lunes, 9 de julio de 2007

Más allá de Ciutadans

Fui uno de los 15 firmantes del manifiesto que dio origen a Ciutadans y, durante la etapa de constitución del partido, asumí la coordinación. Dimití en una fecha muy temprana, y evité dar demasiadas explicaciones públicas, a fin de no dañar el proceso. Mi dimisión tuvo que ver con la percepción de que, con los mimbres que se estaban utilizando, era muy difícil fabricar algo que fuese útil para solucionar los problemas políticos que se denunciaban. Los promotores de Ciutadans habíamos coincidido en que, además de para ofrecer un ideario concreto, el nuevo partido debía servir para renovar, mejorándolas, las formas de hacer política. Y, sin embargo, el camino que el partido había finalmente emprendido no parecía ir en esa dirección.
Los exitosos resultados del 1-N, fruto de una legitimidad que venía de antiguo, unida a una necesidad -imperiosa para buena parte de la sociedad catalana- de tener una alternativa que permitiera huir del oasis de ineficacia y de etnicidad del arco parlamentario, permitió que pasara a un segundo plano la urgente tarea de resolver las formas democráticamente poco presentables utilizadas inmediatamente después del éxito del acto del Tívoli, cuando se daban los primeros pasos. Los nuevos poderes internos se habían asentado rápidamente en una falsa legitimidad que ellos mismos habían creado.

MIRAR A OTRO lado cuando los procedimientos de elección internos distaban mucho de lo que, en buena democracia, sería deseable, solo supuso posponer la crisis. Las miserias no se pueden esconder eternamente y la crisis ha estallado con mayor virulencia con el primer y previsible fracaso, esto es, después del pésimo resultado obtenido por Ciutadans en las elecciones municipales

Los dirigentes que precedieron a la actual ejecutiva fueron responsables de normalizar cierto funcionamiento deficitario en lo democrático. Unos, por cometer actos censurables, otros, por mostrarse educadamente condescendientes con ellos. Tan incrustado está ese proceder viciado en la cúpula de Ciutadans que ha sido imposible siquiera sacar conclusiones -es decir, lecciones- del fracaso electoral. A día de hoy es la pura evidencia que el responsable máximo del mal funcionamiento del partido es su presidente, heredero de los vicios de origen, que reúne las carencias y defectos que aquejan a Ciutadans: ineficacia, frivolidad, indefinición ideológica, oportunismo, falta de transparencia y continuidad con las anomalías democráticas del origen, entre otros.

Huelga decir que no ha sabido concretar los valores que Ciutadans debía encarnar. Si se persiste en utilizar estos mimbres, es decir, si no abandonan el poder quienes, detentándolo como lo han hecho, han llevado a la organización al borde del precipicio, no se puede esperar, en el futuro, que la situación mejore. Ideológicamente también hay decepción. Ciutadans aparecía en sus inicios ante la opinión pública como una organización progresista, de centroizquierda, y eso pese a los intentos de algunos partidos de ubicar la iniciativa en el campo de la derecha, que resultaron infructuosos.

Los resultados del 1-N, pese a los errores y la indefinición ideológica, ratificaron esa referencia ideológica. En el PSC lo tenían claro. Y sin embargo, la dirección del partido apostó por convertir la indefinición política en la seña de identidad de Ciutadans. Se apostó por ser un partido bisagra, por la "transversalidad", por la superación de las ideologías... Es difícil entender que esto haya sido aceptado por las personas del grupo promotor que continuaron colaborando, como es inverosímil que, ahora, quienes defendieron que "la izquierda y la derecha están superadas" muestren una repentina adopción del progresismo. No se recuperará la credibilidad si no hay cambios estructurales.

PERO, A PESAR de la crisis, al margen de si Ciutadans lo hace bien o mal o de si sus procedimientos son mejores o peores, la necesidad por la que nació sigue intacta: el proyecto de dar voz a unos ciudadanos que no se sienten con representación política en Catalunya. Ciutadans no es el proyecto, es una herramienta para tratar de llevarlo a buen término.

Ha quedado patente que lo denunciado, la carencia de una propuesta no nacionalista, situada en la izquierda, que se aleje del discurso étnico e identitario de los partidos del arco parlamentario, que se oponga a la hegemonía nacionalista, que plantee la necesidad de recuperar la política para los ciudadanos, que pretenda profundizar en la democracia y conseguir cotas más altas de libertad, tiene un enorme potencial para ser compartido por un sector muy amplio de la ciudadanía que no comulga con el discurso oficial, según el cual en Catalunya todo el mundo coincide, en lo sustancial, con el llamado "hecho nacional" y la "construcción nacional".

ESE ESPACIO político sigue ahí. Lo ocupará Ciutadans si realiza los cambios para convertirse en un partido creíble, o lo ocupará otra iniciativa que defienda esos valores de ciudadanía propios de la izquierda que, en estos momentos, siguen aparcados en Catalunya a causa de la hegemonía ideológica del nacionalismo. Pueden estar seguros de ello.


Félix Pérez Romera.
Miembro del Grupo Promotor de Ciutadans.
Reggio

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