue feliz el día en el que pudo explicarle a Carter su teoría para solucionar la crisis del petróleo interviniendo en el Estrecho de Ormuz. Felipe González se sintió tan a gusto con Reagan y Bush padre como Aznar con Clinton y Bush hijo. Esta buena relación bilateral viene de lejos y arrancó ya a mediados de los 50 con la instalación de bases estadounidenses en España, la visita de Eisenhower y la ayuda económica.

Es imposible no relacionar la fotografía de ayer de Obama poniendo su mano sobre el hombro de Zapatero, con la de Bush con ese mismo gesto hacia Aznar en las Azores, hace seis años. Obama ahora, como Bush entonces, con la misma bandera de su país en la solapa, se muestra entre protector y condescendiente hacia su socio, una actitud normal entre el grande y el mediano. Siendo realistas, esa instantánea captada ayer en Praga es la que conviene a los intereses de España. Máxime cuando la política de Obama parece mucho más lúcida que la de Bush.

El Mundo - Editorial

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