jueves, 14 de agosto de 2008

Energía nuclear como freno a la inflación

Los últimos datos económicos reflejan que de las tres décimas en que se incrementó la inflación interanual, dos corresponden a componentes relacionados con la energía. Sin duda alguna, son golpes bajos a la economía española que, según reporta el último informe estadístico del Eurostat (referido al 2006), depende en un 80% de la energía proveniente del exterior, frente al 53% de media de la Unión Europea (UE). En este aumento del coste energético, tiene un papel fundamental la disparatada subida de los precios del petróleo; hecho que para un país como España, que importa prácticamente la totalidad del crudo que consume, implica unos gastos muy abultados en su factura anual (consume más de 400 millones de barriles al año, según el Ministerio de Industria).

En este sentido, se ha generado un debate en torno a las opciones españolas que pudieran reducir eficazmente esta dependencia energética. Y una vez más, la energía nuclear se encuentra en el ojo del huracán. Tanto es así que el PP viene incidiendo en la necesidad de reabrir un debate político y social en torno a un mayor uso de energía nuclear en España. De hecho, mencionó como ejemplo el caso francés, que consigue el 80% de su energía eléctrica a partir de la nuclear. Nuestros vecinos franceses disponen de 59 centrales nucleares, y desde que en los años setenta Charles de Gaulle decidiese impulsar el proyecto nuclear francés, con miras de independencia energética y poderío militar nuclear, el país galo se ha situado como referente en este tipo de energía.

Ahora bien, ¿realmente resulta rentable invertir en energía nuclear?. A priori, las cifras apuntan a que sí. Y es que el megavatio a la hora (mv/h) de energía nuclear generado en una central en funcionamiento (es decir, cuyo coste ya ha sido amortizado) es de 11 euros. Este dato resulta relativamente bajo si lo comparamos con el coste de otras fuentes de energía en España, como por ejemplo las renovables como la eólica o la fotovoltaica, que tienen un coste de 90 y 250 euros mv/h, respectivamente. Además, hemos de tener en cuenta que en España sólo operan actualmente seis centrales nucleares, que producen el 17,1% de la energía eléctrica consumida en España, según datos del propio Ministerio de Industria.

Esta cantidad podría ser mayor si el PSOE no hubiese llevado a cabo una política de cierre de centrales a mediados de los 80 y que, según el doctor en Ciencias Económicas, Roberto Centeno, ha supuesto una pérdida anual en términos energéticos de 40.000 millones de Kw/h al precio de 11 euros mencionado anteriormente. Aunque no sólo es cuestión de precio, sino que también se trata de una cuestión ecológica. Desde el último informe ‘Cambio Climático 2007’, elaborado por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, nos señalan a la energía nuclear como una alternativa viable a la creciente demanda energética, así como una opción interesante para mitigar la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Elevado coste de inversión

Esta es la cara más positiva de la energía nuclear. Sin embargo, hay otros aspectos que se deberían tener en cuenta. Ejemplo de ello sería el coste económico que conllevaría la construcción de una nueva central nuclear, con reactor EPR de tercera generación de diseño francés. Una central de este tipo lleva dos años construyéndose en Finlandia. Su coste inicial se estipuló en 2.500 millones de euros, pero fallos en su diseño han demorado el tiempo de su construcción, y elevado el coste de su inversión inicial hasta los 5.500 millones de euros. Se trata de una inversión fortísima que llevaría a más de uno a pensarse una y cien veces si merece la pena.

Por otro lado, nos encontramos con el problema de la seguridad nuclear. Fundamentalmente es el caso de los residuos nucleares, y especialmente, aquellos considerados como residuos de alta radiactividad, cuya peligrosidad, tanto para la salud pública como para el medio ambiente, permanece activa durante miles de años. Este tipo de residuos provienen fundamentalmente de los combustibles nucleares irradiados, y una vez que alcanzan su ciclo de vida útil son almacenados, o bien en piscinas de refrigeración en las propias centrales nucleares, o bien en contenedores en seco de refrigeración pasiva. Al hilo de esta cuestión, y según Carlos Bravo, responsable de las campañas antinucleares de la organización Greenpeace, “hasta la fecha no se ha conseguido otra opción a largo plazo que no sea el propio almacenamiento”. Lo cual, y debido a que su peligrosidad resulte prácticamente sempiterna, supone un riesgo exponencial que se incrementa cada año, a medida que aumenta su volumen.

Un problema que resulta muy caro

Según el propio Bravo, “los residuos nucleares de alta radiactividad han supuesto un auténtico quebradero de cabeza desde que se comenzara a emplear energía de origen nuclear”. Enresa, la empresa dependiente del Estado español, encargada de gestionar los residuos nucleares, ha estimado que hasta 2070 se habrán gastado 13.000 millones de euros en la gestión de residuos nucleares. Así mismo, en caso de un accidente nuclear, la responsabilidad recae sobre la empresa titular de la central en la que se produjo. En conversación telefónica con Carlos Bravo, éste nos ha comunicado que “actualmente estamos a la espera de que la UE ratifique un nuevo acuerdo en lo que a la responsabilidad civil en caso de accidente se refiere, y que fijaría dicha responsabilidad durante diez años y con una compensación económica que oscilaría entre los 700 y 1.200 millones de euros”. Desde Greenpeace abogan porque “dicha responsabilidad no se limite en el tiempo ni en la cuantía económica, ya que la empresa debe asumir la responsabilidad hasta que los daños ocasionados hayan sido completamente subsanados”.

Por el momento, la energía nuclear se posiciona como una de las más baratas en España, en comparación con el gasto de las renovables, cuyo coste, en todo caso, es mayor que la primera a falta de amortizar los costes de inversión. Aunque tal vez la energía nuclear no represente una opción a largo plazo. Desde Greenpeace, afirman que, según un estudio encargado al Instituto de Investigaciones Tecnológicas, perteneciente a la Universidad Pontificia de Comillas, “España podría cubrir perfectamente sus necesidades energéticas con las energías renovables como único sustento energético”. En este sentido, Carlos Bravo menciona como ejemplo el caso alemán, que ya está a la cabeza en lo que a energía fotovoltaica se refiere, prescindiendo cada vez más de la energía nuclear; y todo esto con vista a reducir en un 20% la emisión de gases de efecto invernadero para 2030, y cumpliendo con el protocolo de Kyoto

Cotizalia

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