lunes, 1 de septiembre de 2008

Día del Disgusto Nacional. Por Rafael Martínez Simancas

Hoy, 1 de septiembre, las teles y las radios no paran de hablar del “síndrome del regreso de las vacaciones”, ¿ven cómo somos un país rico?, en vez de hablar de la angustia del parado que se enfrenta a la temporada sin rascar bola, nos empeñamos en inventar un síndrome que es propio de pijos y de ricos.

Naturalmente que uno está mucho mejor en la playa que en la oficina, ¡faltaría más y faltaría también una cervecita en el chiringuito!, pero cuando se trata de producir esto es lo que hay, salvo que uno se dedique al cine porno, y ojo porque igual la escena se complica, (hay actores muy bien “dotados”). A veces uno sale al campo a por margaritas y le sorprende una tormenta por la espalda, pues eso.

Decía Jardiel que cuando el trabajo no divierte hay que trabajar lo indecible para divertirse, y es verdad porque la imagen de condenados a galeras que transmite más de uno es terrible. Añadamos a eso que la mayor parte de la gente no trabaja en lo que le gusta, muchos de ellos en gran medida porque se conformaron con algo más cómodo, o que no suponía tanto riesgo.

Nos gustaría ser aventureros pero vía Gordo de Navidad, aquí muy pocos dejan su puesto de trabajo fijo por dar la vuelta al mundo en un velero, o muy pocos cambian de carrera cuando creen que su verdadera vocación está en otra parte.

Hoy, 1 de septiembre, el ejército de las chancletas y de las tumbonas se ha puesto la chaqueta y la corbata, se acabó la guerra del bronceado, a partir de ahora todos “color muslo de pollo” en bandeja de plástico, (eso los que pueden porque otros tendrán que seguir mirando en las listas del INEM).

El “síndrome del regreso” es lo más cursi que nos hemos inventado, luego vendrá el “síndrome de la uña agrietada”, el “síndrome del me han mirado mal”, y el “síndrome de la luz que pesa sobre mi espalda”.

Madridiario

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