lunes, 3 de diciembre de 2007

Atentado contra dos guardias civiles

Los guardias civiles no se percataron de que habían sido descubiertos: "Txakurras os vamos a matar"

Es el misterio que tiene intrigados a los responsables de la lucha antiterrorista española y francesa: ¿Por qué los guardias civiles que el sábado por la mañana tuvieron la mala suerte de cruzarse con un comando etarra en Capbreton no usaron sus teléfonos móviles para pedir ayuda? De acuerdo con fuentes de toda solvencia a las que ha tenido acceso este diario, “porque no se enteraron de que habían sido “mordidos” (descubiertos) por el comando hasta que no abandonaron la cafetería de Les Ecureuilles, donde habían entrado a desayunar”.

De acuerdo con las fuentes, la Unidad Central Especial 1 (UCE1) de la Guardia Civil, especializada en la lucha contra el terrorismo etarra, dispone de algo más de 300 agentes trabajando en la zona francesa de Las Landas, cuya labor consiste en hacer seguimiento de personas y vehículos sospechosos por las localidades de la zona, viviendo en apartamentos alquilados, sin tiempo libre y casi sin contacto con sus familias en España durante muchas semanas. Dentro de la UCE1 se encentra el Grupo de Apoyo Operativo (GAO), que es donde estaban encuadrados los jóvenes guardias Raúl Centeno, 24 años, y Fernando Trapero, 23.

El drama añadido de Raúl y Fernando es que ni siquiera son operativos -es decir, su trabajo no consiste en hacer seguimientos-, sino técnicos, gente preparada, por ejemplo, para arreglar una cámara de vigilancia o instalar un baliza en un coche. Distribuidos por los pueblos de la zona, su trabajo incluía la localidad de Capbreton y, en particular, un centro comercial cuyo local emblemático es el supermercado Leclerc, lugares que suelen estar muy vigilados tanto por la gendarmería francesa como por la Guardia Civil, porque los etarras suelen aprovechar las aglomeraciones consiguientes para fijar en ellos sus citas o simplemente hacer sus compras.

¿Has visto hoy algo raro por aquí?

Eran las 9,15 de la mañana de un sábado cualquiera cuando Raúl y Fernando entraron en la cercana cafetería Les Ecureuilles para desayunar, como hacían a menudo. De acuerdo con las fuentes, se dirigen a la barra y empiezan a hablar en español con el camarero que les atiende, al que conocen de sobra, y con el que entablan una conversación banal que suele incluir frases al uso tal que “cómo va todo” y el tradicional “¿has visto hoy algo raro por aquí?”. Primer error: hablar en español. Porque no reparan que, en una mesa cercana, se encuentran sentados dos hombre y una mujer que, aunque no entienden la conversación completa, se sorprenden de oír hablar en español.

Obsesionados por la seguridad hasta la neurosis, a los etarras les alarma descubrir a dos hombres jóvenes charlando amistosamente con el camarero en español, y se alarman tanto que uno de ellos se acerca a la barra distraídamente y pone la oreja. Y lo que escucha parece confirmar sus sospechas. El etarra vuelve a la mesa, cuenta lo que ha oído y el comando concluye que los dos hombres apoyados en la barra son txakurras, apelativo que los terroristas utilizan para designar a los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.

En contra de la versión ofrecida por el Ministerio del Interior español, los aterras abandonan la cafetería antes que los miembros de la Guardia Civil. Lo sorprendente del caso es que no aprovechan para largarse, como habitualmente hubiera hecho cualquier etarra nada más olfatear el peligro de ser descubierto, sino que deciden esperar a que salgan los dos miembros de la Benemérita, quienes, por toda sospecha, se han limitado a preguntar al camarero –así lo ha manifestado el propio interesado- si conocía a los tres jóvenes que estaban sentados en la cercana mesa: “No, es la primera vez que vienen por aquí”.

Tremendo error, porque Raúl o Fernando, cualquiera de ellos, podía haber acudido a los servicios y haber llamado pidiendo refuerzos a compañeros de la Benemérita o a los agentes del Renseignements Généraux –servicios de información franceses-, con los que compartían servicio. Incluso podían haber utilizado el móvil desde la misma barra donde habían tomado café. El caso es que, cuando abandonan la cafetería, el comando les sorprende por detrás con una letanía de violentas imprecaciones: “vosotros sois txakurras, os vamos a matar, cabrones...”

Un coche de la policía francesa

Siempre de acuerdo con las fuentes, “los dos Guardias Civiles callan, agachan la cabeza porque no van armados –no pueden portar armas en Francia- y, rehuyendo la bronca, se dirigen rápidamente hacia su coche, un vehículo de matrícula francesa –un detalle adicional que lleva a los terroristas a la certeza de que se han topado con dos Guardias Civiles de servicio, usando un coche facilitado por el Ministerio del Interior galo- aparcado a escasos metros de la entrada de la cafetería.

Los etarras les siguen y cuando los dos jóvenes se disponen a introducirse en el vehículo son tiroteados casi a quemarropa y por detrás, con absoluta vileza y sangre fría. Raúl Centeno recibe un disparo en la cabeza que le causa la muerte instantánea. Fernando Trapero, recibe tres, uno de ellos en la cabeza, que le produce un traumatismo craneoencefálico de casi imposible recuperación, siendo su estado de coma cerebral.

Inmediatamente huyen en un Volkswagen Golf de color gris, matrícula falsa, que les estaba esperando con la etarra al volante. En contra también de la versión oficial, las fuentes sostienen que en el Volkswagen se han encontrado únicamente “restos de explosivos, lo que indica que el vehículo había sido utilizado con anterioridad para transportar explosivos”. Tras recorrer un centenar de kilómetros, los terroristas abandonaron el vehículo en la localidad de Haut-Mauco, donde a punta de pistola se apoderaron de un Peugeot 307 que conducía una mujer y su hijo de corta edad.

“Lo que demuestra que todo ha sido un cúmulo de terribles casualidades”, sostienen las fuentes, “es que los terroristas no sabían hacia donde tirar y han tenido que consultar con la dueña del coche, su propia rehén, para aclararse sobre las carreteras de la zona. Una macabra casualidad. El caso es que los pobres chavales no han llegado a usar su teléfono móvil porque no se han enterado de nada hasta que, a la salida de la cafetería, los asesinos les han abordado, y aún es posible que hayan pensado que se trataba de un par de descerebrados radicales. Para la mentalidad etarra, lo ocurrido es una acción militar exitosa, una gran victoria”.

el confidencial - 03/12/2007

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