domingo, 8 de marzo de 2009

La tercera oleada. Por Ignacio Camacho

UNO de los grandes errores recientes de la derecha política española ha sido el de empeñarse en considerar a Zapatero una especie de accidente histórico. Bloqueada por la dolorosa derrota electoral sobrevenida tras los atentados de Atocha, creyó que le bastaría con reagruparse y esperar, sin autocrítica alguna, a que el poder le fuese devuelto por el curso natural de las cosas. Esa negligencia autosuficiente permitió al presidente asentarse y desplegar una correosa estrategia de aislamiento que ha llegado, en la práctica, a amenazar con convertir los años de Aznar en el auténtico paréntesis entre una larga hegemonía socialista.

No son pocos los politólogos que sostienen que a un gobernante consolidado sólo lo puede retirar otro más joven, o al menos inédito, que proyecte en el electorado una imagen de renovación y alternativa. En ese sentido, es probable que el hartazgo generado por la crisis cuaje cuando la opinión pública perciba en el PP un salto generacional, que Rajoy está intentando dar conservándose a sí mismo como cordón umbilical con la etapa anterior. La apuesta tiene riesgo porque acaso sea el propio líder el obstáculo para una percepción renovada, pero como no es tonto ha puesto en marcha una operación de relevo que, en caso de catarsis, garantice la aparición en escena de un grupo humano poco vinculado a la desgastada primera fila del aznarismo.

A ese grupo, hasta ahora encabezado por Ruiz Gallardón, Cospedal y Camps -cuya supervivencia depende de que sepa salir del feo lío de fondo de armario en que lo ha metido Garzón-, se acaba de incorporar por derecho propio Alberto Núñez Feijóo, un dirigente que representa el rostro sensato, moderno, abierto, pragmático y urbano de la derecha. Un marianista puro que puede configurarse desde Galicia como una futura referencia, con vitola de ganador limpio y sin hipotecas del pasado reciente. Entre toda esa gente -también los Basagoiti, González Pons o Soraya Sáez de Santamaría- se está conformando la masa crítica de un nuevo centrismo político, una tercera oleada que, tras las de Fraga y Aznar, se apodera paso a paso de las estructuras clave del partido; si Rajoy acaba por aprovechar el visible desgaste de Zapatero sacará de ahí su guardia pretoriana, el núcleo duro del poder, y si fracasa de nuevo dejará una fuerza de reserva en condiciones de asegurar que no habrá marcha atrás hacia el túnel del pasado y la nostalgia.

Durante la legislatura anterior, la posibilidad de alternativa quedó frustrada por la crispación y la impaciencia, pero la derrota de 2008 va a terminar imponiendo la depuración necesaria para conformar una nueva mayoría social. Galicia ha sido un punto de inflexión. Las elecciones europeas de junio quizá decidan si ha de ser Rajoy el que encabece el asalto o si ha llegado la hora de que la tercera ola se lance a formar una cabeza de playa.

ABC - Opinión

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