lunes, 14 de julio de 2008

El Partido Pirata prepara su abordaje a las elecciones europeas con una recogida de firmas

Si C.S. Forester hubiera vivido en nuestros días, el último sitio en el que hubiera enclavado sus fascinantes historias de piratas, protagonizadas por el valeroso capital Horatio Hornblower, hubiera sido el Parlamento Europeo. No tanto porque no haya piratas, que los hay, siempre con el cofre del tesoro como fin último, sino más bien por el aburrimento que suele presidir las sesiones. Pero eso está a punto de cambiar. El Partido Pirata, que defiende la legalidad de los intercambios de archivos P2P (descargar música o cine gratis de Internet), ha comenzado una campaña de recogida de firmas que le permita presentarse a las europeas del próximo año.

Y es que estos piratas modernos, como los que combatía Gregory Peck en su recreación cinematográfica de Hornblower, están acostumbrados al fracaso. Esta formación, que ronda el centenar de afiliados y los 1.500 simpatizantes, ya intentó sin éxito presentarse a las pasadas elecciones generales, por lo que ha comenzado con antelación la recogida de las 15.000 firmas que necesita para poder concurrir a las europeas. Además, el éxito de Rosa Díez y su partido, UPyD, que logró un escaño en el Congreso sin apenas recursos, les sirve de inspiración.

Pero el Partido Pirata no es una rara avis propia de la idiosincrasia española. Forma parte de la red de partidos piratas de todo el mundo, que comparten un programa basado en reivindicar el intercambio gratuito de música o películas por Internet como parte del derecho al acceso a la cultura. Carlos Ayala, presidente del partido, explicó a este diario que rechazan el llamado top manta y respetan los derechos de los autores, pero creen que estos deben ser compatibles con el libre intercambio sin ánimo de lucro a través de la Red. Por ello, se oponen frontalmente a cualquier tipo de canon digital, y temen la llegada a España del modelo francés, acordado con la industria audiovisual y los operadores de Internet, que permite cortar la conexión a la Red a un usuario que reincida en el uso del P2P.

Según Ayala, este tipo de medidas coercitivas perjudican el desarrollo de la Sociedad de la Información y la creatividad, y, por tanto, contribuyen a agravar la crisis económica. Asimismo, advirtió que violan la privacidad de las comunicaciones y pueden ser utilizadas para espiar a los usuarios con el pretexto de perseguir la piratería. Otro de los objetivos de estos políticos piratas es recuperar la batalla contra la directiva de retención de datos telefónicos y de comunicaciones electrónicas, aprobada por la Unión Europea en 2006, y que obliga a los operadores a conservar un registro de todas las llamadas telefónicas, así como de los correos electrónicos.

Iniciativas populares

No obstante, el Partido Pirata pretende ampliar su programa a materias que van más allá de las nuevas tecnologías. Su oferta al electorado consiste en garantizar que si llegan a obtener un escaño, tramitarán y apoyarán cualquier propuesta con un importante respaldo social, de modo que se perfeccione la actual figura de la iniciativa legislativa popular. “Ésa debe ser la labor de un político, dar realmente voz a las personas que representa en una Cámara”, afirmó Ayala.

Por ahora, estos activistas están lejos de sus compatriotas suecos, que, aunque no obtuvieron representación parlamentaria, llegaron a ser el décimo partido más votado en su país. A su favor tienen el tamaño de sus adversarios, las entidades de gestión, la industria, el canon, y el anuncio del Gobierno de lograr una regulación del P2P en el ámbito europeo para 2010. Y es que el revuelo que estos asuntos generan entre los internautas hace que el Partido Pirata haya tenido una notable repercusión y apoyo en la Red. Aunque, según denuncia Ayala, los respaldos digitales no sirven. “La Junta Electoral rechaza las firmas digitales y no acepta el DNI electrónico”, aseguró Ayala, que se ha dirigido al Ministerio de Industria para exigir que la administración electrónica llegue al campo electoral.

El Confidencial

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