sábado, 17 de febrero de 2007

Juicio 11-M: La Fiscal pierde el "primer round" ante uno de los acusados clave

Tres de los principales imputados declararon ayer en la segunda jornada del juicio del 11-M, que alcanzó momentos de extraordinario interés procesal.

El primero en comparecer fue el marroquí Youssef Belhadj, acusado de ser uno de los instigadores de la masacre y uno de los portavoces de Al Qaeda en Europa. Siguiendo la pauta marcada por El Egipcio, Belhadj se presentó como un islamista moderado, que rechaza la violencia y condena todo tipo de atentados. De entre los implicados, Belhadj sólo admitió conocer a Bouchar, con el que jugaba al fútbol e iba a la mezquita, y al profugo Afallah, al que vio muy ocasionalmente.

Igual línea de defensa siguió Hassan Haski, al que se le acusa de ser uno de los líderes del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y estar implicado en los atentados de Casablanca y Madrid. Haski afirmó que no sabe español, que no conoce a ninguno de los imputados por el 11-M y que no tiene ningún contacto con organizaciones islámicas radicales.

Las declaraciones de ambos -que sólo respondieron a las preguntas de su abogado- son poco creíbles en cuanto a su talante ideológico y sus conexiones pero corresponderá a la fiscal y a las acusaciones demostrar su culpabilidad con pruebas concretas que les vinculen al 11-M y no simplemente por su militancia islamista.

El testimonio de Jamal Zougam, el único al que el juez instructor acusa como autor material de los hechos, fue totalmente distinto, ya que aceptó responder a todas las preguntas con buenas dosis de seguridad y aplomo pese a que su comparecencia no estaba prevista para ayer. La imputación contra Zougam, al que se le piden 38.000 años de cárcel, se basa en dos elementos: fue identificado por cuatro testigos que le situaron en los trenes y las tarjetas de los teléfonos móviles supuestamente utilizados fueron vendidas en su tienda de Lavapiés.

En cuanto a lo segundo, Zougam explicó que fue su socio quien vendió esas tarjetas a unos desconocidos. Y en cuanto a lo primero, argumentó que fue identificado en una rueda de reconocimiento por tres testigos que habían visto previamente su fotografía en los periódicos. Zougam sacó partido a la contradicción de que el otro testigo le situó en el piso bajo del tren cuando la bomba fue colocada en el de arriba.

Zougam ratificó que en el momento de los atentados estaba durmiendo en su casa y afirmó que no tuvo contacto alguno con El Tunecino, El Chino, Lamari y el resto de los miembros del comando, a los que no conocía.

La versión de Zougam tiene sentido porque resulta muy difícil de creer que no huyera si él había colaborado en el atentado y había pistas que conducían directamente a su detención. Por el contrario, parece poco verosímil la tesis de la fiscal de que Zougam vendió las tarjetas al comando del que formaba parte. ¿No habría sido más lógico que el comando las comprara en otro lugar para no dejar una pista tan llamativa?

En su media hora escasa de interrogatorio, la fiscal no logró cazar a Zougam en contradicción o falsedad alguna ni consiguió desmontar su versión exculpatoria. Tratándose de uno de los principales acusados y habiendo esperado tres años para intentar acorralarle ante un tribunal, la intervención de Olga Sánchez no pudo resultar más deslucida. Ello no prejuzga nada, puesto que el juicio no ha hecho más que comenzar y pueden aparecer nuevas pruebas incriminatorias contra él o cualquiera de los acusados. Pero nadie que observara lo ocurrido ayer con un mínimo de ecuanimidad puede dejar de reconocer que la fiscal perdió rotundamente el esperado primer round.

Editorial de El Mundo, 17-02-2007

0 comentarios: